El patrimonio es para los hombres. El tiempo libre, también
A pesar de transitar dos años consecutivos de crecimiento económico, las argentinas tienen menor tasa de actividad, mayor nivel de desocupación, sobre todo si son jóvenes y, cuando acceden al trabajo, lo hacen en empleos de menor calidad y en sectores de menor ingreso. Como correlato, tienen menos riqueza: siete de cada diez personas con bienes personales declarados son hombres. Los datos forman parte de un mapa más completo elaborado por el Observatorio de Género del Centro de Economía Política Argentina (CEPA).
Con su conocido enunciado no se nace mujer, se llega a serlo, la escritora, filósofa y activista feminista, Simone de Beauvoir, introdujo en 1949, desde el ensayo El segundo sexo, una de las vías de reflexión más fuertes dentro del feminismo, para posicionarse en la vereda opuesta a los postulados que por entonces (y aún en la actualidad) sostenían que las diferencias entre varones y mujeres era biológica. Fue Beauvoir quien abrió ese marco para desnaturalizar lo que significa ser mujer bajo una lógica que sostiene la supremacía masculina, al afirmar que las desigualdades se deben a una construcción social y cultural.
Las inequidades en la economía aplican íntegramente a esa naturalización que Beauvoir denunció hace más de siete décadas. Así, a partir de los últimos datos de la EPH (Encuesta Permanente de Hogares), para los 31 aglomerados urbanos, y otras fuentes oficiales, desde el Observatorio del CEPA expusieron una radiografía de las desigualdades en materia de participación laboral, de ingresos y patrimonial. Pero también algunos de los factores que llevan a ese escenario: dónde se insertan las mujeres cuando trabajan y cómo afecta la distribución desigual del tiempo.
Participación, ingresos y bienes
Las mujeres alcanzaron una tasa de actividad del 51,1%, histórica para un tercer trimestre si se lo compara con el año 2016, de los peores registros a nivel general y especialmente para las trabajadoras. Ahora bien, la tasa de varones se incrementó en el 2022 a un mayor ritmo, por lo cual se amplió la brecha a 19,3 puntos porcentuales.
Otro de los fenómenos que contribuyen a las inequidades estructurales es la participación que tienen las mujeres en determinadas ramas de actividad económica. Históricamente, cuando las mujeres acceden al mercado de trabajo, se incorporan mayoritariamente en determinados sectores, por lo general, lo menos dinámicos y con remuneraciones más bajas. Es lo que conoce como paredes de cristal, porque todavía hay actividades consideradas bajo el prejuicio de que son ideales para los hombres o vedadas para las mujeres, tal como muestra el siguiente gráfico:
El informe del Observatorio de Género reconoce que la tasa de desocupación general alcanzó valores 2,6 puntos más bajos que en diciembre de 2019, pero ese repunte productivo no alcanzó a todos por igual: la desocupación de las mujeres, al tercer trimestre de 2022, continúa por encima de la general. Este es un dato alineado a los valores históricos, donde las mujeres presentan una tasa del 7,8% contra 6,5% en los varones. La brecha en tasa de desocupación se mantiene en niveles similares a 2021, alcanzando 1,3 puntos. Vale señalar que las estadísticas oficiales continúan elaborando categorías binarias varón-mujer, por lo que persiste la invisibilización de las diversidades, argumentan desde el CEPA.
En el caso de las personas jóvenes, la tasa de desempleo general se redujo considerablemente, ubicándose por debajo del promedio de los últimos siete años. Sin embargo, la caída de la desocupación tiene ritmos distintos: al tercer trimestre de 2022, las mujeres jóvenes presentan una tasa de desocupación de 16,6% contra 14,3% para varones, con una brecha de 2,3 puntos, por debajo del promedio de los últimos años, menciona el documento, difundido en el marco del 8M.
Como contracara de la recuperación económica, desde CEPA advierten que durante el tercer trimestre de 2022 hubo un crecimiento de la informalidad que es 4,3 puntos porcentuales más elevada que en 2021. Son las mujeres las que tienen mayor participación en los trabajos informales: la tasa de informalidad de las mujeres fue del 39,4% y en el caso de los varones se ubicó en 35,7% (brecha de 3,7 puntos porcentuales).
