Melina Vázquez

“Para muchos jóvenes, Javier Milei es un influencer antes que un político”

Redacción Mayo dialogó con Melina Vázquez sobre la militancia actual de las juventudes. Hablamos sobre qué piensan y esperan las nuevas generaciones de derecha. Las rupturas y continuidades con los viejos discursos libertarios, y los elementos aglutinadores que afloró la pandemia. Por Lorena Retegui

melina vazquez
melina vazquez Redacción Mayo
23-08-2022

Melina Vázquez es socióloga, investigadora de CONICET y docente en la Universidad Nacional de Buenos Aires. Lleva muchos años estudiando a las juventudes y su vínculo con la política, y en el último tiempo se abocó a investigar a los “jóvenes libertarios”, en Argentina. Entrevistó a decenas de militantes durante la pandemia; los observó en sus marchas, y en los actos políticos. En esta primera parte del diálogo con Redacción Mayo realiza una radiografía de estas generaciones que se autodefinen como la “nueva derecha” y se movilizan detrás de figuras como Javier Milei.

 

-Empecemos por una pregunta más general. ¿Qué implicó para las juventudes virtualizar su militancia, durante el momento más estricto del aislamiento? 

-Primero, así como decimos juventudes, y aprendimos a nombrarlo en plural, también hay que nombrar en plural esas militancias en general y, además, hay una cuestión que me parece súper importante que es la temporalidad. La pandemia más estricta fue corta, pero muy vertiginosa en las dinámicas que nos iban proponiendo en cuanto a cómo adaptarnos a esa nueva forma de vida y en particular en la militancia. ¿Cómo se milita desde una pantalla o desde una cuenta de Zoom? Esos debates se integraron, sin duda, a distintos espacios. En el caso de Argentina fue una temporalidad organizada no sólo por la normativa estatal. Entonces, un debate o una pregunta que es transversal tiene que ver con esta relación entre prácticas online y offline que en Argentina y en América Latina no le estábamos dando suficiente relevancia pero que, sin embargo, existían. Porque el uso de Whatsapp, el uso de redes sociales, eran algo que los grupos militantes hacían antes. Sin embargo, en esa temporalidad se empieza a plantear ¿qué hacer cuando no le podemos poner el cuerpo a la acción en las calles? o cuando ponerle el cuerpo a la acción en las calles es parte del mensaje a transmitir. Empiezan a hacerse eco de los problemas asociados a la pandemia, desde la cuestión sanitaria hasta la cuestión de la precariedad, que es algo previo pero que en pandemia se le da una visibilidad inusitada. Así, los colectivos de derechas van a aprovechar ese contexto de oportunidad política para hacerse mucho más visibles. Obviamente que lo hacen con otra escala y otra masividad a otros sectores, pero con una visibilidad pública que no tendrían. También hay distintas escalas dentro de las manifestaciones opositoras, y algunas son bastantes pequeñas, pero son minorías intensas que logran tener una repercusión mediática que, tal vez en otro contexto, no hubieran tenido.

Pero vuelvo a esa cuestión de la presencialidad y la virtualidad, porque invita a pensar qué hacemos en muchas acciones que son muy relevantes para las juventudes, por ejemplo, el 24 de marzo, que es una fecha que organiza los calendarios de la movilización de muchos colectivos, independientemente de cuál de las dos marchas sea a la que van. Digo, es un hito, organiza, representa y construye identidad. Entonces, virtualizar el 24 de marzo fue invitar a colocar pañuelos en las casas, por ejemplo, implicó desmovilizar en las calles, pero no perder el sentido de esa fecha.

 

-¿Y qué limitaciones hubo para llevar adelante esa militancia?

-Uno de los problemas que mencionaban muchos en las entrevistas era el reclutamiento militante, digamos. Más allá de que hubo campañas, por ejemplo, durante un tiempo en La Cámpora y en algunas organizaciones juveniles kirchneristas estaba esta idea de mandar un mail, de participar como un primer contacto virtual de alguna organización, pero hay algo del estar ahí que, de alguna manera, se pone en juego. Esto para los sectores de derecha fue un poco al revés.

