La economía con respiradores
La pandemia no alcanza a explicar todo el problema del declive de los niveles de actividades productivas que sufre el país en todas sus regiones. Es una razón prevaleciente, sin lugar a dudas. Hay que sumar el deterioro de la economía que ya se encontraba en el piso y que venia en un proceso prolongado de estancamiento. En cualquier recolección de datos aparecen los estándares positivos, recién, en el 2011. Casi como un espacio insular en el último tramo de nuestra historia reciente.
No hubo cambios, transformacionales prominentes ni efectos benignos del proceso de tomas de decisiones. Resultado: estamos sin recursos provenientes de la fuente de financiamiento externo para la reactivación de los aparatos dinamizadores del empleo genuino y la demarcación de los limites nos demuestra que lo razonable pasa por sobrevivir de la manera que se pueda.
Es con enormes aportes de parte del Estado: Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP), Seguros de Desempleo, Eximición del pago de las Contribuciones Patronales a la seguridad social, Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), Asignación Universal por Hijo (AUH), Bonos Extraordinarios, Precios Claros, Ahora 12 y la lista sigue, aún lejos de ser satisfactoria ante tantas dificultades que expresan las demandas desatendidas y las reclamaciones de distintos sectores sociales.
El camino con los puntos críticos del quiebre de empresas y las pérdidas del trabajo se pueden constatar en todas partes y es una idea aceptada y compartida por gran parte de la población. Queda claro que no todo es producto del coronavirus. Para considerar el futuro habrá que pasar la pandemia y también examinar los estados endémicos de los que no podemos salir por crisis recurrentes, controversias erróneas, dicotomías inútiles; conflictos que nos depositan en los flancos de las debilidades estructurales como nación.
Alguien puede pensar que esta realidad excepcional puede ser la gota que rebasó el vaso de los desaciertos argentinos y que superaremos los desatinos para dejar atrás la intemperie en la que sobran restricciones. Las tramas de turbiedad que hemos vivido nos hacen mirar recelosos la probable modulación de las definiciones postergadas para desarrollar una sociedad mas justa, igualitaria y con progreso sostenible.
Preocupa la escalada de violencia que se asoma a un nuevo tiempo en el que se pueden adscribir liderazgos autoritarios para suturar heridas que pueden carcomer el sistema democrático. Las zonas de las demografías excluidas crecen. Hoy el pronóstico todavía no es terminal. Hay agotamiento y un cuerpo social en estado crítico. En la salud. En las economías.