“Francisco no se olvida de los menos importantes”
Fue el 14 de abril de 2014. El lunes de la Semana Santa de ese año. Lo tengo presente como si hubiera sido ayer. Yo estaba escribiendo en la computadora de mi casa, y sonó el teléfono fijo. Me levanté de la silla para atender, medio enojado porque minutos antes habían llamado para una encuesta. Cortante, dije: 'Hola. ¿Quién habla?'. Y la respuesta, que apenas pude escuchar porque la voz sonaba lejana, fue 'Jorge'. '¿Quién?', insistí. 'Jorge Bergoglio', escuché un poco más claro, pero sin identificar la voz. Se me cruzó por la cabeza que era mi hermano Jorge que me estaba haciendo una broma, porque el día anterior le había contado que estaba avanzando con el libro sobre el Papa. Pero no era la voz de mi hermano, así que, dudando, pregunté: '¿Es usted, Santo Padre?'. Y la respuesta fue una cargada: 'Soy Jorge Bergoglio. ¿Querés que te lo diga en cordooooooobés?'. Todavía me tiemblan las piernas. Cuando todavía estaba en shock, me dijo que antes me había llamado al celular, pero que no lo había atendido. Y me preguntó el número para corroborar si lo tenía bien. Sin muchas vueltas, me contó que le había llegado nuestro pedido y nuestras preguntas (yo estaba escribiendo junto con Sebastián Pfaffen el libro sobre los años que Bergoglio pasó en Córdoba). Dijo que estaba dispuesto a colaborar, y me preguntó cuándo me podía llamar de nuevo para la entrevista. Increíble: el Papa, el ser humano con la agenda más cargada del mundo, me estaba preguntando a mí cuándo me podía llamar….
La secuencia relatada en los párrafos precedentes no es ficción y quien la cuenta en primera persona es Javier Cámara, periodista que durante 25 años escribió en el diario La Voz del Interior y quien actualmente co-conduce programas en Radio Continental y Radio María Argentina y se desempeña en el área de Comunicación de la Universidad Católica de Córdoba.
Aquel Francisco, es el nombre del libro que Javier escribió a cuatro manos con el también periodista Sebastián Pfaffen, y que fue publicado en Argentina por Raíz de dos, en septiembre de 2014. Luego fue traducido al inglés y al italiano, para ediciones en Estados Unidos e Italia, y reeditado para toda Europa por las editoriales Ancora y San Pablo.
En vísperas del décimo aniversario de la elección de Jorge Bergoglio como jefe de la Iglesia Católica, Cámara recordó ante Redacción Mayo momentos singulares que atesora de sus conversaciones con el Papa argentino.
-¿Cómo fueron tus conversaciones posteriores a propósito de ese libro que decidiste escribir junto a un colega y que vería la luz tiempo después?
-Un par de días después de aquella primera llamada, en el horario acordado, el Papa llamó de nuevo, y con Sebastián estuvimos casi 50 minutos escuchando y grabando lo que decía en respuesta a las preguntas que le habíamos mandado; y repreguntando en busca de más detalles, nombres, anécdotas y datos que enriquecieran la investigación… y, de paso, para seguir conversando con él. Al final de esa comunicación, nos pidió por favor que, si transcribíamos lo que él había dicho en la grabación, se lo enviáramos para que pudiera corroborar con exactitud las fechas, los nombres, apellidos y otros detalles que nos había dado. Quedamos en que cuando él terminara de hacer esa autocorrección, se comunicaría nuevamente, pero sin poner fecha. Al día siguiente, a media mañana, me sonó el celular y de nuevo era el Papa. Estaba más apurado; era Viernes Santo. Me dijo, rápidamente, que en la conversación del día anterior se había olvidado de mencionar a una persona que había sido importante para él en sus dos etapas en Córdoba. Se refería al hermano Cirilo Rodríguez, un religioso -no sacerdote- quien, en 1958, cuando Bergoglio entró al Noviciado jesuita en Córdoba, con 21 años, estaba a cargo de la Portería. Y, además, Cirilo también era el portero de la Residencia Mayor de la Compañía de Jesús, en calle Caseros, en el centro cordobés, cuando Bergoglio, ya de 51 años, volvió a Córdoba para lo que fue su tiempo de prueba, de oscuridad interior como él mismo dijo. En otras palabras, el Papa se había impuesto la molestia de llamar a un tipo como yo, insignificante, al otro lado del mundo, un Viernes Santo, para honrar la memoria de un portero. Así es Bergoglio-Francisco: No se olvida de los menos importantes. Luego de eso mantuvimos algunas otras llamadas telefónicas más cortas, intercambio de e-mails; la visita que nos permitió hacerle para llevarle el libro, cuando estuvimos una hora y media tomando mate y recordando con él cosas de su vida en Córdoba. Luego la visita que le hicimos con el padre Javier Soteras, con motivo de la canonización del Cura Brochero, cuando nos alojamos en Santa Marta y el Papa nos recibió en su habitación, y grabó un mensaje para Radio María. Y desde entonces, cada tanto, algún saludo o pedido de oración para no molestarlo tanto; mensajes que él siempre responde con párrafos de su puño y letra.
