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Cuerpos inmóviles en la niñez: coletazos de la pandemia y el trazado urbano

Un relevamiento de la UNC permitió observar cómo las políticas sobre espacios públicos destinadas a barrios populares de la periferia, sumado a los efectos de la pandemia, limitaron el derecho al movimiento y el juego. Por Lorena Retegui

plaza vacia barrio 12 de julio
plaza vacia barrio 12 de julio Redaccion Mayo
16-08-2022

Enunciado en la Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas, en su artículo 31, el derecho al descanso, el esparcimiento, al juego, a realizar deportes y participar de la vida cultural y artística tiene amplio consenso en las sociedades contemporáneas. Sin embargo, no siempre es garantizado por el Estado, especialmente en los sectores socio-segregados, cuya falta de acceso a servicios esenciales y de protección social impactan negativamente en las posibilidades lúdicas y de desarrollo de las infancias. 

Dirigido por las investigadoras Juliana Huergo e Ileana Ibañez, un equipo interdisciplinario de la Facultad de Ciencias Sociales, de la Universidad Nacional de Córdoba, llevó adelante un trabajo de campo de corte etnográfico, durante el contexto de pandemia. A través de entrevistas y observaciones, recogieron cientos de experiencias de niños, niñas y adolescentes y prácticas de cuidado en 25 barrios populares de la ciudad.

El proyecto partió de un escenario estudiado previamente: hay tres fenómenos coincidentes en la ciudad de Córdoba, en relación a los espacios públicos: en primer lugar, la presencia de procesos de revalorización, patrimonialización y gentrificación del centro de la ciudad; al mismo tiempo, una expulsión de poblaciones de villas y asentamientos del centro y zonas aledañas hacia las afueras del casco urbano, conformando una zona de relegación hacia el este; por último, la inversión inmobiliaria en countries, barrios cerrados, condominios en altura, desarrollo de polos gastronómicos y culturales hacia el noroeste, mediante un movimiento de periurbanización.

“El Estado y el mercado confluyen en acciones que promueven la socio-segregación urbana, en un espacio para unos y un límite para otros”, explica Ibañez en su charla con Redacción Mayo. ¿De qué manera? “Con políticas de embellecimiento, iluminación, refacciones, espacios verdes o la construcción de lugares e itinerarios turísticos en un sector, por lo general, en el centro de la ciudad y en barrios privados”. En los barrios populares, en cambio, no hay espacios públicos acordes y tienen un servicio de transporte precario con una sola línea de tránsito cada 45 minutos. “Ir al parque al que todos quieren ir les queda lejos, es impensado para ellos, porque los recorridos están condicionados por las posibilidades de desplazamiento”, detalla Huergo.

 

Sobre llovido, la pandemia

Aunque la irrupción de Covid-19 y el consecuente aislamiento obligatorio impactó en todas las clases sociales, no lo hizo con el mismo tenor en un estrato que en otro. “Observamos una profundización del proceso de casa-cápsula, como lugar reducido, de encierro; la preocupación de madres y padres por la excesiva pantallización como experiencia, pero también la acentuación de las desigualdades en aquellas familias que no tenían conectividad ni dispositivos”, explica Ibañez. 

Uno de los efectos de la pandemia en las infancias fue el de los cuerpos inmóviles, sobre todo en los sectores donde predomina el hacinamiento. “No tenían donde ir, porque las instituciones generadoras de movimiento eran las escuelas, como epicentro de esa experiencia, los espacios barriales deportivos y las organizaciones sociales. Y estaban todos cerrados”, recuerda Huergo. Así, en los relatos de 30 referentes comunitarias surge un elemento común, según recuerdan las investigadoras: “Nos contaban que en un momento se dieron cuenta de que las familias que venían por la comida se quedaban un rato más, porque los chicos aprovechaban para moverse, para jugar, para estar con pares”. 

