No hay un único factor que explique el mapa actual de la industria audiovisual argentina. Esa es una de las tantas lecturas que se desprenden de los datos recogidos por el Observatorio del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). Al impacto devastador de la pandemia, se suman los cambios culturales y de las audiencias; también las brechas económicas entre las producciones "criollas" y los grandes "tanques" extranjeros. A su vez, las plataformas de streaming invierten en contenidos locales, pero de modo marginal y con las mismas productoras de siempre.
El Observatorio del INCAA se propuso mostrar cómo evolucionó el nivel de actividad de la industria audiovisual durante los últimos cinco años, con el foco puesto en el empleo y en las formas de consumos. Las ramas se desagregaron según los subsectores (televisión, cine y otros servicios audiovisuales) y eslabones de la cadena de valor (producción, postproducción, distribución, exhibición). El informe, que puede descargarse aquí, utiliza los datos y categorizaciones que realiza el Centro de Estudios para la Producción.
El reporte del INCAA señala que en 2020 hubo una caída generalizada del sector y también una desigual capacidad de recuperación. La rama más golpeada fue "Producción de filmes y videocintas". Un comportamiento similar se observó en "Producción de programas de televisión", aunque con tendencias menos acentuadas y sin estacionalidad: de hecho, tras el impacto en marzo y abril de 2020, el crecimiento es continuo hasta alcanzar su punto máximo en julio de 2021. Por su parte, la "exhibición de filmes y videocintas" sufrió un efecto muy marcado y con una lenta recuperación. Las disparidades se vinculan, fundamentalmente, por las características específicas de cada rama. No todas demandan la presencia física y la interacción de distintas personas, algunas —como la postproducción— pueden realizarse en buena medida de manera remota. En el siguiente gráfico se muestra la evolución mensual del empleo en las principales actividades:
Al analizar los datos por año, surge que en 2020 las ocho ramas tuvieron una evolución negativa, de las cuales cinco cambiaron de signo en 2021. "La pandemia fue un elemento devastador para todos por igual, llevó las entradas de cine a cero, y eso repercute en toda la cadena. Y, por otro lado, lo que se está dando es que los más jóvenes están participando a pleno de los consumos, no solo en los contenidos sino en las formas", explica a Redacción Mayo, Guillermo Saura, coordinador del Observatorio Audiovisual del INCAA.
Particularmente a nivel empleo, la producción cinematográfica cayó un 31,5% en 2020, respecto a 2019. Con la aprobación e implementación de protocolos para los rodajes, la actividad comenzó a repuntar, lo cual permitió cerrar el año con un nivel de actividad significativo, aunque levemente por debajo del nivel de años anteriores. En 2021 se observaron niveles relativamente normales hasta abril y un repunte en los meses posteriores, que se ubican por encima de los años anteriores. Así, junio y julio de 2021 son los meses en los cuales el empleo registrado supera la barrera de los 8.000 puestos de trabajo.
En el caso de la exhibición cinematográfica la caída se dio de una manera muy marcada y continua hasta junio de 2021. Esto puede ser atribuido a diversos factores: en primer lugar, al igual que otros espacios cerrados, las salas de cine son lugares con dificultad para implementar algunas medidas de cuidado; segundo, aquellos cines que abrieron debieron reducir su aforo; tercero, podría especularse con un factor de cautela por parte de los espectadores, por el cual los signos de recuperación son más tardíos que en otras ramas. Los números muestran que el sector de la exhibición experimentó probablemente la mayor crisis coyuntural de su historia.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que la exhibición cinematográfica tiene un componente estacional: todos los años la demanda de empleo aumenta en torno a las vacaciones de invierno. En esos meses es cuando las salas tradicionalmente reciben la mayor afluencia de público y se estrenan los grandes tanques, lo cual redunda en una mayor contratación de trabajadores. Por ejemplo, entre enero y julio de 2019 la cantidad de puestos de trabajo creció un 36%. En 2020 ese pico de demanda no se produjo, pero en julio de 2021 se observa un repunte, tal como muestra el siguiente gráfico:
Desde otra fase de la cadena, un dato para el análisis se vincula con los estrenos nacionales y la venta de entradas al cine. El dato llamativo es que no hubo caída en la producción, pero sí en espectadores. Según cifras del Sistema de Información Cultural (SINCA), el año pasado se estrenaron 240 películas, un 372% más que el total de estrenos de 2020, y a la cabeza estuvieron los films nacionales que representaron el 54% del total.
