Ocho días después de la derrota electoral del Frente de Todos (FdT) en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) y de una crisis política interna que sacudió al gobierno de Alberto Fernández como no lo había hecho la pandemia ni su errores asociados, Juan Luis Manzur, gobernador de Tucumán, pidió licencia en su provincia para asumir la función de ser el alter ego del presidente en la administración diaria del poder. Tras una gastada gestión de Santiago Cafiero, se hizo cargo de la Jefatura de Gabinete.
“Acumular volumen político”, fue la explicación que se dio desde la narrativa política. “Oxigenar la gestión”, fue otra lectura que se le otorgó al arribo de este tucumano, de fe católica maronita y de excelentes relaciones con la comunidad internacional y el empresariado, a la Casa Rosada. Se buscó la llegada de un peronista clásico que diera una sensación de estabilidad del rumbo del gobierno, coincidieron los analistas políticos.
A poco más de un mes de haberle impreso una nueva tónica -al menos desde lo organizativo- al ritmo del Gobierno nacional, algunas interpretaciones ya hablan de una merma en el entusiasmo que generó su figura.
El control de precios que promueve el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, y su viaje en el jet sanitario de Tucumán a los Estados Unidos contrastan con las dos primeras semanas del crush que prometía Manzur con el electorado. Era protagonista de memes y hasta hubo una reversión del jingle de la marca de alimentos Marolio: “Manzur está desde el comienzo del día”, decía.
En diálogo con Redacción Mayo el exjefe de Gabinete de la Nación, Juan Manuel Abal Medina, considera que un mes es muy poco tiempo para evaluar la performance en el cargo, pero da algunas claves para leer el rol de Manzur y los desafíos que tiene enfrente.
“Es muy pronto para hacer un balance. La ventaja que tiene Juan es que él ya conocía el gabinete. Fue ministro cuando estuve en la Jefatura y conoce la dinámica del Ejecutivo. Un mes es poco para juzgarlo, ni fue todo bueno en las primeras dos semanas, ni todo malo en las dos que le siguieron. Hay que esperar que pase el tiempo y le pueda dar una impronta. Este es un cambio más allá de noviembre”, apunta quien cumplió la función de “pararrayos” de la expresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, entre 2011 y 2013.
Y agrega un dato sobre el contexto de la llegada de Manzur que la hace diferente a la de otros que ocuparon ese puesto. “Los cambios de los jefes de Gabinete se hacían después de una derrota en las generales y no de las PASO. Ocurrió en su momento con Sergio (Massa) por ejemplo”. “Ahora es un momento transicional raro”, señala Abal Medina.
Si bien es cierto que la gestión de Manzur lleva poco tiempo, el tucumano será solidario con el resultado electoral del 14 de noviembre, según entiende Abal Medina. “Entra en las generales de la ley, va ser parte de lo que ocurra en las generales. No es que uno pueda decir que cambiando un miembro del gabinete se cambia la política ni mucho menos, ni que puede frenar un proceso que en general. Pero va a ser parte de las buenas y malas y de cómo nos vaya a todos”, dice el ex funcionario kirchnerista.
Un estilo particular
Carismático y dueño de una cintura política que podría ser la de una gimnasta olímpica, Manzur es uno de los pocos jefes de gabinete que llega a ese cargo con dos características que no se verifican en la mayoría de sus predecesores: cuenta con un capital político propio y tiene aspiraciones presidenciales.
Para Fernando Stanich, periodista de la Gaceta de Tucumán y coautor de la biografía de Manzur, “A su Salud”, el actual jefe de Gabinete es un heredero directo de la política de los años 90 y el Consenso de Washington.
“Manzur es lo más parecido que hay a (Carlos) Menem. Es un hombre que dialoga con la oposición, no se pelea con nadie, no confronta. Se mueve como si fuera un canciller y tiene esa forma de hacer política, la gestión va por otro lado. Le gusta moverse entre empresarios y sindicalistas. Tiene muchísimos contactos en el establishment, como con el empresario Hugo Sigman o el presidente de OEA, Luis Almagro. Es un lobista. No va ser (Jorge Milton) Capitanich que va a romper una tapa de Clarín en una conferencia de prensa”, apunta el periodista sobre el estilo de gestión del nuevo Jefe de Gabinete. Paso seguido aclara: “Después va a hacer lo que quiera”.
Stanich señala una serie de datos relevantes a la hora de aspiraciones políticas de cara al 2023 de Manzur, ya sea encabezando o como segundo en un ticket presidencial. No tiene posibilidad de ser reelecto gobernador. Tampoco tiene una gran ascendencia sobre los gobernadores del NOA, pero si acredita una llegada en sectores estratégicos en materia electoral de la provincia de Buenos Aires.
“Manzur tiene mejores vínculos con “los gordos” de la CGT y con los barones del conurbano que muchos miembros del gabinete nacional y que Alberto Fernández. Construyó su figura política como ministro de Salud de la Nación. Allí se encargó de la gestión de la gripe A y negoció con los intendentes, los gobernadores, los empresarios de la industria médica y sindicatos y sus obras sociales con planes médicos especiales que representan un ingreso muy importante para el sector. Eso él lo maneja personalmente”, describe.
Quizás entre los predecesores que más se le parecen está el gobernador del Chaco, Capitanich, que ocupó la Jefatura de Gabinete en dos oportunidades, primero durante la presidencia de Eduardo Duhalde y durante la segunda presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, reemplazando precisamente a Abal Medina.
La llegada de Capitanich se dio tras un revés electoral en las legislativas del 2013. El Gobierno nacional buscó a un gobernador para dotarlo de “volumen político” e intentar peronizar la gestión en tiempos del “Vamos por todo”. La diferencia es que esta vez Manzur asumió en el entretiempo electoral y no al final del partido.
Funciones
Desde que se creó en 1995, tras la reforma de la Constitución, en la Argentina pasaron 18 Jefes de Gabinete, con ocho presidentes. Nunca una mujer ocupó ese cargo de coordinación de ministerios.
Solo dos acompañaron durante todo el periodo a sus presidentes. Marcos Peña con Mauricio Macri y Alberto Fernández con Néstor Kirchner, quien continuó con Cristina hasta después de la crisis con el campo. ¿Es la jefatura de gabinete una vitrina política o solamente sirve para amortiguar la erosión sobre el presidente?
“Es un cargo está muy asociado al presidente, entonces no es un lugar muy lucidor. Un ministro se puede lucir de manera individual. Pero la Jefatura no depende tanto de lo que vos hagas, sino lo que puedes hacer colaborando con lo que da el resto de los ministros y del contexto y la agenda general”, dice Abal Medina.
Precisamente los recambios de esta pieza clave del Gabinete - que tiene la particularidad que también puede ser removido con acuerdo del Congreso- se dieron en situaciones críticas.
En 2001 por ejemplo el gobierno de Fernando De la Rúa, tras la derrota electoral llegó a ofrecerle el cargo al peronismo para evitar una crisis mayor. Otro ejemplo de eso es cuando en las legislativas de 2009 el kirchnerismo sufrió su primer revés electoral en la provincia de Buenos Aires en particular y en el país en general. Eran tiempos de candidaturas testimoniales y de Francisco De Narváez. Massa renunció después de esa elección.
Abal Medina deja un señalamiento para el final. Parafraseando a James Baker III, ex jefe de estado nortemaricano, el equivalente a la jefatura de Gabinete de ese país. dice: “No hay dudas de que es el segundo cargo más poder pero también es el peor cargo”, por su nivel de exposición y desgaste.