LA ARGENTINA CONTADA

"El pivote de nuestro trabajo es el cuestionamiento del sentido común"

Boris David Viñas Porter, conocido como David Viñas, fue un escritor y crítico literario argentino y miembro de la revista de izquierda “Contorno". Por Osvaldo Aguirre
david vinas-argentina contada-web Redaccion Mayo
27-03-2023
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No se sentía en la comunión de todos los santos. David Viñas (1927-2011) ejercitaba la pasión crítica en los espacios donde le tocaba actuar, entre la academia y el periodismo y como escritor de ensayo, ficción, relato histórico, teatro y guión cinematográfico. Su presencia en la cultura nacional se verifica en los libros que escribió y vuelven a editarse, en los que hizo escribir a partir de su propia obra y en un modo de leer la literatura y los conflictos históricos de la Argentina que se mantiene vigente.

“No hay texto de Viñas que tome un objeto literario sin conectarlo con una red más grande. Los primeros cronistas de la conquista española, por ejemplo, lo llevan a Paul Groussac, al Che Guevara”, dice Marcos Zangrandi, investigador del Conicet y especialista en la obra. En esa línea, “Viñas tiene la intención de leer todo a la vez y en su mirada no hay literatura que no tenga  una política de la cultura y de la lengua y cierta vinculación con prácticas políticas concretas”.

La revista Contorno, que dirigió junto a su hermano Ismael Viñas entre 1953 y 1959, fue su entrada en la escena cultural y una referencia constante en su trayectoria. “Procuraba una doble polémica con la tradición cultural liberal -representada por (la revista) Sur y La Nación- y con el populismo del poder peronista”, recordó más tarde Viñas.

“Las bases del pensamiento crítico de Viñas están en Contorno”, afirma Juan Pablo Canala, licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires y en su momento alumno de Viñas en la cátedra de Problemas de la Literatura Latinoamericano. Su operación clave fue entonces desplazar a Borges del centro de la literatura argentina y ubicar en su lugar a Roberto Arlt, afirmado contra el silencio de la cultura liberal y contra las arbitrariedades de la izquierda, que veían en el autor de El juguete rabioso tanto a un escritor comunista como a un lumpen.

En Contorno escribieron entre otros Adolfo Prieto, Oscar Masotta, Noé Jitrik, León Rozitchner y Ramón Alcalde. “Si bien después Viñas tuvo momentos de cercanía y de lejanía con otros grupos, Contorno fue la experiencia grupal más consistente de su trayectoria crítica e intelectual”, destaca Juan Pablo Canala, a cargo actualmente de una nueva edición de Literatura argentina y política, “el big bang de la obra de Viñas”.

El título original fue Literatura argentina y realidad política y se publicó por primera vez en 1964, un año después de que Viñas se doctorara en letras por la Universidad Nacional de Rosario. El libro “inaugura un modo particular  de leer la literatura nacional, en serie con la historia, en diálogo con la política, en una dialéctica que va del texto al contexto pero sin poner al contexto sobre el texto ni al texto subsumiendo al contexto sino en un plano de paridad”, destaca Juan Pablo Canala.

Viñas no dejó de escribir aquel libro: lo reeditó seis veces entre 1971 y 2005, y en cada ocasión introdujo agregados y correcciones. Eduvim publicará este año la versión definitiva de la obra en dos tomos, en una edición crítica con estudio preliminar, notas y apéndices de Canala.

La lectura de Marx fue una de sus influencias. “Pero Viñas no es un marxista dogmático -dice Canala-. Su modelo es Jean Paul Sartre y toma conceptos e ideas de Lucien Goldmann, de Georg Lukács, de historiadores como Tulio Halperín Donghi y José Carlos Chiaramonte. Su biblioteca crítica y teórica es heterogénea. Hay libros que no leeríamos si Viñas no los citara, libros que conocemos gracias a Viñas”. 

El diálogo con la historia y con la política también recorre la obra de ficción a partir de Cayó sobre su rostro (1955), su primera novela, ambientada entre la presidencia de Roca y el surgimiento del radicalismo. La impugnación de la cultura liberal vuelve a plantearse en ese terreno. “No me gustaba (Eduardo) Mallea -recordó Viñas en un texto de 1974-. ¿Qué quiere decir esto? Que hace veinte años, si un tipo joven se decidía a escribir novela en este país el sistema ya le estaba proponiendo un modelo”. Sus elecciones como narrador pasan por Ernest Hemingway y por Arlt, una adhesión reactiva contra lo impuesto: “Me definía inicialmente por mi negatividad. Decir no era empezar a pensar”.

