Foto de Ronald Wittek.
El "dibu" Martínez confiesa que hace terapia. De Paul devela que Otamendi, su compañero de cuarto, es "un osito de peluche" y dice, sin rodeos, que lo ama. Scaloni, el entrenador de la selección, no contiene el llanto cuando Leandro Paredes lo abraza. El mejor jugador del mundo, Lionel Messi, busca a su familia para que forme parte de los festejos, en una muestra de que merecen celebrar, in situ, tanto como él. Son sólo algunas imágenes recientes alrededor del Mundial de fútbol que, en parte, representan otros modelos, prácticas y discursos sociales sobre la masculinidad y la paternidad.
Muchos cambios se dieron en las últimas décadas sobre cómo se definen las intimidades masculinas y los efectos que generan, pero pocos estudios académicos (a nivel local e internacional) los abordan con profundidad. Por eso, comprender esos atributos, a partir de lo que sienten y expresan los propios varones, es uno de los principales objetivos de un equipo de investigación del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES), de la Universidad Nacional de San Martín.
En general, las masculinidades tradicionales son entendidas como opuestas a la intimidad, a lo emocional y a los cuidados ya que son atributos asociados a lo femenino y al ámbito doméstico (cambiar pañales, alimentar, vestir, revisar las tareas del colegio). "Queremos ver qué está pasando con las propias identidades masculinas, recuperar esas voces", le cuenta a Redacción Mayo María Victoria Castilla, Doctora en Antropología e investigadora del IDAES. El estudio, que también se nutre de los trabajos de Santiago Canevaro, forma parte de los Proyectos de Investigación Plurianuales (PIP) de CONICET, y recorre tres grandes ejes de análisis que se intersectan: los cuidados, el dinero y las emociones.
¿Qué callan los hombres? ¿Qué sienten? ¿De qué modo expresan sus emociones? ¿Es posible pensar un cuidado que sea específicamente viril? ¿Qué tensiones perciben entre sus modelos y las posibilidades de acción y los mandatos sociales? Todos esos interrogantes se cuelan en los procesos de entrevistas realizadas a hombres (o identidades masculinas) de entre 29 y 40 años, con hijos e hijas en la etapa de escolaridad, y que pertenecen a sectores medios (el recorte se hizo porque hay menos investigaciones sobre varones de clase media).
Parte del trabajo de campo se realizó en pandemia y ese escenario aportó nuevas configuraciones, por ejemplo, en torno al confinamiento y la espacialidad en la casa. De pronto, los hombres tuvieron que estar 24x7 en un espacio poco conocido, porque se lo piensa -aún hoy- como una esfera de dominio (casi exclusivo) de las mujeres.
Los cuidados
A lo largo del siglo XX, se consolidó un nuevo modelo de paternidad "que no sólo contemplaba la función proveedora material, sino que también destacaba la importancia de la creación de lazos afectivos firmes y permanentes con sus hijos e hijas", destaca Castilla. Ese modelo avanzó más rápido desde lo normativo que desde las prácticas sociales. Así, la crítica feminista sostiene y denuncia la invisibilización del trabajo de cuidados que realizan, especialmente, las mujeres. "Ya sabemos que el hombre no está, o está menos, o sólo está en la esfera pública. Ahora veamos qué les está pasando a ellos", propone la investigadora y docente de la UNSAM.
"La imagen de los jugadores de la selección festejando con sus familias, haciéndole upa a sus hijos, no se veía como una imposición, como en otras épocas donde el varón era el protagonista de la foto y el resto de la familia rodeaba", compara Castilla. Ahora bien, "cuando uno trabaja con paternidades o identidades masculinas, constantemente hay que repensar el sujeto, porque hablamos de padres, pero ¿a quiénes le estamos colgando la etiqueta?, porque también hay padres trans. Entonces, hay que hablar de múltiples paternidades", aclara la antropóloga.
