Un año sumidos en la involución de otra guerra
Un año después de que comenzaran a sonar las sirenas de alarma y cayeran las primeras bombas sobre su suelo la guerra que tiene a Ucrania como teatro de operaciones parece lejos de un final negociado o de, al menos, una tregua.
La verborragia bélica que han derrochado en las últimas horas diferentes actores de un conflicto que nunca fue solo de dos gobiernos o países enfrentados, sino que entraña una redefinición del tablero geopolítico europeo y global, hace temer una nueva escalada cuando el invierno en el Norte dé paso a la primavera boreal.
Tienen la intención de convertir el conflicto regional en una confrontación global. Así es como lo entendemos y responderemos en consecuencia, ya que se trata de la existencia de nuestro país. Ellos no pueden no darse cuenta de que es imposible derrotar a Rusia en el campo de batalla, dijo Vladimir Putin, en su discurso ante la Asamblea Legislativa en Moscú.
El jefe del Kremlin, quien en febrero de 2022 anunció con el eufemismo de una operación militar especial el inicio de la invasión de su vecino, volvió esta semana a justificar esa ofensiva como una medida destinada a proteger a la población ruso hablante de la región del Donbás, frente a los ataques lanzados desde Kiev por sectores de ultraderecha fogoneados por Occidente en la guerra que azotó esa región, en 2014.
Putin apuntó en su alocución contra la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y más concretamente contra Estados Unidos, a quien acusó de querer usar el conflicto de Ucrania para lavar su imagen o blanquear una mala reputación ligada a intervenciones e injerencias en el mundo, que -según dijo- desde 2001 dejaron unos 900 mil muertos y 38 millones de refugiados.
Fueron ellos quienes dejaron salir el genio de la botella, quienes sumieron en el caos a regiones enteras, aseveró el mandatario ruso. Lo hizo antes de volver a denunciar que la alianza occidental, a la que pidió incorporarse el gobierno ucraniano de Volodimir Zelenski, hacía tiempo preparaba bases militares y laboratorios biológicos secretos cerca de su frontera, que suponían una seria amenaza para Moscú.
La política de Occidente ha convertido a Ucrania en un material desechable y el pueblo se ofreció como sacrificio, dijo el ex agente de la KGB que rige los destinos de Rusia desde inicios de este siglo de manera directa o por interpósita persona.
Gestos y municiones
Como si se tratara de una batalla dialéctica que se da en paralelo al fuego cruzado real que ha dejado en estos 12 meses decenas de miles de muertos y heridos, las palabras de Putin tuvieron respuesta casi inmediata de su par estadounidense, Joe Biden. El jefe de la Casa Blanca realizó una visita relámpago a Kiev, donde se mostró con Zelenski y ratificó un apoyo cada vez más ostensible a las fuerzas ucranianas.
Horas después, y tras reunirse con su colega polaco, Andrzej Duda, en Varsovia, Biden proclamó que Ucrania nunca será una victoria para Rusia.
Hace un año, el mundo temía la caída de Kiev, pero déjenme contarles que he ido y he visto que Kiev permanece firme, que permanece de pie, que permanece orgullosa y, lo más importante de todo, permanece libre, declaró el gobernante norteamericano que por segunda vez pisaba la capital polaca en menos de un año.
Biden sostuvo que la Otan estaba sólida como una roca, que Occidente no tiene intención de atacar Rusia (aunque anunció nuevas sanciones económicas), y alegó que cuando Putin ordenó la invasión no solo se puso a prueba a Ucrania sino que el mundo entero afrontó una prueba histórica.
En su simplificación del estado actual del conflicto y su posible evolución el presidente estadounidense sentenció: Si Rusia deja de luchar, la guerra acabará. Si Ucrania deja de luchar, se acabará Ucrania. La venia para la entrega de más dinero y material bélico para continuar la guerra ya había sido dada por el gobernante demócrata.