En Los dueños de la tierra (1958), el protagonista es un abogado yrigoyenista enviado a la Patagonia como mediador en el conflicto entre trabajadores rurales y estancieros. Ese mismo año se estrenó la película El jefe, dirigida por Fernando Ayala, su primer trabajo como guionista y una indagación de las lealtades y las traiciones en el mundo criminal. Los cruces entre ficción, autobiografía e historia atraviesan su producción narrativa en los años 60: entre otras novelas, Dar la cara (1962), debate la frustración de los intelectuales que apoyaron la candidatura presidencial de Arturo Frondizi, y Hombres de a caballo (1967), las intervenciones militares en la política.

El poder de la crítica

La práctica intelectual tenía que ponerse en situación, en el momento histórico y en el lugar en que se ejercía, y la crítica integraba materiales diversos “en torno a un pivote decisivo”, dijo Viñas, “no tanto teoría unificada como actitud fundamental”. Marcos Zangrandi subraya su “gesto beligerante”,  una confrontación persistente: “En Viñas la crítica es una trinchera para pensar. No se trata solo de pelear sino también de ligar elementos y al relacionar una figura con otra se ponen de manifiesto continuidades y repeticiones que aparecen una y otra vez en la cultura argentina y latinoamericana”.

El estilo de Viñas se define además por una actitud histriónica que interpela al lector. Su discurso crítico incorpora recursos de la ficción para volverse más persuasivo y eficaz y sin resignar su complejidad, pero también despojado de la jerga de los especialistas, circula por los medios masivos. “La discusión en el campo académico tenía que llevarse a un espacio más amplio. Ahí entra lo periodístico en su práctica”, señala Zangrandi, compilador de Trastornos en la sobremesa literaria, libro de reciente edición que reúne textos críticos dispersos de Viñas.

“No tiene un estilo para un público masivo y otro para el especializado. La máquina Viñas funciona de la misma manera en todos los ámbitos”, agrega. Juan Pablo Canala. “En los artículos de opinión más vinculados a la coyuntura, pensaba a la política desde la historia, leyendo la trama de los acontecimientos a partir de detalles. Viñas hace por ejemplo una lectura de la aparición de Puerto Madero y de la ropa que usa Alan Faena y lo conecta con los gentleman de la generación del 80 a propósito de cómo se posicionan los que tienen el poder económico. En esa serie que parece insólita lee las mismas imposturas y dice que hay que pensar la genealogía para ver el mapa completo de la clase dominante”.

En los años 60 Viñas se acercó al proceso revolucionario de Cuba y dirigió con su hermano Ismael el Movimiento de Liberación Nacional, una corriente política integrada mayoritariamente por intelectuales. El Malena, como se llamó a la organización, se disolvió sobre el final de la década con la radicalización de la protesta en la Argentina y las insurrecciones urbanas en Córdoba y Rosario. En esa coyuntura, observa Canala, “destaca los poderes que tiene la crítica de la literatura para develar aquello que está oculto, que en Viñas son las relaciones de poder, el establecimiento de ideologías y la lucha de clases”.

Bajo el signo de la violencia

En De Sarmiento a Cortázar (1971), título con el que iniciaba una historia política de la literatura argentina finalmente frustrada, Viñas introdujo la idea de que el origen de la literatura argentina -y no solo el origen, también su historia- está asociado con la violencia, a partir de la relectura de El matadero, el relato de Esteban Echeverría, y Amalia, la novela de José Mármol. “La literatura argentina comienza con una violación”, es la fórmula de ese descubrimiento.

“Viñas plantea una violación en varios niveles -dice Canala-: la violación de los cuerpos, en el caso del joven unitario vejado por la mazorca en El matadero; la violación de los espacios, con la irrupción de los rosistas en la casa de Amalia, y la violencia del lenguaje, en los jóvenes que hablan en francés ante los mazorqueros. Ese conflicto de espacios, de cuerpos y de lenguas es una idea muy potente y teje un hilo invisible que se completa más tarde cuando Viñas cierra el ensayo con su trabajo sobre Rodolfo Walsh”.

