Entrevista

“La normalización de la extrema derecha es un signo de época, no sólo en Francia”

Desde Burdeos, la periodista cordobesa Patricia Cravero destaca que los ultraconservadores lograron instalar su agenda. Y aunque lejos de las postales de Mayo del 68, asegura que “a la juventud francesa de hoy no se le puede achacar apatía”. Por Marcelo Taborda

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26-05-2022

“La victoria de Emmanuel Macron es incontestable, pero también lo es el descontento que genera en un sector importante de la ciudadanía, que siente que sus intereses no son tenidos en cuenta y que lo ve como un presidente que gobierna para las élites del país”, señala desde Burdeos la periodista cordobesa Patricia Cravero, en diálogo con Redacción Mayo.

Comunicadora social y locutora por la Universidad Nacional de Córdoba, ciudad donde trabajó en el diario La Voz del Interior, Cravero vive hace cuatro años en el sudoeste de Francia, por lo que cuenta con su propia experiencia para analizar casi todo el primer gobierno de Macron, y las implicancias de su reelección en la segunda, hace apenas un mes, para otros cinco años en el poder.

 

-¿El último balotaje fue un respaldo mayoritario y convencido a Macron o una elección del “mal menor” ante el avance de la ultraderecha?

-El avance y normalización de la extrema derecha, el descontento de un sector importante de la sociedad con Macron, el fracaso estrepitoso de los partidos tradicionales de izquierda (Partido Socialista) y derecha (Los Republicanos) y la irrupción de una alianza de izquierda liderada por la Francia Insumisa son elementos importantes para entender el escenario político francés tras la última contienda electoral. En el balotaje, muchos votantes eligieron a Macron muy a su pesar, para evitar la llegada al poder de la extrema derecha, tal como ya lo habían hecho en 2017, pero esta vez con una diferencia: en aquel momento Macron no había gobernado el país, esta vez sí, y mucha gente que reprueba su mandato o que incluso salió a la calle para repudiar sus políticas, lo volvió a votar para impedir el acceso de Le Pen.

 

-Algo así como votar con un broche en la nariz...

-Es una situación que sin dudas genera malestar y desgaste en esos sectores del electorado. Hay que decir que el voto de las presidenciales terminó reflejando las múltiples divisiones que atraviesan al país. Por ejemplo, quedaron muy expuestas las divisiones territoriales. En el balotaje, Le Pen obtuvo su mejor resultado en las comunas rurales, mientras que la Francia de los grandes centros urbanos se inclinó mayoritariamente por Macron. También se hizo visible la fractura generacional. Los más jóvenes votaron a (Jean Luc) Melénchon y los adultos de más de 65 años fueron a votar mayoritariamente a Macron en la primera vuelta.

 

-¿Hay una “ultraderecha emergente” aún más ultra y de derecha de lo que ha sido hasta aquí el viejo y ahora reconvertido Frente Nacional?

-Éric Zemmour parece encarnar una extrema derecha más ultra, pero en esencia, el modelo de sociedad que proponen él y Le Pen es el mismo. Por otra parte, considero que hay que relativizar la reconversión de Agrupación Nacional. Aunque el discurso de Marine Le Pen parece más moderado que antes y hubo un trabajo importante por “suavizar” su imagen, su programa electoral siguió siendo de extrema derecha. Por otra parte, la figura de Zemmour fue absolutamente funcional a Le Pen, ya que le permitió a la candidata de la Agrupación Nacional mostrarse como una alternativa más moderada. Mientras Zemmour acaparaba la atención mediática y escandalizaba con sus declaraciones, concentrándose en tópicos clave de la extrema derecha como la identidad francesa, la inmigración y el islamismo, entre otros, Le Pen habló mucho de la pérdida del poder adquisitivo, el tema que más preocupa a los franceses hoy. Eso le permitió interpelar a un electorado más amplio. Hay que decir que, una vez más, Le Pen tuvo una buena llegada en el sector obrero.

 

-¿Ese electorado también se derechizó?

-Lejos quedaron las épocas de identificación del voto obrero con la izquierda revolucionaria. Considero que uno de los elementos importantes que visibilizaron estas presidenciales es el crecimiento de la extrema derecha y su normalización. Tanto en la primera vuelta como en el balotaje, el partido de Le Pen logró reunir más votos que en 2017. El aumento no es brutal, pero tampoco anodino. Y si miramos con perspectiva histórica, el crecimiento a lo largo de los años es incontestable: en las elecciones que el padre de la candidata, Jean-Marie Le Pen, le disputó a Jacques Chirac en 2002, el artífice del Frente Nacional apenas había obtenido el 18% de los votos. En 20 años, la extrema derecha tuvo un crecimiento sostenido. Más allá del desempeño electoral, quizá la mayor victoria sea que ha logrado instalar su agenda, sus discursos y convertirse en una voz legitimada en el paisaje mediático y político francés, con posibilidades reales de llegar al Palacio del Elíseo. Esta normalización de la extrema derecha también sucede en otros países y creo que es un signo de época. Las elecciones legislativas de junio van a permitir saber si el crecimiento de la extrema derecha sólo se da en las presidenciales, como sucedió hasta ahora, o si es más profundo y se manifiesta también en un mayor apoyo a sus candidatos locales.

 

-¿De qué manera la guerra en Ucrania y sus consecuencias para Europa impactaron en estos últimos comicios?

