Ejercicio de memoria

Genocidio armenio: el horror del que poco aprendimos

Como cada año, el mes de abril trae al presente un capítulo luctuoso de la historia de la Humanidad. Más de un millón y medio de víctimas se cobró el genocidio armenio. Las noticias que llegan de Ucrania enmarcan este nuevo aniversario. Por Marcelo Taborda
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22-04-2022
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En esta parte del mapa, abril ya tiñe buena parte del paisaje con los trazos del otoño. En Armenia, es el mes de la primavera que anuncia un nuevo aniversario del atroz genocidio perpetrado por el imperio otomano, entre 1915 y 1923. En la ciudad de Ereván, donde se erige la “Fortaleza de las Golondrinas”, como se le llama al memorial de Tsisernakaberdert que recuerda a las víctimas (una pirámide de 44 metros de altura que evoca el renacimiento de la nación armenia), junto con las flores de la primavera se preparan los actos de homenaje para rendirles tributo.

Como cada 24 de abril, en la capital armenia y también en la capital cordobesa -donde existe una importante colectividad de esa nación- los 13.500 kilómetros de distancia se unirán en un mismo ejercicio de memoria colectiva y reclamo de justicia por el millón y medio de víctimas que tuvo el genocidio.

Hace 7 años, en oportunidad del centenario de esta fecha ominosa, este cronista fue testigo de la multitud que se reunió en la explanada del memorial de la capital armenia con la esperanza de que la fecha sirviera de mensaje para toda la Humanidad. Ella, sin embargo, no parece haberlo considerado espejo suficiente para evitar nuevas tragedias. En Ereván habrá actos y también en Córdoba, donde la conmemoración volverá a dejar sentado que no hay lugar para el olvido y que sólo cabe la verdad y la justicia cuando se trata de crímenes como los cometidos hace un siglo.

 

Dramas multiplicados

Las persecuciones, asesinatos, deportaciones o los intentos de aniquilar o exterminar a un pueblo, a una cultura o una raza, tuvieron en Armenia el primer precedente grave de lo que vendría después.  

“¿Quién se acuerda hoy de los armenios?” La frase atribuida a Adolfo Hitler en la antesala del Holocausto perpetrado por el régimen nazi contra el pueblo judío y contra diversas minorías e individuos, dio contexto a un horror cuyos vestigios llegan hasta nuestros días. Y los crímenes no acabaron con él.

Las desgarradoras postales de guerra que llegan desde Ucrania o las atrocidades y hambrunas  que los grandes medios invisibilizan y que padecen pueblos castigados por años de conflicto, como los de Afganistán o Yemen, dan cuenta también de dramas que se repiten.

Siria, Irak, Libia podrían aportar a los registros su estela de crímenes contra determinados grupos políticos, sociales, religiosos. Un poco más atrás, las fosas comunes en los Balcanes, las guerras internas en el África o la Latinomérica bajo las dictaduras y la Operación Cóndor ya habían sumado más víctimas al recuento. Otro tanto ocurrió en los genocidios cometidos en Ruanda y Burundi.

Pero fue el pueblo armenio el que padeció el primer genocidio del siglo pasado, según documentó Raphael Lemkin, el hombre que acuñó el término, derivado de Genos (del griego: raza, tribu) y Cidio (a partir de un verbo latino que significa matar).

 

Ejercicio de memoria

En este informe de Redacción Mayo tratamos de reflejar algunos de esos  capítulos oscuros ocurridos tras el 24 de abril de 1915, cuando las autoridades otomanas detuvieron a 235 miembros de la comunidad armenia de Estambul y dieron luz verde a un plan de exterminio. 

Para encuadrar el pasado y el presente del conflicto, dialogamos con Beatriz Arslanian, 33 años,  licenciada en Comunicación y corresponsal internacional desde Armenia para distintos medios nacionales y europeos, y con Juan Nourikhan, representante en Córdoba de esa colectividad. Partimos de la pregunta: ¿Cómo ha hecho a lo largo de estos años la comunidad armenia de Córdoba y de toda Argentina para mantener vivos esos reclamos y una identidad tan fuerte con sus orígenes?

“La comunidad armenia de Córdoba fue creada sobre cimientos identitarios muy fuertes por parte de quienes escapaban de las masacres a comienzos del siglo 20. Todo aquello que atraviesa al ser armenio seguramente se haya fortalecido al llegar a un país completamente diferente, donde tuvieron que construir desde las bases todo aquello que los mantendría fieles a sus orígenes”, sostiene Beatriz.

Entre esas “bases que se materializaron” a las que alude Arslanian, se encuentran la iglesia, la escuela y los establecimientos sociales concentrados en barrio Pueyrredón. “A partir de entonces, éstos fueron los espacios de construcción de la identidad armenia de varias generaciones y aún lo siguen siendo”, señala la cordobesa, que desde hace siete años reside en Armenia.  Aquí, la entrevista completa, donde asegura también que el pueblo armenio vive la guerra entre Rusia y Ucrania como un déjà vu y repudia de plano todo acto de violencia.

Por su parte, con varias décadas vividas, Juan Nourikhan se lamenta de que el mundo en este inicio del siglo 21 repita los mismos yerros fatales del siglo 20.  Con la esperanza de inspirar a las nuevas generaciones para que mantengan en alto las banderas de los justos reclamos, Juan repasa en esta nota la historia de amor, resiliencia y perseverancia de sus padres armenios, Meguerditch y Anyel.

La pregunta acerca de si la Humanidad aprendió mucho, poco o nada de la tragedia armenia de hace un siglo parece retórica a la luz de los conflictos actuales. Mientras, como en cada mes de abril, los armenios en su tierra de origen y los de la diáspora que se abrió como abanico por el mundo entero, tienen una cita ineludible con la historia, el presente y el futuro.

“En general, todo lo maravilloso que implica la cultura armenia se encuentra atravesado por el concepto de lucha por la búsqueda de la justicia y la construcción de la memoria. La lucha por una causa en común une a los colectivos, los fortalece, y creo que es ese el motivo por el cual la comunidad armenia de Córdoba y del mundo han prevalecido en el tiempo”, concluye Beatriz.