Diálogos / Nicolás Pousthomis, fotógrafo documental

“No tenemos que sumar otra capa más de morbo a la información”

Reflejó desde las calles el diciembre caliente de 2001 y se adentró en las construcciones sociales que sobrevinieron en Argentina tiempo después. Desde entonces pasaron ante su lente conflictos y cambios cruciales en el continente; una pandemia y maneras muy diferentes de encarar un trabajo para el que considera imprescindible la honestidad. Por Marcelo Taborda
nicolas pousthomis-dialogos Redaccion Mayo
04-01-2023
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Admite que las imágenes que captó el 19 y 20 de diciembre de 2001 siguen siendo “una brújula” en eso de mostrar el mundo y contar lo que pasa “desde adentro”. También aclara que con el tiempo se dio cuenta de que “ninguna foto vale la vida de un fotógrafo”. Cofundador junto a colegas de la cooperativa Sub y partícipe de muchos otros proyectos colectivos, Nicolás Pousthomis, nacido hace 47 años en Buenos Aires, respondió desde Barcelona a las preguntas de Redacción Mayo.

-¿Hasta qué punto, 21 años después, te marca en tus trabajos actuales tu cobertura de aquel diciembre de 2001?

-A este trabajo a veces lo he percibido casi como una declaración de principios. De alguna manera marcó un modo de fotografiar, con una intencionalidad asumida y declarada, y mis fotos de ese día no tienen aspiraciones analíticas, informativas o archivísticas, sino que son casi un testimonio de un activista con cámara que retrata su experiencia en primera persona. Siempre vuelvo a esas imágenes. Si bien ha cambiado mi modo de fotografiar, estas fotos están hechas con una cámara muy rústica, rudimentaria, es película en blanco y negro que yo revelaba de manera artesanal y ahora saco en digital, con otro proceso, otra elaboración, otras propuestas y lenguaje y usando otros recursos, me reconozco en esas imágenes aún en el día de hoy porque justamente tienen esa carga particular y es también de alguna manera como una brújula; es mostrar el mundo con esta subjetividad y desde este lugar, acompañando los procesos y tratando de contar los eventos desde adentro.

-Ante situaciones extremas como aquella, que te toca retratar y documentar, ¿cómo se traza el límite -si es que lo hay- entre ser intérprete, comunicador y protagonista de la realidad?

-Yo me hice muchos reproches cuando a la distancia vi las fotos que tomé en 2001, porque siento que ahí hay una falta de oficio de mi parte y una exposición demasiado inconsciente, poco responsable. Mi hija nació en 2001, en enero, y cuando veo esas fotos siento que no tuve en cuenta el riesgo que tomé en ese momento y que de alguna manera me superó el entusiasmo colectivo. Tiempo después me tocó retratar en Santa Cruz de la Sierra un conflicto muy fuerte, también con hechos de violencia, con muertos… En general trato de leer la situación y saber cuál es mi rol dentro de ese contexto; si es de informar, de registrar los hechos, de tratar de compartir un punto de vista sobre lo que sucede. Mucho tiempo trabajé en medios militantes, activistas, sociales y mi intención era tratar de mostrar ahí otro aspecto que los medios hegemónicos no mostraban, contar un poco el otro lado… Como no trabajaba para agencias sino para mí, trataba de elegir un bando, o elegir de manera ideológica cuál era el tenor de mis imágenes y adecuarme a eso. Ese límite creo que se va dando con el tiempo, uno aprende hasta qué punto exponerse y hasta qué punto no. Con el tiempo me di cuenta de que ninguna foto vale la vida de un fotógrafo y entonces aprendí a resguardarme y a saber hasta dónde tirar y hasta dónde no. Para les fotógrafes, la cámara tiene ese poder de abstracción y, en general, cuando colocamos el ojo en el visor sentimos que desaparecemos de la escena, que nos volvemos invisibles y eso no es tal. De hecho, muchas veces los fotógrafos y las fotógrafas son blanco de la policía o a veces de los mismos militantes, que no quieren ser descriptos o vistos si no conocen quién los está mostrando; tienen miedo de ser espiados. Trato de analizar la situación y no exponerme de más, ese sería el límite.