 

-¿Pudieron aprovechar mejor esa virtualidad los movimientos de derecha durante pandemia?

- Sí y no. Sí, en el sentido de que hubo un tiempo de estar en casa donde aumentó exponencialmente, por ejemplo, la cantidad de seguidores, según me decía unos de los influencer que entrevisté. Seguidores con perfiles sociológicos que él podía reconstruir, por ejemplo, muy masculinizados y en franjas etarias muy jóvenes. En ese sentido, digamos, él no era nuevo pero la pandemia lo hace explotar. Hay muchos ejemplos: “tipito enojado”, “el presto”, “es de peroncho”, el mismo Agustín Laje, que va a empezar a tener presencia en Instagram, en Tiktok. O sea, esa disponibilidad de tiempo y los usos y consumos virtuales durante la pandemia les dieron una visibilidad en redes que muchos influencers de derecha no tenían. Ahora, sería un reduccionismo decir que esto explica el crecimiento de las derechas.

Y, por otro lado, un cierto hastío. Muchos de los jóvenes de derecha que yo he entrevistado planteaban eso, algunos con situaciones de salud mental por el aislamiento y, de repente, encontrar en estos espacios de articulación, de poder ponerle palabra a lo que les estaba pasando, de construir experiencias colectivas y, paradójicamente, en esa virtualidad, hacen un llamado y un aprendizaje al uso de las calles. Porque las derechas no tenían el hábitus de la movilización en las calles. Históricamente han tenido capacidad de influencia que no tiene que ver con la correlación de fuerzas en las calles sino, justamente, con ser parte de las elites tradicionales. Ya durante el último ciclo kirchnerista, se empieza a ver el uso de las derechas en las calles, en las manifestaciones opositoras, aunque todavía eran derechas muy adulto-céntricas. No había una presencia juvenil y un discurso para jóvenes. En la pandemia, pareciera haber una inflexión en ese punto. Y, de hecho, por ejemplo, Pibes Libertarios, se origina como una página web que crea contenidos, memes, mucho humor político, no sólo escuchar a estos influencers, sino también producir contenidos políticos. Y, desde ese lugar, empezar a construir comunidades de pertenencia: “Bueno, tenemos que ir a la calle. Nuestro lugar está en la calle”. Entonces, me parece que ahí también hay como una retroalimentación entre lo presencial, lo virtual y lo que yo digo en vivo, por ejemplo, recuperando testimonios militantes que están en las calles, en las marchas opositoras, hacer vivos de Instagram, invitando a otras y a otros que no tienen la experiencia del uso de la calle, en un momento de aislamiento social. De todos modos, muchos iban y usaban barbijo, no necesariamente estaban en contra de las medidas sanitarias, digamos. Hay muchos matices, pero sí construyen identidad: la causa de la educación es una de ellas, “abran las escuelas”, “no quieren que te eduques”; toda esa retórica y metáforas que construyen sobre un “gobierno autoritario”. Movilizan categorías como la de violación a los derechos humanos, a imagen y semejanza del lenguaje del progresismo. 

Pero, además, construyen no sólo una visión sobre el pasado sino cómo pensar el pasado a la luz del presente. Por ejemplo, acusar de montoneros a los kirchneristas. Ese tipo de viejas categorías las utilizan para pensar e intervenir políticamente sobre temas actuales de educación sexual integral, feminismos, diversidades, donde tienen posiciones muy contundentes y muy claras. Entrevisté a un chico que es referente de Pibes Libertarios, él formaba parte de una agrupación juvenil kirchnerista y en el 2018, con el debate sobre la legalización del aborto, entra en crisis con su espacio de pertenencia porque él se proclama en contra, entonces, encuentra en estos influencers de derecha, un lenguaje que es, por ejemplo, el de la llamada ideología de género, que es un poco la categoría que construyeron Agustín Laje y (Nicolás) Márquez, intérpretes que aspiran a ser teóricos de esta llamada “nueva derecha”, en contra del aborto, de los cupos laborales trans, de los cupos de mujeres; digamos, de toda la agenda de derechos de estos últimos años, del matrimonio igualitario… y te diría más, hay militancia en contra del divorcio vincular.

