A días para las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), la guerra de encuestas, métricas de redes sociales y sondeos de opinión están a la orden del día por todos los medios de comunicación.
Consultoras de todos los colores disparan sus proyecciones sobre los resultados electorales que se avecinan y trazan especulaciones sobre el corrimiento de los votos hacia uno u otro lado de grieta, minuto a minuto en función de cada acontecimiento, acusación o dicho.
La tensión entre el votante duro y los indecisos. ¿Cuánto impactó la foto de la reunión del presidente Alberto Fernández en la Quinta de Olivos por el cumpleaños de la primera dama en el escenario electoral? ¿Cuál será el resultado en la provincia de Buenos Aires?¿Qué peso tienen las palabras de Mauricio Macri en cada entrevista?
Para el economista y docente de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Juan Pablo Carranza, -que casualmente se llama como el autor de este artículo- la mayoría de las encuestas que ven la luz en tiempos electorales tiene una intencionalidad política más que una finalidad informativa.
“La encuesta tiende a formar la opinión del indeciso que se inclina por votar, según varios estudios, al posible ganador, salvo que haya una opinión formada”, apunta. Y agrega: “En tiempos de grieta donde hay un margen amplio que oscila entre uno y otro proyecto, esto se convierte en un factor importante”.
“Hay dos tipos de encuestas -considera- las bien hechas y las encuestas exprofeso mal hechas. ¿Qué impacto tienen las mal hechas? Son operaciones. La encuesta bien hecha no se difunde, salvo que le caiga bien al cliente. Cuando se recibe una encuesta es algo que a esa persona le interesa difundir. Entonces sea bien o mal hecha está mediada por una intencionalidad que busca formar opinión. Nadie vota al perdedor salvo que tenga un interés específico”.
Las cuestiones metodológicas suelen ser el principal problema de las encuestas. En la Argentina el mínimo que establece la regla matemática para realizar una encuesta nacional que sea representativa son 400 casos en todo el país. Se debe precisar la forma de captura -presencial por mensaje de texto, etcétera- el tamaño de la muestra y la selección que debe ser aleatoria.
Pero eso tampoco garantiza una real impresión del clima. “Quienes te responden una encuesta electoral, generalmente, ya tienen una opinión formada o militan en algún espacio, y no se puede proyectar esa respuesta sobre los indecisos. Ahí hay un sesgo de no-respuesta”, apunta, y señala que también hay sesgos geográficos que distorsionan las imágenes que se extraen de las encuestas.
Pero este fenómeno de bombardeo de porcentajes sobre la imagen de un candidato, una gestión o una propuesta o modelo no es exclusivo de la Argentina. A nivel internacional las encuestas viven también un escenario complejo.
Cinco años atrás, casi ningún encuestador se animaba a proyectar que Donald Trump llegaría a la presidencia de los Estados Unidos. Lo mismo ocurrió con la aprobación del referéndum del Brexit o el rechazo a los acuerdos de paz en Colombia.
El factor Covid
A esta inestabilidad de los sondeos se le agrega ahora el factor pandemia. “Lo que se ve a nivel internacional es una crisis de la relación entre la élite política y la ciudadanía y está visto con las elecciones que han mermado la participación electoral”, apunta el politólogo y consultor Federico Zapata.
El ejemplo más reciente de esto es la elección de la provincia de Salta donde votó el 64,4% del padrón y el 12% de los votos totales fueron en blanco.
“La sociedad está atravesando una crisis interior que no es externa pero está molesta con la crisis que produjo la pandemia. Las elecciones van a ayudar a decodificar eso”, dice Zapata.
Hay fenómenos que vuelan por debajo del radar de los encuestadores y que son muy difíciles de descifrar sobre todo ante el escenario post Covid-19. Para Zapata hay dos interrogantes clave en esta elección, “el alcance de la nueva derecha y el impacto de los perdedores de la última década”.
“El comportamiento de los jóvenes está redefiniendo una identidad. Hay una nueva generación con una nueva socialización y subjetividad que se mueve dentro de un polo liberal y anti estado, y es fuerte”, apunta el politólogo.
Este fenómeno que principalmente se cristaliza en las redes sociales lleva a otra pregunta: ¿cuán representativo es lo que ocurre en las web del humor social?
“Se suele hacer muchas encuestas por redes sociales y no es el mejor vehículo. Inclusive son distintas las poblaciones con sus preferencias. Por ahí la gente de twitter está más politizada que la gente de Instagram. La gente de Facebook tiene una edad promedio más grande que la de Instagram. No se puede hacer una encuesta en una red social y pretender ser abarcativo de toda la población”, explica Carranza.
Básicamente ante un escenario inestable, donde se complica la medición de los humores, las PASO, la mayor encuesta social, marcarán el ánimo de la población.