En torno a las Islas Malvinas, ese territorio austral que sentimos que nos constituye como argentinos, hay, en primer término, una verdad histórica y persistente. Es la verdad de un Estado Nación que tiene y reclama conciencia ciudadana ante la pérdida de sus derechos.
Al interior de esa demanda de soberanía por las islas vive un aprendizaje con robusta e inquebrantable memoria. Se trata de una causa colectiva que supera grietas ideológicas y en la que todo el cuerpo social se siente integrado: hay unanimidad en el compromiso con ese hábitat vivo que fue -y sigue siendo- usurpado.
La puesta en valor de la evidencia sobre la desgarrada soberanía abre paso para que esa verdad llegue, también, a las nuevas generaciones como una causa que -al no caer en el olvido- reivindica y preserva la defensa atenta del país.
Nos compromete a enfatizar la posición legítima de nuestro país ante el mundo a través del ejercicio de la razón antes que por imperio de la fuerza, nos impulsa a la responsabilidad democrática y diplomática como política de estado.
Pasaron ya 40 años de aquella guerra escalofriante, que -no debemos olvidarlo- empujó a la trinchera a jóvenes ciudadanos a quienes no se les respetaban sus derechos y a quienes de regreso de tan dramática experiencia se condenó al abandono y a la indiferencia.
Ésta es, también, la oportunidad de recordar a esas almas dolidas, atravesadas por heridas, depresiones y muertes. Aprender de los cuidados y las ayudas que llegaron tan poco y tan tarde es una oportunidad para templarnos en la intemperie que vive una inmensa población de nuestra patria Argentina hoy.
Somos un país federal y Malvinas viene a recordarnos esa definición constitucional. Debemos valorar la integridad de las regiones y de cada una de las provincias con todas sus ciudades y pueblos.
Padecemos desequilibrios económicos y sociales porque no somos equitativos en la generación de oportunidades para el buen vivir. Caemos y recaemos en equívocos cálculos electorales que terminan por desvirtuar la posibilidad de un gobierno a la vez inclusivo y descentralizado. No casualmente, el deterioro crece y extingue futuro.
El federalismo es una obra postergada que -en su demora- nos vuelve endebles e impotentes porque no logramos unificar la importancia y la urgencia de la Argentina Tierra Adentro.