Testimonio: Bruno Lima Rocha, politólogo

“Bolsonaro sacó a la ultraderecha de los guetos y la puso en el debate nacional”

El 49,10 por ciento de sufragios alcanzado por el actual mandatario de Brasil en el balotaje del 30 de octubre y la renuencia del bolsonarismo a aceptar su derrota frente al presidente electo, Luiz Inácio Lula da Silva, augura nuevas tensiones. La mirada de un periodista y profesor de Ciencias Políticas brasileño sobre un fenómeno que, en otros países, va acompañado de persecución a minorías y estigmatización de migrantes. Por Marcelo Taborda
bruno lima rocha-dialogos RM
27-11-2022
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“Primero hay que reconocer que Jair Bolsonaro, su clan, su familia política y el conjunto de fuerzas que lo apoyaron fueron muy subestimados”, dice el politólogo y periodista Bruno Lima Rocha ante los primeros interrogantes planteados por Redacción Mayo acerca del sorprendente resultado de la ultraderecha o derecha extrema tras las últimas elecciones en su país, Brasil. 

Y es que, pese a que el actual mandatario no alcanzó su reelección, el caudal de votos que éste obtuvo en el balotaje (49,10%), y la renuencia del propio Bolsonaro y de miles de sus seguidores movilizados en las calles a aceptar su derrota en las urnas, hace presagiar un polarizado y difícil contexto que enmarcará el 1º de enero el regreso de Luiz Inácio Lula da Silva al Palacio del Planalto.

Para explicar la irrupción y el crecimiento de un personaje como Bolsonaro y del actual “bolsonarismo”, cuya relevancia parece haber superado ya a su mentor,  Lima se remonta al año 2014, cuando Dilma Rousseff superó por estrecho margen en balotaje a Aécio Neves, quien cuestionó el resultado y anunció un “tercer turno” que culminaría casi dos años después con el impeachment o golpe institucional contra la primera mujer presidenta de Brasil.

“A partir de 2014, no sé qué grado de alianza hubo, pero en la dirección general de la academia militar permitieron que Bolsonaro empiece a participar de ceremonias castrenses y hacer discursos de proselitismo político. Ahí ya vemos el apoyo militar para él. Además, Bolsonaro gana adeptos en la ola del Lava Jato y la operación de Lawfare que ocurrió en Brasil y también se beneficia con la ola del discurso de la antipolítica… Pero Bolsonaro representa y consigue aglutinar en su figura a una porción de la sociedad brasileña y de las elites políticas que nunca admitieron ni aceptaron en su conjunto los derechos sociales difusos que están en la Constitución de 1988”, explica Bruno, profesor de Ciencia Política.

Admirador de Rico y Seineldín

“Bolsonaro antes tenía un vínculo muy estresado con las fuerzas armadas; él fue prácticamente expulsado del ejército y por eso se inclinó a la política profesional. Tenía como ídolos a los coroneles argentinos Aldo Rico y Mohamed Alí Seineldín y quería hacer algo similar a lo que hicieron los carapintadas en Argentina contra el gobierno débil de José Sarney  entre 1985 y marzo de 1990”, agrega.  

Lima Rocha remarca también el hecho de que Bolsonaro galvaniza con él “una ola política ultraneoliberal”, que crecía al regreso de quienes van a entrenar a Estados Unidos, y destaca el encuentro del ex capitán con el pastor Everaldo Días y las iglesias neopentecostales y su matrimonio con Michelle Bolsonaro, quien provenía de las Asambleas de Dios de la región metropolitana.

“Para completar el combo, Bolsonaro se rodea de una mezcla de empresarios que cometen actos criminales, que no cumplen con los derechos de trabajadores a quienes tienen en negro.  Empresarios que se benefician del modelo agroexportador con el avance de la frontera agrícola. Además, tiene la suerte para él y la desgracia para Brasil, de que su llegada al poder coincide con la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos. Por último estrecha vínculos con Israel, que luego nombra a su hijo Eduardo como vocero oficioso del Mossad y le da un importante apoyo para campañas políticas…”

- ¿Hay una relación entre este bolsonarismo y otras derechas o ultraderechas que han ganado espacio en el mundo, como el Trumpismo, Vox en España, la Italia de Georgia Meloni y otros?