La grandeza del pobre tipo
-¿Qué fue lo que más te impactó de esas conversaciones y encuentros con Francisco?
-Conocer a Bergoglio, conocer su historia y lo que dicen de él los que de verdad lo conocen bien, la gente sencilla; los que compartieron el día a día en las distintas etapas de su vida; lo que ellos cuentan que Bergoglio hizo por cada uno…y comprobar que todo eso es cierto con mi propia experiencia con él. Su humildad, su generosidad me impactaron tanto que, de alguna manera, yo puedo decir que me cambió la vida. Él dijo dos cosas que cambiaron la perspectiva existencial con la que antes afrontaba la vida y la relación con los demás. Cuando le preguntamos si él, en el padecimiento de su tiempo en Córdoba había experimentado una noche oscura como la que describe San Juan de la Cruz en sus poemas místicos, el Papa respondió: Noooo. Eso es cosa de los santos… Yo soy un pobre tipo. Después de escuchar eso de boca del Papa, cada vez que tengo la tentación de creérmela por algo, me da vergüenza. Y me ayuda a ubicarme. Y lo otro que nos dijo, y lo repite cada vez que está delante de una persona encarcelada, o marginada, maltratada, enferma o sufriente; Él dice que piensa: Podría ser yo. Si uno lo piensa, se da cuenta de muchas cosas que ha recibido sin merecerlo, y comprende que no se debe juzgar a los demás.
-¿Cuál fue tu sensación al poder estar en algunos sitios de Roma y el Vaticano y acceder a rincones o lugares a los que muchos quisieran poder llegar y no lo consiguen?
-Estuvimos con el padre Soteras en El Vaticano, alojados en Santa Marta, y el Papa nos pidió que nos encontráramos con él en su pequeño departamento. Cuando estaba sentado a su lado, me preguntaba, incrédulo, qué hacía yo en ese lugar… cómo podía ser que estuviera sentado en la casa del Papa. No lo podía creer. Lo mismo cuando caminaba por el interior del Vaticano, sitios donde muchas veces se ha jugado la historia si uno piensa en las mediaciones para la paz, las reuniones de los Papas con jefes de Estado, reyes...Tanta historia. Pero la verdad es que toda esa nube de vanagloria se disipa cuando el hombre que tenés al frente, que está vestido de blanco, te pregunta por vos, por tu familia, por las personas sencillas que recuerda muy bien a pesar de no haberlas visto en años. Lo importante son las personas.
Su huella en Córdoba
-Sobre la vida de Jorge Bergoglio en Córdoba, ¿cuáles dirías que son los aspectos más impactantes y cuáles los menos conocidos?
-Que el hombre que es el Papa, el primer papa jesuita, el primer papa latinoamericano de la historia; que es protagonista de un pontificado de 10 años, tan renovador para la Iglesia y un faro de luz y paz para un mundo oscuro y en guerra; que ese hombre haya vivido en esta ciudad, sobre todo esos dos años tan duros para él, entre 1990 y 1992, tiempo de prueba y de oscuridad interior -como nos lo dijo el mismo Francisco-, y que haya pasado inadvertido, eso es lo que más me impacta. Como también me impacta que sólo se homenajee esa presencia con una plaquita de mármol en el piso de la vereda de calle Caseros. Esa indiferencia nos priva de conocer rasgos y actitudes de profundísima humanidad, caridad y sensibilidad de Bergoglio que explican muchas de las cosas que dice y hace Francisco. Gestos de caridad sencillos como el de preparar y servir mate cocido y un bollo de pan para los pordioseros que rondaban el centro en aquella época; o gestos magnánimos de desprendimiento y generosidad, como el darle a una persona muy humilde, que ayudaba en el mantenimiento de la casa de los jesuitas, una importante suma de dinero que él, Bergoglio, había recibido de Alemania, para que el pobre hombre pudiera comprarse un departamento en barrio Talleres, donde esta persona todavía vive y lo cuenta con orgullo. A mí me sorprende eso, y otros pequeños detalles que el propio Papa me contó: por ejemplo, que aquí en Córdoba, sin saber por qué, se leyó los 40 tomos de La historia de los Papas, la obra cumbre del historiador alemán Ludwig Von Pastor. Y que mientras estaba aquí en Córdoba, en ese tiempo de prueba, algún que otro jesuita llegó a decir y comentar que Bergoglio estaba loco o enfermo, y él no se defendió; como ocurrió también cuando lo acusaron pública e injustamente de haber entregado a dos jesuitas durante la dictadura cuando, en realidad, lo que había hecho fue arriesgar la vida para proteger y para sacar del país a mucha gente perseguida. De esas actitudes heroicas él nunca habló, ni las usó para defenderse cuando lo acusaron. Y si no hubiera sido elegido Papa, habría quedado en la historia como un entregador. Seguramente, en esto de no defenderse hay una motivación cristiana, la de seguir el ejemplo de Cristo que no se defendió ante la acusación de blasfemo, traidor, etc. El tema es que la verdad siempre se conoce. Más tarde o más temprano, pero se conoce.