Como se ve, los argumentos a favor de seguir las hostilidades invocando razones tales como la propia supervivencia o la seguridad de las naciones enfrentadas deja escaso margen para una negociación. Más allá de las medias verdades que no alcanzan a disimular flagrantes responsabilidades entre los involucrados directos y secundarios del conflicto, es oportuno recordar que las potencias que rasgan hoy sus vestiduras por el accionar de un régimen autocrático en otro Estado soberano han usado repetidamente idénticos métodos de intervención armada con argumentos preventivos o de defensa que escondían otros oscuros intereses. Difícil hallar a poderosos en condiciones de arrojar la primera piedra.
¿Actores de reparto?
Por su lado, el otrora comediante y ahora presidente en guerra de Ucrania, sigue reuniéndose con jefes de Estado y líderes aliados a quienes pide más apoyo en recursos y armamentos. De hecho, trascendió que luego de conseguir el visto bueno para la entrega de tanques alemanes y estadounidenses, Zelenski pidió que la Otan le suministre aviones de combate y sistemas de lanzamiento de misiles de largo alcance, con los que pueda llegar hasta Crimea.
El jefe del gobierno de Kiev también sumó su condimento a la retórica bélica en el inicio de la semana de aniversario. Si China se alía con Rusia habrá una guerra mundial, dijo tajante.
En realidad, Zelenski pareció abonar con esta frase una advertencia formulada por el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, a las autoridades de Beijing. El jefe de la diplomacia estadounidense indicó que un posible suministro de armas o material letal de China a Rusia supondría una gravísima escalada en el conflicto.
De inmediato, sin que se pronunciara de manera expresa su presidente, Xi Jinping, el Ministerio de Exteriores chino contestó a Washington. Estados Unidos no nos puede dar órdenes… no está calificado para ello, señaló Wang Wenbin, portavoz de la cancillería del gigante asiático.
Nunca aceptaremos las críticas de Estados Unidos, ni siquiera la coerción y la presión sobre las relaciones entre China y Rusia, añadió el portavoz del gobierno de Beijing, quien aseguró que ese país seguirá manteniéndose firme del lado del diálogo y la paz y desempeñará un papel constructivo para aliviar la situación.
China sugirió además a Estados Unidos trabajar por una solución política de la crisis en lugar de avivar las llamas o sacar provecho de ello. Beijing prometió someter a consideración una iniciativa de paz, aunque Zelenski dijo desconocer detalles de este plan y negó haber visto una documentación oficial al respecto.
Desde su inicio la guerra en Ucrania ha sido una disputa incómoda para el gobierno chino, que mantiene una alianza estratégica y comercial con Rusia pero también tenía fuerte intercambio con Kiev. Asimismo, la inestabilidad global y el reagrupamiento de Europa en torno al liderazgo de Estados Unidos en la Otan plantean obstáculos a sus planes sobre la Nueva Ruta de la Seda e inversiones en el Viejo Continente.
China alternó abstenciones con votos en disidencia en el Consejo de Seguridad pero, pese a sus discrepancias con la actual ofensiva, siempre se cuidó de no dañar el vínculo con su aliado euroasiático. Más aún cuando Estados Unidos y su actual diplomacia cargaron tintas contra Beijing y atizaron su disputa con Taiwán.
Tramas oscuras
Para la ONU y otros organismos internacionales queda el desafío de tratar de acercar a las partes y al mismo tiempo de comenzar a investigar los crímenes de guerra por los que ambos bandos se acusan mutuamente. Ninguna de esas tareas parece sencilla y viable hoy.