- Sí, hay una correlación, pero es algo buscado, algo a lo que el bolsonarismo fue al encuentro. Bolsonaro es parte de un movimiento cibernético o de una guerra contracultural promovida por Tradición Familia y Propiedad en contra de, por ejemplo, la Teología de la Liberación. Esto es una situación estúpida en la que esta gente ubica a Paulo Freire como marxista, pese a que fue cristiano de izquierda. Pero hay toda una agenda muy nacional de Bolsonaro y es importante que la gente perciba esto. Así como es casi imposible una acción imperialista sin elementos nacionales que estén por lo menos tácticamente a favor, o sea sin los vendepatrias de siempre, era imposible una popularización de la extrema derecha líquida del siglo 21 si Bolsonaro no traía con él una pertenencia brasileña muy profunda.

- ¿El posicionamiento o encuadre internacional le interesó?

- Sí; hay una búsqueda constante de una correlación en términos internacionales. El ex canciller Ernesto Araújo decía con mucho orgullo que prefería ver a Brasil como un paria mundial a firmar debajo de lo que él llamaba la agenda conspirativa globalista. Estaba más cerca de Matteo Salvini que de Georgia Meloni, porque en términos históricos, Meloni viene del MSI, viene del fascismo tolerado por la Otan en Italia. Salvini fue siempre más de ultraderecha. En términos culturales, es enorme la presencia estadounidense en Brasil. Bolsonaro  está mucho más cerca del “Trumpismo tropicalizado”. Por otro lado, hay una tercera veta de acercamiento a una tradición Duguinista, de Alexander Duguin y compañía, pero eso es más complicado de interpretar y no llega tan lejos en el Bolsonarismo. Y hay una ola de fascismo de  cuarta vertiente, que tiene un noviazgo con el laborismo en Brasil, pero también es residual. En lo que sí tiene mérito Bolsonaro, para desgracia de la democracia brasileña, es en haber sacado a la ultraderecha de los guetos y ponerla en el debate nacional. Ese sí es un mérito de él.

Estigmatizando al Nordeste

- El discurso y las acciones de Bolsonaro, ¿han estado marcados por la xenofobia? ¿Cuáles fueron los grupos o sectores más estigmatizados en estos años?

Esto es un poco más sutil, porque Brasil tiene una herencia lusitana muy mezclada; hay más mestizaje en la herencia lusitana que en la presencia de patricios españoles en Argentina. Pero el discurso de mezcla de un solo Brasil bajo liderazgo de la herencia lusitana o luso-brasileña siempre fue el discurso del ejército brasileño. Las rivalidades regionales en Brasil casi siempre fueron maniobra de las oligarquías. Lo que sí es novedad y hay que entender es que la región noreste de Brasil, que históricamente es la más empobrecida y la más antigua de presencia colonizadora, cambió su naturaleza política y casi quedó como un lugar de voto cautivo de la centroizquierda con Lula, con márgenes de apoyo que van de cerca del 60 al 72 por ciento. Hay un discurso que viene desde el triunfo de Dilma frente a Neves, en el balotaje de 2014, de que el Nordeste es responsable de la desgracia nacional porque vota a la izquierda. Lula no es de izquierda, es de centroizquierda, socialdemócrata o de centro yo diría. El Nordeste brasileño que tiene ese voto cautivo sí tiene la percepción de que las políticas sociales de disminución de la extrema pobreza son fundamentales. 

¿De qué modo el bolsonarismo o la derecha reaccionan frente a las y los nordestinos por su apoyo mayoritario al Partido de los Trabajadores? ¿Se ataca a migrantes internos que bajan al Sudeste o al Centro-Oeste?

