Tantas veces en la búsqueda de los futuros posibles. Inevitables. Inesperados. Ocasiones tensas en las que se pone todo en juego. Hasta la vida misma. Caos y confusiones que abruman y desesperan. El tiempo de los vasos vacíos que se impone con las causas que nos parecen irreversibles y que reducen los márgenes en el espacio que habitamos. El peso cargado sobre los hombros que se dirigen a un mejor lugar en el mundo.
Migrantes en todos los siglos, por opresión y abiertos a la buena suerte. con la intención deliberada de escapar de la fatalidad para no permanecer sumido en los interrogantes de las probables tentativas. Huir de las situaciones que atrapan.
Hallar las excusas para que se despeje el horizonte aun sin un curso tan definido ni programado. No hay verdades de hierro ni mayores predicciones en esos destinos porque se sabe menos que en la residencia de origen. Trasfondo turbio aquí y el allá con los sueños extendidos antes de salir. También precipicios. Riesgos.
Por ahí van los movilizados sin mayor resto, con la condición necesaria de la voluntad en el que se pone no mucho más que el cuerpo y con lo poco que queda para armarse para la defensa propia. Asomar la cabeza en una nueva historia en la que se pretende entrar, que tiene precio y que se paga. Ya no quedan tantos desiertos de tierra que no sean propiedad privada y si son suelos de estado, las restricciones no se diferencian.
Y ahora, en las medianías de los pasos de cualquier persona en el mundo, una pandemia, que pone en jaque la resistencia de la ciencia que aparece sorprendida ante un nuevo virus. El panorama desolador de la falta de una vacuna. Despertamos y transitamos detrás del tapaboca cuando no estamos en el encierro. La peripecia de andar entre un coronavirus fantasmal.
Retornamos al pasado de las pestes que superan los alambrados de los campos de refugiados. Llega, mata y se reproduce. El aislamiento. La individualidad. La inexpresividad afectiva de los abrazos que ya no podemos dar y recibir. La cooperación que se sugiere es cuidarse a prudente distancia. Todo un incordio cotidiano organizado para indigestarse el alma y el buen vivir.
Las migraciones vuelven a ser un tema en la cabeza de tantos. De una metrópolis a un pequeño pueblo para exponerse menos ante muchos. La ruralidad. Y paradójicamente, viajar menos o nada, con la conectividad como salvoconducto.
Vivimos en un país con una historia de ciudadanía global que a veces desestimamos o que optamos por contradecir. Concentramos cientos de miles de personas en los conurbanos con migrantes de adentro y de otras latitudes de naciones.
Es el tema que elige Redacción Mayo con el valioso aporte del periodista Marcelo Taborda, para extenderlo por gran parte del territorio nacional con los estimados colaboradores de las distintas regiones.
Gracias por regresar a nuestros contenidos con la renovación de la agenda temática. Abrazo cooperativo