Una vez que el aislamiento dejó de ser estricto y empezaron las aperturas progresivas, por ejemplo, en plazas o parques, la crisis sanitaria no hizo más que desnudar la falta de espacios públicos en estos barrios populares.  “Antes no se percibía porque los chicos estaban en la escuela. Entonces, la pregunta es: ¿para quiénes están pensando la ciudad?, porque poco aprendimos de la pandemia, y lo que ocurrió en Córdoba es que la configuración de las políticas de espacios urbanos priorizó -y lo sigue haciendo- a otros sectores y descuidó los barrios socio-segregados”, reflexiona Ibañez.

No sólo escasean los espacios verdes en estos barrios, los pocos que existen no presentan condiciones adecuadas para el juego, el movimiento y la recreación de niños y niñas. “Esas disímiles formas que ha adquirido la ciudad diagraman una nueva geometría corporal, como señala Bourdie, con encuentros, trayectorias, desplazamientos, relaciones entre cuerpos y espacios, según pertenencia de clase”, resalta Huergo. Este recorte urbano no hace más que generar distancias, jerarquías espaciales y simbólicas; en definitiva, desigualdades en los usos y disfrute de espacios públicos y en los derechos que tienen las infancias al movimiento, al juego y a habitar la ciudad. 

Como tantas otras veces, fue la organización y autogestión de los propios sectores populares, con una marcada presencia del género femenino, la que dio respuesta a esos cuerpos inmóviles. Ahí estuvieron las mujeres en la primera línea, madres y referentes comunitarias: por un lado, en las prácticas del cuidado (dentro y fuera de los hogares); por otro, al momento de gestionar espacios públicos para las infancias, como ocurrió en los festejos del día de la niñez, durante la pandemia. Ellas hicieron de ese simple momento de sociabilidad un acto de gestión para garantizar derechos. Allí, donde el Estado no estuvo, estuvieron las mujeres del barrio.

El proyecto incluyó la realización de un taller fotográfico para niños y adolescentes de 12 a 14 años, con el objetivo de recoger experiencias, a través de las imágenes, sobre lo que implicó la pandemia para ellos y la ausencia del movimiento y el juego. “En los portfolios que armaron los chicos se repitió la resignificación del espacio. Por ejemplo, hubo muchas fotografías tomadas desde el techo de sus casas, en la búsqueda de un espacio más amplio, la necesidad de generar su propio lugar. También manifestaron extrañar la escuela como lugar de encuentro y donde podían correr, moverse. Tenemos que pensar esos derechos (el movimiento, el juego y el espacio público) desde un enfoque integral del derecho a la salud”, concluye Ibañez, en su charla con Redacción Mayo.

apoyo escolar en pandemia credito, referentes comunitarias
Apoyo escolar en pandemia. Crédito: referentes comunitarias.

Los barrios relevados

El proyecto relevó datos a partir de entrevistas realizadas y observaciones en los siguientes barrios cordobeses: zona sur (Cooperativa Reno y Barrio S.E.P), zona sudeste (23 de Abril, José Ignacio Díaz Tercera Sección, Cooperativa Familias Unidas, Almirante Brown, Villa Los Artesanos), zona sudoeste (San Roque, Villa Libertador), zona este (Yapeyú, Villa El Tinglado), zona norte (Parque Liceo Segunda Sección, Guiñazú, Ciudad Barrio El Chingolo, Remedios de Escalada), zona noreste (Marqués de Sobremonte y Patricios), zona noroeste (Villa Cornú, Cerro Norte, IPV Argüello, La Soñada, 2 de Septiembre, Cooperativa Nueva Esperanza, 12 de Julio, Nuevo Progreso).

Vale destacar que el registro fotográfico para el proyecto lo realizaron las propias mujeres y referentes comunitarias, teniendo en cuenta que parte del trabajo de campo se realizó durante el aislamiento, entre mayo y julio de 2021.

 

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Día del Niño en pandemia. Crédito: referentes comunitarias.

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Redacción Mayo

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