También vale otra aclaración: el paternar se encuentra condicionado, entre otras cuestiones, por la pertenencia a la clase social. No equivale las representaciones y experiencias de varones de clase alta, a los sectores medios o sectores populares. En un trabajo anterior que complementa al estudio sobre intimidades, Castilla y Canevaro dan cuenta de que los padres que habitan barrios pobres, en su mayoría, tienen trabajos con salarios bajos, con jornadas laborales extendidas, con escasa protección legal y social y las ausencias del hogar están marcadas por esos contextos de vulnerabilidad.
Sin embargo, un patrón que atraviesa todos los estratos socioeconómicos se vincula con las nuevas formas de expresar afecto hacia los hijos e hijas. A diferencia de generaciones anteriores, "las expresiones de cariño y amor tienen el carácter de una experiencia individual, excediendo las condicionantes que la pobreza y la precariedad imponen a la vida cotidiana, es decir, sin bases sociales que la moldeen".
Por otro lado, diversos estudios locales e internacionales confirman que el peso de las tareas de cuidado, durante la pandemia, imprimió triple jornada laboral para las mujeres. En el estudio de la UNSAM, entre padres jóvenes de sectores medios, ese patrón se mantiene en todas las tareas de cuidado, excepto en las actividades vinculadas con la educación. Una constante en los relatos de los varones entrevistados era el latiguillo de que con el confinamiento esa actividad "tanto no había cambiado". Pero sí fue común escuchar el peso y el estrés que les implicó el seguimiento cotidiano del proceso de aprendizaje, el acompañamiento en las clases vía streaming y el lidiar con el cansancio y falta de interés de sus hijos e hijas.
Las emociones
Para explicar los cambios en las identidades masculinas, en la charla con Redacción Mayo, Castilla compara la generación de futbolistas, campeones del mundo en 1986, con la generación que hace pocos días consiguió la tercera estrella para Argentina. "Hay una diferencia marcada: a Maradona lo vimos llorar, pero desde la bronca por lo que consideraba injusto y como respuesta sacaba adelante su potencia física, que es un rasgo considerado viril. Estos jugadores lloran de angustia, y vinculado a emociones que en su momento solo estuvieron asociado a lo femenino y a la esfera privada".
El estudio expone que, durante la pandemia, la espacialidad de las identidades masculinas empezó a chocar: de pronto los varones tenían que estar ahí, obligados, y no encontraban su espacio social, físico y vincular. Aunque no ocultaban las emociones, las angustias y ansiedades que les generaba el confinamiento, buscaban otro vehículo de expresión, más desde el hacer, arreglar algo de la casa, por ejemplo", cuenta Castilla para situar que hay transformaciones en las identidades masculinas, pero también continuidades a las generaciones anteriores.
El dinero y el cuidado
Se suele pensar que el dinero es algo frío, racional y se contrapone con el vínculo afectivo. Eso no se da tan así en los hechos. "Muchas veces en el dinero circula mucho más que ese valor de cambio en el mercado; también circulan emociones, distintas modalidades y modos de intimidad". En ese punto, el eje sobre cuidados y el eje sobre dinero se solapan.
El cuidado está asociado al dinero, porque se tiene que garantizar acceso a bienes y recursos. Ahora bien, "un cambio histórico es que la administración del dinero, tanto en sectores medios como pobres, está altamente feminizada y entonces con este estudio queremos ver de qué manera entran las masculinidades", dice Castilla. Esto no significa que sean las mujeres las que ganen más que los hombres. Las estadísticas demuestran que es grande la brecha salarial por razones de género, pero sí que las mujeres son las que gestionan tanto el dinero como las deudas en la economía doméstica.
Algunos de los hallazgos preliminares dan cuenta de que a los hombres jóvenes les pesa que sus parejas mujeres ganen igual o más que ellos. "Todavía hay mandatos muy fuertes", sostiene Castilla. Por último, si por un lado los jóvenes padres sienten la necesidad (individual o social) de ser cariñosos, estar más comprometidos en el ejercicio de sus paternidades, estar más presentes en el hogar; por el otro lado, se enfrentan tanto a la fragilidad laboral y económica actual, como a una forma de organización social del cuidado que no los contempla como cuidadores principales. Todas esas situaciones impactan en las identidades masculinas, en sus contradicciones, sus miedos, sus preocupaciones, según se desprenden del amplio estudio de la UNSAM.