-¿Qué creés que aprendimos, en qué mejoramos y qué olvidamos como sociedad de aquello vivido dos décadas atrás en Argentina?

-Creo que los procesos históricos, los procesos políticos y sociales tienen un tiempo de decantación más elástico, más amplio, que los años de vida. Siempre me resultó difícil evaluar lo que sucedió en ese momento y qué impacto podía llegar a tener sobre la sociedad y sobre cada une de nosotres. Aprendimos ciertos aspectos de solidaridad ante la adversidad; también a inventar nuevos mecanismos de defensa, tanto en la toma de decisiones, como en la coordinación, en la escucha. Recuerdo mucho la influencia que tuvieron en la cooperativa que integro las asambleas populares, los movimientos de desocupados y desocupadas, las fábricas recuperadas y cómo se cuestionaban por ejemplo las estructuras jerárquicas. Ahí tendíamos a tomar decisiones de forma horizontal e incluso cuestionando a veces hasta la propia democracia, diciendo que había que buscar consenso y no elegir lo que le convenía a la mayoría, sino tratar de encontrar un compromiso para que todes estuvieran conformes con las decisiones. Creo que de alguna manera eso perduró  y muchas expresiones después se conformaron de ese modo. La radio La Tribu, la Sub Cooperativa, que integro, son hijos de esos procesos. Esas son cosas que aprendimos, que mejoramos. Después, me acuerdo del eslogan “¡que se vayan todos!”, que fue cuestionado porque la gente dijo: al final no se fue ninguno. Creo que al buscar consenso no se quiso reemplazar un sistema dañado por otro también deficiente, sino que se tomó en cuenta que el camino era lo que se estaba construyendo y que era todo un proceso. Ahí aprendimos a no poner el objetivo en el horizonte, sino considerar que lo que se estaba construyendo día a día era parte de ese camino. 

-¿De qué manera las nuevas tecnologías y las redes sociales han influido y/o condicionado la labor de fotoperiodistas o documentalistas? 

-Es interesante pensar ese proceso, que creo que todavía está aconteciendo; son cambios que estamos empezando a percibir y soy de los que piensa que los efectos que han tenido son muy buenos. Antes, la fotografía estaba solo en manos de profesionales y para poder ser fotógrafe uno necesitaba tener una gran cámara y recursos, además de muchos conocimientos. Eso limitaba y hacía que en algún punto el relato se pudiera solamente producir desde esas personas que tenían la capacidad de aprender y poder comprarse esa tecnología. Hoy, por suerte, todes tenemos en nuestro poder, a través del teléfono celular, un dispositivo de captura de imagen, con lo cual se democratizan mucho los relatos y las propias comunidades pueden autorepresentarse y no hace falta que vaya un fotógrafo externo a contar su experiencia, su vida, su territorio. Pueden autorepresentarse libres de estereotipos, clichés, o lugares comunes que se solían tener sobre territorios externos o lejanos. Veo un gran avance en ese aspecto. Esto democratizó nuestra formación, ya que hubo cambios de paradigmas muy fuertes.  También, como fotógrafo, siento que la situación profesional de los medios, de los fotógrafos que producen para los medios cambió y se precarizó mucho nuestra labor. Hay muchos menos fotógrafos y no sé si hoy se puede sobrevivir de una manera free lance como lo podíamos hacer nosotres, que podíamos hacer un trabajo, producirlo y venderlo a varios medios, y sobrevivir y financiarnos. Pero mi mirada es optimista. Hoy si queremos ver buenas imágenes no las buscamos en el diario sino en las redes sociales de los fotógrafos que comparten mucho material. Pienso en el Mundial y todos los festejos que vimos en las redes sociales de los fotógrafos y era hermoso apreciar ese material como ellos lo producían para mostrarlos en las redes y no condicionado por un medio. Cuando uno trabaja para un medio ya piensa en la foto de apertura, en un detalle. Ayudás o tratás de entregar el material que le sirva al editor, al iconógrafo para que pueda componer sus imágenes con texturas. Hoy los fotógrafos ya no son tan estrictos en eso, se liberan. Así que estoy contento de atravesar este momento de tantos cambios.

-¿Se reemplazó a los grandes medios de comunicación con otros canales y plataformas alternativas? 