Y, por otro lado, están los debates sobre economía. Construir un lenguaje accesible sobre qué es la economía. Por eso, Milei, para muchos, es un influencer antes que un político. En realidad, es ambas cosas, o sea, es un influencer que habla de términos económicos, adaptados al taxista, dicen ellos, y hace actos políticos, electorales, de campaña, apelando a la modalidad de clase a cielo abierto, entonces hay algo de esa transmisión, de esa decodificación del lenguaje económico que se vuelve accesible para el público.

 

-Previamente, hablaste de nuevas derechas entre comillas. ¿Por qué?

-Esta agenda, en contra de derechos, incluso el divorcio, me permite pensar que hay una tradición de la derecha que se actualiza. Está bien, esos casos no son generalizables, son singulares. Pero esta idea de ser “nueva”, como ellos se autodefinen, a mí me parece importante entrecomillarla, como una categoría nativa y, más allá de esa especie de ceguera que nos produce decir que todo es nuevo o qué es lo nuevo, muchas veces un poco artificial, es la manera en la que esta derecha hace un lavado de cara de sí misma. Entonces, hablar de nueva derecha, es una manera de decir “nosotros somos la nueva derecha, no somos la derecha que abrazó el nazismo. Nosotros somos una derecha democrática”. Pero, bueno, después tenes figuras como “El Presto” Prestofelippo, que estuvo detenido por amenazas a Cristina Fernández de Kirchner y a Fabiola Yáñez y hasta publicó una foto de él con (Jorge Rafael) Videla.

 

-Y sobre el perfil de esos militantes jóvenes de derecha, ¿qué elementos comunes encontraste en las entrevistas y en las observaciones de los actos?

-Entre los libertarios es un perfil básicamente masculino. Por otro lado, hay una idea de que son de clases medias, altas y esa idea se desarma, porque hay como un rasgo de intra-clase.

 

-¿Influye la crisis económica que golpea, sobre todo, a la población más joven? 

-Sí hay jóvenes planteando qué debe haber una derecha popular, en esos términos. Por ejemplo, en Pibes Libertarios dicen “la derecha no es la derecha de los chetos del Pro. Nosotros tenemos que tener una derecha popular, barrial, territorial”. Pero creo que esa experiencia de la precariedad recorre mucho más transversalmente a otras experiencias políticas. O sea, sí está como experiencia, pero esa experiencia recorre otros ámbitos como los jóvenes del movimiento de trabajadores excluidos, de cartoneros, de trabajadores de aplicaciones en la precariedad absoluta. Condiciona y no determina ni explica per sé. Me parece que hay un encantamiento también con esas figuras como las de Milei. En los actos políticos he visto muchos jóvenes diciendo “vengo a ver qué onda”. O sea, tampoco es que todos van a hacer una carrera política vinculada al voto o a la práctica militante de las derechas. Están viendo qué onda y hay algo de ese discurso que es atractivo.

 

-¿Qué disputas futuras se plantean quienes sí militan y se autodefinen como Jóvenes Libertarios?

-Disputar la capacidad de movilización, que el kirchnerismo en el tiempo reciente y la izquierda, más históricamente, han tenido con las juventudes. Por ejemplo, disputar las agrupaciones estudiantiles en los colegios secundarios y en las universidades. De hecho, hay toda una movida de jóvenes libertarios que buscan ganar representación política en la UBA, sacar a la izquierda de los lugares tradicionales de representación política. Me cuesta pensar que puedan tener algún tipo de inserción fuerte en algunas facultades, pero está ese objetivo. Es decir, apuntan a disputar la representación política de las juventudes porque no son solo las redes sociales, no es solo la batalla cultural, como dice Laje. También es la batalla electoral.

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