Orgullo y barro argentinos
-¿Qué pensás acerca del trato o destrato que parte del periodismo y sectores políticos de Argentina han dado a Francisco?
-Me provoca tristeza y cierta bronca. Y cuando se me va la bronca, siento algo de lástima por aquellos que lo critican, que le adjudican filiaciones políticas partidarias para meterlo en el barro en el que son expertos, simplemente porque no conocen ni hacen el intento de comprender ni siquiera una de las profundas motivaciones cristianas, culturales, sociales y de la alta política del bien común que forman parte de la cosmovisión que Bergoglio tiene del hombre, del mundo, de la realidad concreta y de la trascendencia religiosa, ética y moral. Como decía el teólogo jesuita Diego Fares, tempranamente fallecido el año pasado en Roma, una de las personas que más conocía a Bergoglio: Lamentablemente, ellos se lo pierden. Fijate lo de la guerra en Ucrania por la invasión del ejército ruso: lo acusaron al Papa de ser pro-ruso, de ser amigo de Putin, de ser kirchnerista-comunista, etcétera. Tras un año de guerra, de muerte, de locura, el Papa es el único líder mundial que todos los días habla de la martirizada Ucrania, reclama el fin de la guerra y que todas las grandes potencias paren con el comercio de las armas.
-¿Qué sentiste el día en que se anunció el nombre de Bergoglio como sucesor de Pedro y qué representa para vos el tener un Papa argentino?
-No lo podía creer. Más allá del significado y la importancia religiosa que tiene la figura y la misión del Papa (cuya ponderación depende mucho de lo que uno cree, piensa, sabe o ha estudiado o conocido), la institución del Pontificado -sea quien fuere el que lo ostente- es una de las más altas referencias éticas y morales en la geopolítica mundial; referencia de diálogo, de paz, incluso a pesar de las muchas incoherencias y contradicciones que tenemos los católicos. Quizá pocos sepan o se acuerden que fue la mediación de Juan Pablo II la que logró frenar la absurda guerra entre Argentina y Chile; y que, más acá en el tiempo, fue el papa Francisco, un argentino, el que logró, con insistentes gestiones ante el gobierno de Barack Obama, frenar la intervención militar norteamericana en Siria.
-Si tuvieras que resumir los principales hitos o momentos que han marcado estos 10 años como Pontífice, ¿con cuáles te quedarías?
-Hay logros o hitos que son más eclesiales, vinculados con aspectos internos de la Iglesia, que son una parte muy importante de la misión del pontificado; y otros que son más políticos o globales o externos. Aunque unos y otros están relacionados. En el primer grupo yo pondría la gran reforma interna o la gran conversión que todavía está impulsando Francisco en las estructuras vaticanas y en las estructuras de poder eclesiásticas. En la Iglesia, el poder se usa para el servicio, sobre todo a los más pobres. Un símbolo de esto es que debajo de la fastuosa columnata de Bernini, el portal del Vaticano, el Papa hizo instalar baños, duchas y consultorios móviles para los pobres de Roma que ahora encuentran allí cobijo y comida. Otro signo: el año pasado, se murió un pordiosero que solía pedir limosna por allí, y como no tenía parientes ni nada en el mundo, el Papa le organizó y acompañó su sepultura en un cementerio del Vaticano que era exclusivo para cardenales. Son gestos de una reforma de fondo que también se expresa en cuestiones más visibles, como la modificación de toda la administración contable de la Curia (eso le trajo muchos enemigos) a favor de la transparencia. Nombró a varias mujeres religiosas y laicas en cargos importantes que, hasta ahora, siempre habían sido ocupados por monseñores. En el aspecto teológico, filosófico, social y cultural, hay mucha más libertad, creatividad pastoral y cercanía y comprensión de los problemas y las contradicciones de la humanidad. Se señala el pecado, se denuncia, pero con misericordia, no con juicios condenatorios. Estamos llamados a formar las conciencias, no a pretender sustituirlas, ha escrito el Papa. Hay muchos otros hitos de Francisco vinculados con el diálogo ecuménico e interreligioso, encuentros con líderes de otras confesiones que nunca se dieron en la historia; son gestos con los cuales el Papa ha buscado esclarecer y establecer, casi como una ley universal, que es una locura y una contradicción diabólica matar o hacer guerra en nombre de Dios o de la religión. Creo que por todas estas cosas será recordado y realmente valorado este pontificado.
-¿Creés que vendrá a la Argentina; por qué no lo hizo hasta ahora?
-A mí me encantaría que venga, pero entiendo que no lo haya hecho hasta ahora, y que no lo haga en el futuro. ¿Qué harían acá los medios y los políticos si viene? Me estoy imaginando los títulos: La visita del Papa le costará a la Argentina varios millones de dólares; El Papa se abrazó con tal y dejó afuera a tal; El Papa sólo visitará Buenos Aires y dos provincias; y otros tantos como esos. La corporación política y mediática lo ha usado tanto en estos 10 años, acusándolo por un lado, o tratando de pegársele por el otro, que resulta razonable que, en su discernimiento, le parezca que es mejor no venir.