10 años del pontífice argentino

“Sabía que una figura como la de Bergoglio haría mucho bien a la Iglesia y al mundo”

Una década después de que el cardenal jesuita se convirtiera en el Papa Francisco, quienes lo conocen de cerca destacan los valores que siempre lo marcaron y que multiplicó al llegar al Vaticano. Javier Soteras, párroco de la catedral de Córdoba y director de Radio María Argentina, evoca además la emoción de aquel atardecer de 2013. Por Marcelo Taborda
soteras Redaccion mayo
11-03-2023
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Foto del archivo de La Voz del Interior.

La fecha del 13 de marzo de 2013 ya ha entrado en la historia de un modo significativo para todos los cristianos, aunque de una manera especial para quienes nacieron en esta parte del mundo. Hace 10 años, el cardenal Jorge Mario Bergoglio era elegido como el nuevo Pontífice y, tomando por primera vez para ese cargo el nombre de Francisco, se convertía en el primer Papa jesuita, el primero no nacido en Europa desde el año 741, el primer latinoamericano y el primer argentino escogido como sucesor de Pedro.

Los gestos y señales de cambio de quien -como él mismo dijo esa noche- los cardenales parecieron venir a buscar hasta “el fin del mundo”, no tardaron en ser destacados por millones de fieles católicos, pero también de observadores no creyentes en el mundo entero.

Con una impronta sencilla pero a la vez enérgica, con gestos de austeridad y empatía que no ahorraban firmeza a la hora de denunciar injusticias o reclamar por los más necesitados, la voz de Francisco fue cada vez más escuchada y ponderada como referencia.

Habló sin eufemismos desde su primer viaje apostólico a la isla italiana de Lampedusa, donde fustigó el drama de los migrantes que mueren en naufragios en el Mediterráneo y denunció la “globalización de la indiferencia”. Idéntica conducta mostró en su reciente visita a la República Democrática del Congo y a Sudán del Sur. En el primero de estos países reclamó que “no toquen África” y que “dejen de asfixiarla”, porque -dijo- “África no es una mina que explotar ni una tierra que saquear”. Y en Sudán del Sur volvió a abogar por el fin del tráfico de armas que alimentan letales conflictos. “Aquí se necesitan muchas cosas, pero ciertamente no hay ninguna necesidad de más instrumentos de muerte”, sentenció el Papa.

Tanto en su exhortación a los jóvenes y a las diócesis a los que en su primer encuentro en Brasil llamó a hacer lío, a salir afuera, “porque la Iglesia no puede ser una ONG”, como en gestiones de paz encaradas en el complejo escenario de Medio Oriente, a cuyos líderes reunió tras una histórica visita a Tierra Santa, Francisco mostró intactos los rasgos del Bergoglio que de modo simple actuaba a diario en Buenos Aires.

Así lo atestigua el presbítero Javier Luis Soteras, director de Radio María Argentina y, desde octubre pasado, párroco de la Catedral de Nuestra Señora de Asunción, el templo mayor de la ciudad de Córdoba.

Cercano a quien hoy es la máxima autoridad de la Iglesia, Soteras fue testigo directo de aquella jornada histórica en la Plaza San Pedro de una década atrás. Pero además, horas antes de que el Cónclave llegara a la fumata blanca y anunciara el nombre de quien reemplazaría al abdicante Benedicto XVI, este sacerdote cordobés trazó una suerte de perfil que el nuevo pontífice debería reunir para afrontar los retos más urgentes de la Iglesia Católica. El título del artículo y la fotografía que acompañó su escrito podría decirse que resultaron premonitorios de las emociones que viviría después junto a un grupo de colegas cordobeses.

Diez años más tarde, Redacción Mayo acudió a Soteras para evocar aquella histórica tarde y repasar lo que han sido estos años de pontificado del primer Papa argentino.

-¿Qué sintió en aquella tarde lluviosa de Roma, cuando se anunció el nombre de Bergoglio como el nuevo Papa? ¿Intuía personalmente que eso podía suceder?