La violencia política atraviesa así dos siglos de historia argentina en la mirada de Viñas. “Esa serie es muy propia de su método. Viñas piensa que la literatura argentina es una gran caja de resonancia, a lo que llama mancha temática: la mancha temática de la violencia aparece con el rosismo y llega hasta la dictadura y Walsh, el intelectual que pone el cuerpo entregando la carta abierta a la junta militar”, agrega Canala.

“Los años 70 marcan un desplazamiento en la figura del intelectual comprometido -señala a su vez Marcos Zangrandi- y eso va a estar presente en el trabajo de Viñas a partir de su exilio en EEUU y Europa después del golpe militar de 1976, y en su regreso a la Argentina con la democracia”.

En el exilio escribió otra de sus grandes obras: el ensayo Indios, ejército y frontera (1982). Mucho antes de que se problematizara el exterminio de la población indígena durante la campaña al desierto, Viñas trazó una continuidad entre la época de Julio A. Roca -cuando el ejército que había logrado la independencia, según su mirada, se convirtió en el ejército al servicio de la clase dominante- y el de la última dictadura. En Cuerpo a cuerpo (1979) aborda el mismo proceso histórico desde la ficción y con foco en los centros clandestinos de detención, donde desaparecieron los hijos que tuvo con la escritora Adelaida Gigli: María Adelaida, secuestrada por el Ejército el 29 de agosto de 1976, y Lorenzo Ismael, secuestrado por la Policía Federal el 26 de junio de 1980.

Un pensamiento actual

Viñas también fue en sus últimos años un personaje de los medios masivos, sin perder su perfil crítico como puede verse en una intervención en el programa televisivo Los siete locos muy difundida en la web. “Si me apuran, Walsh es mejor que Borges”, declaró en una entrevista que provocó una polémica y que antes que un exabrupto encuadra en su valoración del autor de Operación Masacre como antítesis del intelectual burócrata, el que se somete al poder, y emblema trágico del intelectual crítico.

Zangrandi relativiza el encono con Borges: “Hay una ponderación negativa del Borges conservador de los 60 y 70, del Borges que es condecorado por Pinochet y se reúne a almorzar con Videla y a la vez la idea de una literatura reaccionaria, que se repite. Pero también un rescate del Borges de los años 20. Viñas destaca la mirada de los primeros poemarios de Borges, al situar como escenario la ciudad de Buenos Aires en su diversidad de los barrios, y la figura de Borges es también lo que más rescata de la revista Sur”.

Una primera compilación de sus textos periodísticos -“su obra invisible”, dice Canala-, la próxima reedición de Literatura argentina y política, el proyecto de la Biblioteca Nacional de publicar un libro que Viñas dejó inconcluso sobre Lucio V. Mansilla -otro de sus autores de referencia en la literatura del siglo XIX- dan cuenta de la persistencia de su obra. “El gesto aguerrido que lo define es siempre atractivo para la lectura, y su lenguaje no envejece -dice Zangrandi-. Y está su idea de que no se puede leer literatura argentina si no es dentro de un proyecto político y cultural. La deuda es el filo que tiene la crítica en Viñas, algo que cuesta encontrar en la crítica posterior”.

Juan Pablo Canala distingue la actualidad del crítico y la del narrador. “Los dueños de la tierra Hombres de a caballo son grandes novelas realistas, pero con la renovación estética de fines de los años 60 ese realismo empezó a tener sus reformulaciones -analiza-. Con la crítica es diferente: Viñas deja una marca en el modo de leer porque con él se formaron los críticos hoy más importantes de literatura argentina, como Gonzalo Aguilar, Martín Kohan, Alejandra Laera y Sylvia Saítta, y porque armó grandes panoramas de autores y de problemas, e hipótesis todavía por discutir”.

“El pivote de nuestro trabajo, de la crítica que realmente quiera ser tal -escribe Viñas en uno de los textos de Trastornos de la sobremesa literaria-, es la acción permanente y movilizadora mediante el cuestionamiento, prioritario, del sentido común: lugar, como se sabe, donde se depositan todas las cristalizaciones acatadas en general y que, de hecho, son consolidaciones de las rutinas, residuos más o menos canonizados de la ideología oficial”. Un objetivo, un recurso, un método: el dispositivo llega intacto al presente.