Una parte del Oeste o el Sudeste tiene presencia importante del sector  agroexportador, con una inmigración interna que viene del sur o una  parte de ciudadanos con ascendencia europea: alemanes, italianos, polacos, ucranianos o de las islas Azores. Este es más o menos el diseño demográfico de Paraná, Santa Catarina, y Rio Grande do Sul, con más énfasis en Santa Catarina, único estado que tiene mayoría absoluta de inmigrantes alemanes o italianos en su población. Lo que se da aquí es una especie de ofensa regionalista del tipo “¡estos planeros!”,  para usar términos comunes en la Argentina. La afirmación de que el Nordeste no trabaja es un absurdo. Pero el estigma se da con una especie de retraso o avance. El mayor grupo que ocupó la Amazonia vino de Ceará. La segunda capital nordestina es San Pablo; después viene Río. Si no hubiera existido la migración interna de estos trabajadores no se hubiera ocupado la Amazonia. La frontera agrícola con incentivos llegó luego y se regaló la expansión de la frontera interna hacia el oeste y el centro oeste y hacia el límite con la Amazonia. Rondonia, Acre, Roraima… En esos sitios sí hay una suerte de rivalidad regional entre aquellos  que llegaron con, entre comillas “el progreso”,  financiados por la dictadura militar y con una postura anti-ecológica, y aquellos que siempre trabajaron allí desde que estas tierras fueron invadidas por portugueses…

¿Cómo describirías la actitud de los brasileños frente a las y los inmigrantes llegados de otros países?

- La migración reciente de Brasil, con mayoría de venezolanos, fue en principio bien recibida porque estaba el discurso político del Grupo de Lima y una operación conjunta con Naciones Unidas. Tenemos el caso de los haitianos, donde la recepción no genera la xenofobia que, por ejemplo, ocurre en el norte de Chile. Tenemos una presencia importante, en los últimos 10 años, de senegaleses en Río y San Pablo. Además, siempre tuvimos presencia importante de población de países de origen africano y lengua portuguesa,  como Cabo Verde, Angola y Mozambique. Somos un país que tiene mucha presencia inmigrante; tengo origen árabe /libanés, en Brasil somos 16 millones de descendientes. Hay teuto brasileños, ítalo brasileños, polacos o de origen polaco, que son un millón y algo; hay ucranianos… La mayor presencia japonesa fuera de Japón está aquí. Pero si uno va a ubicar la posición en la pirámide social, Brasil tiene un concepto socialmente blanco. Incluso nosotros, descendientes de árabes, o los de japoneses somos socialmente blancos y esto incluye a refugiados de la guerra en Siria. Hay toda una institucionalidad de abrigo a refugiados en Brasil, pero hay también algún discurso xenófobo, aunque no demasiado estridente. No es una xenofobia como la europea. Lo que sí hay es una especie de polarización estúpida de la política latinoamericana que dice por un lado que aquellos que salen de Venezuela es porque están pasando hambre, y culpan al socialismo chavista. Nadie comenta del bloqueo económico, del robo de los fondos, del robo del oro venezolano en Inglaterra… Pero hay un problema mayor que es de trasfondo y es que Brasil es muy racista socialmente hablando y la población “peligrosa”, aquella que es más pobre y propensa a supuestos desvíos criminales, es de mayoría negra, afrodescendiente, y entonces hay una mirada rara a personas que son de origen africano, sean de Haití, de Senegal, o con un tono de piel más oscuro.

- Y también hay quienes como Bolsonaro y sus seguidores discriminan y tildan de brutos a quienes les negaron el voto y ratificaron su adhesión al tornero mecánico nacido hace 77 años en Pernambuco…

Sí es lo que te decía que pasa con la población del Nordeste y el reflejo que esto tiene por las redes sociales y por los medios que son la propaganda periodística de la ultraderecha. Y de esto la población del Nordeste tiene una percepción muy evidente, y no solo los que viven en el Nordeste sino también los que viven en las zonas metropolitanas del sureste, o incluso quienes van a trabajar en las fábricas del sur o hasta en Santa Catarina, que es una cosa complicada. Pero ese estigma es más una especie de propaganda de ultraderecha que circula por Internet y en el Centro Oeste, entre aquellos que son herederos de la colonización forzosa o incentivada por la dictadura y de la expansión de la presencia de ascendencia alemana, desde la costa santacatarinense hasta casi el límite con la provincia argentina de Misiones. Ahí sí hay posiciones incluso del tipo “separatista”. Hay mucha propaganda, mucha bulla, una violencia de ultraderecha, apoyada por el empresariado y, tácitamente, aprobada también por el ejército nacional, que es preocupante.