-El recuerdo de aquella tarde noche de Roma, el 13 de marzo de 2013, es muy particular, porque de alguna manera, tal cual lo escribía en una nota en el diario La Voz del Interior a la mañana, la expectativa de la Iglesia era que quien llegara tuviera el espíritu de Francisco de Asís; por la crisis profunda que atraviesa la Iglesia y por la necesidad de encontrar lo genuino del Evangelio. Conociéndolo a Bergoglio, de alguna manera la corazonada era que quien podía encarnar ese espíritu era él. Pero claro, una cosa es pensarlo, intuirlo, creer que así puede ser, y otra cosa es si eso finalmente ocurre. Así que fue grande la emoción, que quedó además públicamente de manifiesto por la nota que me hacen en vivo en el momento en que el cardenal (Jean Louis) Tauran sale a la logia y nombra a Jorge Mario Bergoglio como el nuevo Pontífice cuyo nombre es Francisco. Así que esa emoción quedó para mí marcándome para siempre. En el ministerio sacerdotal y también como periodista, y además también quedó registrado. 

Primera bendición del Papa Francisco.

Turbulencia y clamor

-¿En qué o quiénes pensó en ese momento del anuncio y cómo lo vivió estando en la Plaza San Pedro?

-En el momento en que lo eligen Pontífice pensé en una Iglesia dolida, sufrida, y en una Humanidad también en crisis. Yo sabía que una figura como esta, como la de Bergoglio, por la grandeza de su corazón, por su capacidad de discernimiento, por su espíritu emprendedor, por su claridad profética, iba a hacer mucho bien a la Iglesia y al mundo. Así que de alguna manera se me cruzaron un montón de rostros necesitados de un estilo de pontificado que él nos regaló y nos regala, y eso para mí fue verdaderamente muy conmovedor y muy pacificador también. Porque hay que decir que los momentos que se estaban viviendo, para mí al menos, hacia adentro de la Iglesia hasta la llegada de Francisco eran de mucha turbulencia.

-La nota que publicó en La Voz y tuve la suerte de editar horas antes de la elección de Bergoglio se tituló “Si se llamara Francisco”, y en ella además de recoger el pedido de un hombre que acudía al Vaticano con una pancarta aludió al nuevo guía que la Iglesia necesitaba… ¿Cómo ve a 10 años de aquellos hechos esa conexión previa que hubo con lo que sucedió horas después?

-Lo decía el hombre que en la plaza apareció con el cartel, el hombre de la calle con ese cartel que tenía escrito en italiano y rezaba Francisco Primero Papa. Sobre eso nosotros después hacemos la nota que publica La Voz del Interior; fue como un presagio, como un adelantado este personaje y nos pareció -en el momento en que escribíamos la nota- como un clamor que venía de las calles. Parece que el cielo lo escuchó y lo hizo presente a este hombre. Pareciera que hubiera abierto él el camino hacia la elección de Francisco. Como que representaba el grito de muchos que esperábamos un estilo pontifical como el que vemos encarnado en Francisco Papa.

-¿Cuáles consideraría que han sido los mayores cambios que ha logrado introducir y generar y cuáles las dificultades más grandes que Francisco ha afrontado en esta década en el interior de la Iglesia?

-Yo considero que el pontificado de Francisco está marcado por la alegría. Evangelii Gaudium, Gaudete et Exsultate, Amoris Laetitia, Laudato Si, Fratelli Tutti, son todas expresiones bien franciscanas que hablan de la alegría de vivir el Evangelio. Y yo creo que esta es la nota más típicamente bergogliana de su pontificado. Todos estamos asombrados de ver reflejada esa alegría en su rostro, como si fuera el pontificado el que le ha devuelto a Bergoglio una alegría que no se le veía tan manifiestamente expresada en su rostro cuando era cardenal, aquí entre nosotros. Más bien tenía un rostro adusto, serio, desafiante en lo que significa firme… Y aquí también, aunque su firmeza es grande, lo hace con la dulzura de vivir la vida del Evangelio con alegría, y eso me parece que habla muy bien de cómo ha de llevarse adelante el anuncio de la Buena Noticia.

Fraternidad como legado

-Si tuviera que elegir cinco legados que el Papa argentino ya ha dejado a la Humanidad con sus acciones y maneras de interpelar al mundo, ¿por cuáles se inclinaría?