-Esta guerra dio un mayor enfoque internacional a la campaña. La invasión rusa se convirtió en tema central del debate público francés y recibió un repudio generalizado por parte de la sociedad. En ese contexto, y a la cabeza del Consejo de la Unión Europea, Macron pudo elevar su perfil de líder europeo, mostrarse firme en su condena a la invasión y en su defensa de la Europa unida frente a la amenaza, algo que lo favoreció. También parece haberlo acompañado lo que se conoce como “effet drapeau”, el hecho de que en tiempos de guerra o de crisis internacionales suele aumentar el apoyo de la población a sus líderes en ejercicio en el corto plazo. Además, el presidente pudo sacar provecho del cuestionamiento que pesa sobre Le Pen por sus posturas pro-rusas antes del estallido de la guerra. La invasión también hizo que otros temas de la campaña como la pérdida del poder adquisitivo quedaran en segundo plano, lo que también fue conveniente para el presidente.

 

Unidos para junio

-¿Qué significa para los franceses la opción de Jean Luc Melénchon y la “izquierda insumisa” y hasta qué punto puede cambiar el escenario político su alianza con el Partido Socialista?

-Además del PS y la Francia Insumisa, en la alianza Nupes (Nueva Unión Popular, Ecologista y Social) están los ecologistas y el Partido Comunista. La unión de la izquierda era una demanda enfática de sus votantes, para quienes esta alianza construida tras la elección presidencial representa la esperanza de que surja otro modelo de sociedad y de que la izquierda vuelva al centro de la escena. En pocos días, la izquierda consiguió una alianza que durante años, y hasta hace pocas semanas, parecía imposible. Melénchon salió fortalecido de las elecciones presidenciales y queda ahora como principal referente de esta alianza. Durante la campaña presidencial, Macron tuvo como principal oponente a la extrema derecha, mientras que ahora es esta flamante unión de la izquierda la que se erige como su adversario más importante de cara a las legislativas. Se trata, además, de un actor inesperado que obligará a rever algunas posiciones en el tablero político.

 

-Otro público al que seducir...

-Creo que Macron estará obligado a dar señales al electorado de izquierda. Quizá tratará de aprovechar las reticencias que causa la figura de Melénchon, ya que el líder de la Francia Insumisa no genera unanimidad. Para algunos votantes de la izquierda moderada, Melénchon es percibido como demasiado combativo y personalista, y su postura a favor de la desobediencia a ciertas reglas de la Unión Europea provoca dudas y reticencias. Pienso que esta nueva alianza de la izquierda puede llegar a motivar algunos anuncios de carácter más progresista por parte del presidente, para tratar de dar señales a los electores de izquierda antes de las Legislativas. El anuncio de un programa para recuperar el poder adquisitivo de los franceses, por ahora sin detalles, parece ser el puntapié de un plan de seducción de los votantes de izquierda. Respecto a las posibilidades de la alianza Nupes, es muy reciente para saber su futuro y sus posibilidades a largo plazo, pero creo que puede llegar a propiciar la incorporación de ciertos temas sociales en la agenda pública y política.

 

Ni virus ni revolución

-¿Qué secuelas ha dejado en la sociedad francesa la pandemia del Covid-19? ¿Consideran que ya ha sido definitivamente superada?

-En este momento se habla poco y nada de la pandemia, la actitud generalizada frente al Covid es la de estar frente a un tema cerrado. Las últimas restricciones que quedaban, como el uso de mascarilla en el transporte público, fueron levantadas en los últimos días. La ciudadanía hace vida normal y no parece estar preocupada por el virus. Pienso que el Gobierno supo interpretar el hartazgo de la gente y fue hábil para tomar medidas en sintonía con el deseo de las mayorías (medidas no tan largas y hacer pesar las restricciones sobre los no vacunados). Por otra parte, en líneas generales, pudo contener el costo social y económico en el momento más complicado de la pandemia.

 

­­-Si tuvieras que trazar semejanzas y diferencias entre este de 2022 y aquel Mayo francés de 1968, ¿cuáles serían las cuestiones más evidentes en cada extremo?

-Son dos contextos muy distintos, el mundo es otro y Francia también, por eso es muy difícil trazar comparaciones. La única cuestión que podría destacar, a uno y otro lado de la historia, pero a diferente escala, es el descontento de los jóvenes con el sistema político y su demanda de cambios sociales profundos. Por supuesto que si miramos cualquier descontento juvenil en el espejo de Mayo del '68, la imagen siempre será pequeña y no le hará justicia en su contexto; pero me parece importante destacar que a la juventud francesa de hoy no se le puede achacar apatía, falta de involucramiento o desinterés. Las marchas por el clima así como las protestas y acciones contra la precariedad estudiantil en las universidades dan cuenta de una generación activa, involucrada, que pide cambios y que se siente muy poco tenida en cuenta por la política tradicional. Y tienen bastante razón, se los escucha poco. Por ejemplo, la demanda ambiental, clave para la juventud, fue un tema prácticamente ausente de la campaña, con una presencia principalmente retórica pero escasa de propuestas. La alta abstención de los más jóvenes en las presidenciales no debe ser leída como desinterés o falta de compromiso sino como una marcada expresión de descontento con la clase dirigente y el sistema político.

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Redacción Mayo

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