No obstante, y a pesar de los buenos números de la producción local, sólo el 2% de las entradas vendidas correspondieron a películas argentinas, lo que marca un cambio en la tendencia de los últimos años, cuando el cine nacional representaba, en promedio, el 12% de la recaudación total.
"Si ves los números del cine, los tanques se llevan la mayor cantidad de espectadores y si ves la caída de espectadores post pandemia, se sostuvo más el público de grandes tanques extranjeros que del cine nacional", destaca Saura. Y agrega: "Es necesario regular las plataformas, sin dejar de tener en cuenta que los modelos de negocio y de consumo están cambiando a una velocidad dramática".
En tiempos donde el consumo de contenidos "on demand" crece escalonadamente, traccionado por los cambios tecnológicos y el factor pandemia, las grandes protagonistas son las compañías de streaming. Aunque en los últimos años estén invirtiendo en contenido nacional, lo cierto es que la oferta local en las plataformas audiovisuales es escasa y poco diversa, al representar menos del 1% de los catálogos, tal como lo destacan desde el Observatorio Latinoamericano de Regulación de Medios y Convergencia (Observacom). Aunque Netflix sea la plataforma con más presencia de producciones argentinas, con un total de 34 obras, el porcentaje es ínfimo si se tiene en cuenta que tiene más de 5.050 títulos.
La TV que aún resiste
La producción de programas televisivos no sufrió un impacto tan marcado durante la pandemia. En parte, porque el volumen de empleo es menor (prácticamente dos tercios del empleo en la producción cinematográfica). Pero también podría especularse con que los programas televisivos "de piso" (magazines, noticieros, entre otros) tienen una mayor estabilidad, y muchos continuaron al aire con columnistas trabajando desde sus hogares. A diferencia del cine, gran parte de la producción televisiva no puede esperar, es decir, tiene una demanda de flujo permanente.
Distinto es el caso de los contenidos seriados (en particular los de ficción), que suelen ser intensivos en mano de obra y en inversiones. En los últimos años, la producción de estos contenidos para televisión fue en descenso, y las convocatorias y políticas de fomento no han logrado pluralizar ni la producción ni los contenidos, que siguen siendo centralizados en CABA y AMBA, como muestra un trabajo de Ornela Carboni.
Lo que sí creció fue la producción por parte de las grandes plataformas transnacionales. Vale destacar que los contenidos seriados para estas plataformas son clasificados como "televisivos" en el Sistema de Cuentas Nacionales. Entonces, con esa salvedad, los datos de empleo muestran una recuperación paulatina: en diciembre de 2020 ya se había alcanzado los niveles de 2017 o 2019, y en 2021 se observa una tendencia similar a la de la producción cinematográfica: niveles normales en los primeros meses con récord en julio (4.804 puestos de trabajo). Sin embargo, ese impacto en el rubro no es diverso, ya que las productoras que realizan los contenidos originales, y con las cuales trabajan las plataformas, son pocas (apenas una veintena) y "con un criterio centralizado geográficamente y de recurrencia de las mismas firmas", señalan Ana Bizberge y Ezequiel Rivero en su análisis para Observacom. Algo similar a lo que señalamos que ocurre con las políticas de fomento. Al mismo tiempo, la brecha en términos de competitividad es grande. "Argentina sigue teniendo posicionamiento de calidad frente a países vecinos, pero a la hora de sentarse a competir con las plataformas estás un 40% desfasado en inversión", explica Saura.
Medir el impacto económico y tributario
Más allá de esos condicionantes, desde el INCAA reconocen el impacto positivo (económico y tributario) que concentra el sector. Por ese motivo, con la colaboración de investigadores de la carrera de Economía de la UBA y del CONICET, el Observatorio Audiovisual construye en la actualidad una nueva "matriz de contabilidad social" (MCS), que permitirá representar el flujo circular de la economía y las interrelaciones entre los distintos agentes.
Para la definición del sector audiovisual y de cara a la actualización de la matriz 2022 se sumó, por primera vez, al sector de videojuegos y se desagregaron las actividades de las plataformas de streaming. "Su utilidad es múltiple. Es un insumo estratégico para que los productores justifiquen la importancia de su actividad y, al mismo tiempo, útil para que las políticas aplicadas tengan en cuenta el contexto de cambios que atraviesa el sector audiovisual. También permitirá dar cuenta del aporte a la matriz productiva nacional, porque es un sector impulsor del resto de la economía", indica Saura. Pero aclara: "esto no quiere decir que la actividad deba ser concebida exclusivamente en términos económicos; su fundamento es y debe seguir siendo cultural".