En uno de sus últimos hilos de Twitter, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner hizo un descargo judicial tras haber sido condenada por asociación ilícita por el Tribunal Oral Federal N° 2.
“He instruido a mi abogado para que recuse al juez Ercolini en la causa en que investiga las maniobras ilegales llevadas a cabo por Alberto Abad y Leandro Cuccioli desde la AFIP, durante la gestión de Mauricio Macri, para perseguirnos a mí y a mis dos hijos”, dice el primero de los tres tuits que se publicaron el 12 de diciembre pasado.
El mensaje tiene casi 15 mil “Me gusta”, más de cinco mil retuits y cerca de 300 respuestas. Muchos dirigentes y militantes le muestran su apoyo. Los opositores la criticaron duramente.
El tuit, como tantos otros de los principales actores de la política argentina, trasciende su propósito original y genera entre los usuarios una división marcada y decenas de charlas paralelas que evidencian una sola cosa: la grieta.
¿Por qué se interactúa así en las redes?
Para el analista político y titular de la consultora Zuban-Córdoba, Gustavo Córdoba en cierto punto las redes y particularmente Twitter terminan evidenciando la “salida del closet” de pensamientos autoritarios.
“Hay un fenómeno implícito en la ausencia de debate verdadero en las redes. Por la economía de la atención terminamos no procesando nada de lo que vemos y cayendo la teoría del click bate. Se tiran frases hechas y se busca imponerse al otro”, dice Córdoba.
La polarización extrema parece ser una carta que tiene altos rindes en la red social del pajarito, posiblemente la más dinámica y activa en el debate público argentino y en el mundo.
Basta recordar cómo hacía uso de su cuenta el expresidente norteamericano Donald Trump. Y ver como ahora el multimillonario creador de Tesla, Elon Musk, el actual dueño de Twitter, pelea con los usuarios en una suerte de juego del gato y el ratón digital.
“Hay una idea de que cuanto más extravagante y más intolerante es tu posición, más efectividad tiene. Lo primero que te garantiza es el rechazo de los que no comparten con vos”, analiza Córdoba.
“Ya no importa si tu tribu es más grande o más chica -sigue Córdoba- sino la más ruidosa. El fenómeno de (Javier) Milei representa un poco eso”.
Debate vs sesgo de confirmación y algoritmo
Pareciera entonces que el concepto ideal de las redes sociales como lugar de intercambio de ideas para mejorar el debate público nunca se cumplió. Desde esa arena no surgieron proyectos o iniciativas que pudiera canalizar la clase dirigente.
“Hay una promesa incumplida con lo que nosotros entendíamos de las redes sociales y las nuevas plataformas de interacción social que creíamos que se iba generar una ágora nueva”, apunta Juan Ignacio Belbis, director de Betta Lab y docente en la Maestría en Comunicación Política de la Universidad Austral.
“Cada vez hay más gente que tiene capacidad de decir cosas con audiencias. Pasa junto con esto que se da un fenómeno. Uno suele estar más cómodo escuchando lo que le queda cercano y hablando con gente que piensa igual”, agrega Belbis.
En este escenario digital hay dos elementos que pueden explicar este comportamiento. Por un lado el sesgo de confirmación, donde los usuarios buscan información que avale la postura que se sostienen y por otro lado la función del algoritmo.
“Las redes tienen un efecto potenciador sobre aquellos con lo que cada persona en general interactúa. Si yo busco gatitos voy a ver gatitos, si buscan supremacistas blancos me van a llegar mensajes de ese tono”, dice Belbis.
Las redes sociales muestran una sensación térmica de la realidad o pueden ser también solamente un microclima. Pero hay un punto en que ese efecto trasciende el escenario digital y cobra otra magnitud que es cuando alcanzan a los medios tradicionales.
“Los medios eligieron a Twitter como una fuente primaria. Van a ver qué dijo un usuario. Ese mecanismo lo entendieron bien los políticos y los medios. Hay una connivencia de los medios tradicionales y un nuevo contrato de lectura entre lo tradicional y lo no tradicional”, apunta Belbis y agrega: “Twitter es el espacio de la corporación donde se dan las conversiones de cluster”.
Inflación vs profesionalización
Posiblemente no haya un dirigente político de relevancia que no tenga una cuenta en una red social. Sin embargo son pocos los que eligen debatir y la mayoría adopta posturas casi institucionales sin interacciones o mensajes de barricada y provocación.
Belbis señala: “es muy inocente pensar que es el mismo dirigente el que usa su cuenta Twitter, salvo contadas excepciones” .
“La mayoría de los políticos no utilizan las redes para el debate, sino como exposición de ego. Se paran en Tik-Tok y hacen el ridículo y no utilizan la tecnología para generar más y mejores servicios para los ciudadanos”, dice Córdoba.
El analista reconoce que los dirigentes tienen más equipos para trabajar en los mensajes sobre las redes. Pero ese ensanchamiento o “inflación” no necesariamente implica una profesionalización.
“No hay una combinación de lo que se dice en las redes y lo que se dice en analógico”, dice Córdoba. Y ese desfase genera un ruido que después tiene consecuencias electorales. Su tesis apunta a que una buena comunicación política tiene frutos en las urnas, mientras que una mala, por el contrario, puede llevar a la derrota.