-Creo que sí, lo que sucedió es que se perdió un poco la confianza en los medios. La gente común solía creer lo que decían los medios sin tener en cuenta de que cada medio tiene su instancia tendenciosa, responde a intereses económicos y políticos. Lo que hacían era dar una versión de la información y a veces era más importante lo que omitían que lo que contaban. Eso fue muy flagrante en 2002, cuando pasó lo de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki y los medios al otro día trataron de generar la idea de que la muerte de estos dos manifestantes había sido producto de enfrentamientos entre bandos opuestos y no que había sido la policía; aún teniendo imágenes y pruebas de que había sido la policía. Ahí hay una especie de bisagra y el periodismo y la fotografía son de los elementos que más se resintieron. Se comenzó a cuestionar la idea de objetividad y a entender que siempre se mostraba un punto de vista que respondía a intereses. Ahora hay diversidad y en esa diversidad creo que cada une está buscando informaciones en función de su propio punto de vista. Uno se informa buscando justificar sus respuestas u opinión, o buscando argumentos para reforzar sus pensamientos. Eso no sé si es positivo o negativo. A veces se crean nuevos medios pero que sirven para hablarle a la propia tribu, a las propias personas convencidas. Por eso siento que en América Latina la brecha, la grieta es cada vez más amplia. Las elecciones en Brasil demostraron eso. Se refuerzan los extremos y no hay espacio de conciliación, para una discusión donde une pueda incorporar e integrar y entender y sentir empatía por las personas que piensan diferente. 

-¿Qué incidencia tienen las fake news y la postverdad a la hora de hacer foco en conflictos actuales? 

-Sobre las fotos, hay sospechas de si fueron retocadas, manipuladas, orquestadas con ciertos fines… El fotoperiodismo siempre va a existir y la gente necesita que le cuenten la verdad y saber qué sucedió, y el fotógrafo es un periodista que tiene que estar en el lugar, acudir al espacio, al territorio. A los hechos los tiene que vivenciar y cuando uno está en un lugar siempre tiene una visión más amplia y puede percibir y poner a prueba sus preconceptos. Las fake news siempre existieron pero ahora se hicieron más extendidas... A los fotógrafos eso nos puso ante un reto, porque ya sabemos que nuestras fotos son subjetivas y que van a ser interpretadas, porque es el punto de vista de una persona. Podemos utilizar la cámara como un disparador de preguntas… Uno sabe que las fotos van a estar sometidas a ese juicio y eso de alguna manera nos libera de la carga de registrar. Antes había pocos fotógrafos o fotógrafas que estaban en territorio y entonces sentíamos esa necesidad de mostrar lo que sucedía. Hoy sabemos que ese rol está cubierto por la cantidad de cámaras que hay; la gente ya fotografía lo que pasa y entonces podemos aportar nuestro punto de vista. A mí me gusta generar interrogantes, algún tipo de reflexión y que no sea simplemente mostrar lo que sucede sin aportar nuestro punto de vista.

-¿Cómo afectó la pandemia del Covid -19 tu vida personal y profesional?

-Fue muy particular. De manera profesional, sentí que frente a un hecho de tal magnitud se nos requería responder de manera colectiva y como sociedad. Decidí no salir por mi lado y solamente salí a cubrir cuando tenía un encargo. No fui a hacer fotos de hospitales, de aeropuertos, sin necesidad… Hice un trabajo personal que se llama La vida gris que fue publicado por el sitio web del New York Times, como una de las postales del Covid. Lo hice de manera artesanal, con cámara analógica. Usé una Pentax, cámara que no conocía; me puse un poco a prueba y traté de ver el mundo según una dimensión o un ángulo completamente nuevo. Así que me sirvió en ese aspecto. Como persona, como familia, atravesé muchos cambios. Ahora vivo en Mercedes, en el campo, a 100 kilómetros de Buenos Aires y eso sucedió a partir de todos esos desafíos a los que nos sometió la pandemia. Siento como que atravesamos un mundo nuevo, el cual no estamos seguros de cómo será, pero creo que nos modificó a todes y a mí en particular me cambió mi ámbito, la gente con la que vivo; y como fotógrafo volví un poco a las fuentes, a los orígenes… 

-La región vivió en los últimos años procesos de cambio que en algunos casos derivaron en estallidos con fuertes demandas sociales y en otros se desvirtuaron en golpes y rupturas institucionales, ¿qué mirada tenés sobre el futuro de Latinoamérica? 