-Hacia adentro de la Iglesia, el llamado a vivir como hermanos y sellando esto en el camino doble, diría yo, de discernimiento, de espíritu que nos permite encontrar las rutas que nos llevan a la fraternidad y el ejercicio de la sinodalidad, como modo y forma de estar presente como Iglesia en el mundo, con un mensaje de fraternidad.  Sinodalidad quiere decir caminar juntos y es el estilo que Francisco propone ya sobre esta etapa del pontificado, invitándonos a eso, a encontrar los rumbos que tenemos como desafíos como Iglesia, no dependiendo sino de ponernos de acuerdo en el espíritu como hermanos. También me parece que hay un rasgo típicamente bergogliano en su pontificado, que como decía antes es la alegría con la que nos invita a vivir la vida del Evangelio. Y hacia la sociedad, hay dos cosas me parece, dos mensajes claros: el camino es el de la fraternidad. Ante un mundo que vive en conflictos permanentes, una tercera guerra mundial por partes, resuelve esta dimensión de fratricidio con la contracara de ello que es la vivencia del espíritu de la fraternidad. Y por otra parte, el cuidado de la Casa Común, Laudato Si; parece que es un profeta de los tiempos a los que hay que prestar atención para no terminar con nosotros mismos, atentando contra lo que le da sustento a nuestra vida que es la Casa Común. 

-¿Por qué cree que la figura de Francisco cosechó un reconocimiento y una empatía globales que muchos argentinos no le dispensan? ¿Cree que alguna vez regresará a nuestro país como Pontífice?

-Creo que la figura de Francisco a nivel mundial es impactante porque es auténtica, porque es directa, porque no hay eufemismos, porque se desprende de todo boato pontifical en el sentido de principesco. Está marcado por ser un hombre de la calle que expresa en el pontificado un legado que nos queda por delante de sensibilidad y simpleza evangélica, lo cual hace muy bien a la Iglesia. Y creo que la Argentina se pierde la posibilidad de recibirlo a Francisco. Yo creo que la vocación de él es venir, pero se ha hecho todo para que no venga. Sobre todo desde algunos sectores de la comunicación y de la clase política; algunos sectores de la economía, que ven como amenazante una figura tan fuerte que viene a terminar con algunas maneras y modos de manipular la convivencia social en la Argentina y lo que hacen es profundizar más la división.

Como en Buenos Aires

-La opción por los pobres que planteó de entrada en un mundo que parece haber ahondado desigualdades tras la pandemia, y sus repetidos llamados a la paz frente a conflictos como el de Ucrania, ¿son escuchados por  líderes y dirigentes políticos mundiales y locales? 

-La voz de Bergoglio es la misma que sonaba en las calles de Buenos Aires y en las villas que él visitaba cuando denunciaba la trata de personas, cuando invitaba a despertar de aquella locura que fue Cromañón, cuando llamó a la ciudad a volver a Dios y cuando invitó a que fuera la ciudad un santuario todo a Dios, olvidándose o quitando del medio todo lo que denigra la convivencia social en una ciudad tan bella, hermosa y desafiante como Buenos Aires. Eso que vimos ahí después lo multiplicó a nivel universal y eso tiene una fuerza única. Claro que es ir a contrapelo de lo que la sociedad de consumo, de las finanzas, del armamentismo, del ejercicio de poder indiscriminado plantean como modo y estilo de liderazgo, y no hay forma de que eso pueda, de alguna manera, sintonizar en un mismo sentido; son como el agua y el aceite, los estilos de liderazgo de Bergoglio y otros líderes mundiales que también, sobre todo del ámbito religioso o algunos pensadores importantes tienen como forma de entender la sociedad que viene muy distante del ejercicio del poder y de la fuerza destructora que el poder cuanto vivido en términos solamente economicistas o de sujeción de los pueblos tiene como discurso y como acción. 

-Si estuviera a su alcance, ¿qué regalo le llevaría este lunes a Francisco desde Córdoba?

-De llevarle un regalo a Jorge Mario Bergoglio, para celebrar esta fiesta con él, sería un abrazo y decirle ¡gracias!, porque ha estado tan cerca en lo personal mío. Hace pocos días falleció mi madre y ha tenido un gesto increíble de mandarme una nota de puño y letra para decirme que me acompaña y que está conmigo en estos momentos de tristeza y dolor. Así que no tengo más que eso para decirle, ¡Gracias! y darle un abrazo…