Esta situación de desigualdad redunda en una asimetría en los ingresos que perciben las personas, resalta el informe. Si bien hubo una reducción de la brecha en términos interanuales, para el tercer trimestre del 2022, los varones percibieron un 24,6% más de ingresos personales y un 22,8% más de ingresos por ocupación principal que las mujeres. Ahora bien, en el caso del empleo formal, la brecha de ingresos fue de 16,5%, mientras que, en el mercado informal, asciende a 34,6%.
Menos bienes y de menor valor
El análisis de los impuestos directos sobre la riqueza da cuenta de que se encuentra fuertemente masculinizada. La cantidad absoluta de mujeres alcanzadas por el impuesto a los Bienes Personales en 2020 (último registro) representa casi la mitad de la cantidad de varones (34,5% contra el 65,5%, respectivamente). Se evidencia una clara distribución asimétrica en la titularidad de los patrimonios según género. Si bien desde el 2009 dicha participación viene incrementándose, aún está lejos de resultar equiparable a la participación de los varones, aclara el informe.
Al año 2020, sobre el valor total de los bienes declarados, el 72% correspondían a los varones, mientras que las mujeres poseían el restante 28%. Es decir, no solamente las mujeres son un tercio de las personas titulares del Impuesto a los Bienes Personales, sino que, en promedio, los bienes de las mujeres valen menos que los de los varones.
Por otro lado, si se analiza el impuesto a las Ganancias. De acuerdo a los datos fiscales de 2020, los varones explican un 76,2% del total de los ingresos gravados mientras las mujeres explican apenas un 23,8%. Es decir, la brecha de ingresos que observamos en el mercado laboral en su conjunto, se replica en aquellos ingresos alcanzados por el Impuesto a las Ganancias.
Existe una brecha significativa en el acceso a los puestos laborales que registran mayores ingresos y, por este motivo, tributan este impuesto. La desigualdad en la inserción de las mujeres al mercado laboral no mejora a mayores ingresos del mercado laboral, sino que se refleja también en los mismos, reflexionan desde el CEPA.
Pobreza de tiempo
Además de los datos del mercado de trabajo, es importante analizar cómo se resuelven las necesidades de cuidado y las tareas del hogar, porque ese orden condiciona el tiempo libre para insertarse mejor en el mercado laboral, para capacitarse o destinar más horas al trabajo remunerativo.
Diversos estudios, locales e internacionales, dan cuenta de que las mujeres dedican el doble de tiempo que los varones a las tareas no remuneradas en el hogar (como cuidado de personas o trabajo de limpieza). La Encuesta Nacional del Uso del Tiempo del INDEC (2021) expone que en Argentina se sigue sosteniendo de forma clara una división sexual del trabajo: el 55,5% de los varones se insertan en el mercado laboral realizando actividades pagas, frente al 36,9% de las mujeres. Por el contrario, el 91,6% de las mujeres realizan tareas domésticas o de cuidado no remunerado, frente al 73,9% de los varones.
Un dato que resaltan desde CEPA es que la inequidad en las economías de tiempo se profundiza en aquellos sectores socioeconómicos de mayor vulnerabilidad, dado que no pueden contratar servicios de cuidado, lo que reduce a su vez las posibilidades de insertarse laboralmente.
Lo más llamativo es que los datos del 2021 no difieren del 2013. Es decir, en casi una década las brechas de género en el uso del tiempo (trabajo remunerado vs. trabajo no remunerado) no disminuyeron. Por el contrario, en pandemia, el tiempo de ocio fue la variable de ajuste para las trabajadoras. Ello revela la rigidez que posee el reparto de tareas de cuidado y la necesidad de implementar políticas específicas que aborden el fenómeno, advierten desde CEPA.
El informe no se detiene en una radiografía de la desigualdad en el mercado laboral entre hombres y mujeres; también brinda un balance de las 50 políticas públicas llevadas adelante en la gestión actual, con avances y limitaciones. Por último, se ofrecen reflexiones respecto de los desafíos futuros y posibles estrategias para la transformación de la estructura económica, con perspectiva de género. El trabajo completo se puede descargar desde aquí.