-Estuve en Bolivia para la Guerra del Gas. Viví lo que pasó en Argentina. Estuve hace poco en Chile, donde está todavía muy presente el estallido de octubre de 2019… Nuestra región tiene esos ciclos que parecen como círculos viciosos, donde se vuelve siempre al principio. Sin embargo creo que nos vamos como alimentando también de esos cambios. El año pasado se hablaba de diciembre del 2001 en Argentina y se trataba de aislar el hecho y pensarlo como un hito y para mí no fue así. Eso era también producto de lo que había acontecido en Chiapas con los zapatistas, con el movimiento altermundialista en Seattle, lo que pasaba hasta con los anarquistas en Grecia... Todo era parte de lo mismo y tiene continuidad. Lo que pasó en Chile también repercutió en Argentina, así como el feminismo también es parte de una revolución cotidiana que se va dando. Obviamente vemos que esos procesos también sufren pasos en otras direcciones. Pensemos en lo de (Jair) Bolsonaro, que fue para mí una barbaridad; o lo que está pasando ahora en Perú, que es bastante triste pero difícil de percibir a la distancia. Siempre hay muchos aprendizajes, sabiduría que surge y se va construyendo como sociedad… Y ahí vamos dando -quiero creer-, pasos hacia una sociedad más justa e igualitaria; más consciente, generosa y empática; más solidaria… He visto que las sociedades como colectivo van encontrando formas y mecanismos de defensa para responder a la violencia. Eso es lo que quiero creer y siento que a veces se produce...

-En tu labor de mirar con ojos de niño, ¿qué es más difícil de retratar: pobreza y desigualdad o la felicidad de un pueblo?

-Yo decidí en mi vida retratar la construcción y la fuerza en los pueblos. Con Sub siempre nos reprochaban, nos cuestionaban, hablaban de no romantizar la pobreza, porque nosotres íbamos por ejemplo a la Isla Maciel o a la villa del Bajo Flores, o a visitar asentamientos campesinos y siempre mostrábamos a los protagonistas como héroes, como gente que construía, resistía y generaba tejidos sociales y alternativas… Siempre hemos preferido mostrar esos procesos desde un lugar hasta casi ingenuo a veces… Nos decían “está la violencia” y nosotros le mostrábamos a la gente construyendo, trabajando, a veces feliz también. Siento que el morbo siempre atrae a los fotógrafos y a las fotógrafas y que nosotres ya no tenemos que sumar otra capa más de morbo a la información. Entonces siempre elegimos mostrar los procesos desde ese lugar, que es más difícil. Lo fácil es cuando uno va a una villa y enseguida quieren mostrar las armas; o los pibes salen y por ahí sacan una pistola y quieren que les saquen una foto con esa pistola. Para mí eso no es productivo y siempre me ha resultado más difícil correrme de ahí, porque como fotógrafo es hasta lo que te da más rédito: mostrar la violencia, mostrar el estallido, mostrar el fuego. Para mí era más importante mostrar otro aspecto de lo que sucedía, así que intenté siempre correrme de ese lugar…

-¿Qué consejo darías a quienes recién comienzan en este oficio, profesión o camino?

-Me parece que lo que nos rindió a nosotres como colectivo y a mí en particular es tratar de ser honesto, ser sincero y liberarse, entregarse. Confiar en la mirada personal, no tener miedo de contar tu propia visión, trabajar para uno; pensar en eso de que el capital mayor que tiene cada fotógrafo, cada periodista es su legitimidad. No caer en la trampa de buscar lo espectacular, el acontecimiento para destacarse con las imágenes que buscan los medios, sino tratar de ir por el camino propio y apostar a ese camino. Tratar de contar desde tu punto de vista y ser honesto y genuino. Honesto con los otros y con uno mismo y tratar de que tus imágenes no sean del todo cerradas en sí mismas, sino que abran caminos, que abran interrogantes, que sirvan como disparadores.