A comienzos de febrero volvió a cobrar cuerpo la versión de que Estados Unidos estuvo detrás de los actos de sabotaje que dañaron los gasoductos Nord Stream I y II para impedir el flujo de gas desde Rusia hacia Alemania y el resto de Europa. El reconocido periodista Seymour Hersch, ganador de un Pulitzer, reveló que buzos de la marina estadounidense colocaron los explosivos en los ductos durante un ejercicio militar conjunto (los Baltops 22) que la Otan realizó en julio del año pasado en el Mar Báltico. Y agregó que la detonación de las cargas estuvo en septiembre a cargo de Noruega, otro de los países que, como Estados Unidos, ha acometido la provisión de gas al Viejo Continente a un precio sensiblemente mayor al que fijaba Moscú.
Detrás del horror de cada guerra hay quienes siempre hacen ingentes negocios. La industria armamentística, que prueba sus nuevos modelos y máquinas de destruir y matar, y los encargados de reconstruir territorios arrasados por misiles y artillerías son algunos de ellos.
Zelenski pidió más armas y fondos cada vez que estuvo ante representantes de la Alianza Atlántica o la Unión Europea y según denuncia Moscú, el gobierno de Kiev ya ha recibido el equivalente a 150 mil millones de dólares para continuar la guerra.
Una cifra similar es la que expertos estiman que demandará reconstruir el país desde el momento, aún incierto, en que cesen las hostilidades. El mismo día que Biden visitaba fugazmente la capital ucraniana también pasó por Kiev Kistalina Georgieva, la directora general del Fondo Monetario Internacional, que prepara desembolsos de préstamos para Ucrania.
Por su lado, Biden afirmó que según el Banco Mundial la economía de Rusia se contrajo un 4,5 por ciento en 2022 por efecto de las sanciones impuestas a raíz de la invasión, a las que prometió acentuar. Generar una reacción interna contra el Kremlin es parte de una estrategia que hasta hoy no pareció dar los resultados que se esperaban.
A su vez, Putin sostuvo en su mensaje a la Asamblea que el país tendrá una cosecha récord de más de 150 millones de toneladas de cereales, incluidas más de 100 millones de toneladas de trigo y anticipó una exportación de entre 55 y 60 millones de toneladas para junio próximo.
Estas cifras se dieron casi al mismo tiempo en que el presidente ruso anunciaba que su país suspendía su participación en el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, START III, aunque luego aclarara que no se trataba de una renuncia al acuerdo ni significaba que su país aumentaría este tipo de arsenales.
Más tensión
La noticia sobre el START III tuvo inmediata réplica de parte del jefe de la diplomacia de la Unión Europea, el catalán Josep Borrell, quien dijo que la decisión de Rusia destruye el sistema de seguridad internacional creado después de la Guerra Fría.
A los recelos y desconfianzas de la Guerra Fría pidió no volver también China, aunque apuntó como responsables de esa involución a la conducta de algunas potencias occidentales.
Así están las cosas a un año del inicio de este conflicto armado que ha provocado decenas de miles de víctimas (las cifras dadas por ambos bandos son muy dispares y contradictorias) y millones de desplazados. Kiev asegura que unos 140 mil combatientes rusos han muerto hasta ahora, frente a los entre 10 mil y 13 mil soldados caídos en la defensa de Ucrania. Moscú cifra en menos de seis mil los soldados rusos fallecidos en combate y adjudica decenas de miles de bajas entre las tropas ucranianas.
Un recuento de Naciones Unidas reportó 7.200 civiles muertos, 258 de ellos niños. La oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) reveló que más de ocho millones de personas cruzaron las fronteras de Ucrania para escapar de la guerra, a los que hay que sumar más de cinco millones de desplazados internos que debieron cambiar su lugar de residencia para ponerse a salvo.
La tragedia humanitaria, que volvió a ocupar espacios centrales en portadas e informativos a raíz de este aniversario, acaso interpele a líderes para que abran una instancia de diálogo. Hasta aquí, tanto dolor no ha sido suficiente. Tampoco los daños colaterales que esta guerra trajo en inflación global y aumento de precios de energía, combustibles y alimentos, conformando un combo que ha sumado 141 millones de pobres más al mundo y nuevas hambrunas a su periferia.