La Asamblea General de las Naciones Unidas menciona que la búsqueda de la felicidad constituye un objetivo humano fundamental. En ese sentido, el organismo señala la importancia de reconocer que la felicidad y el bienestar son “objetivos de las políticas públicas”. Con la letra de la ONU como base, “sentirse poco o nada felices” fue una de las dimensiones contempladas en el estudio “Condiciones de vida en las personas mayores en Argentina (2017-2021)”, realizado en conjunto por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica (UCA) y la Fundación Navarro Viola. Entre los factores que más afectan la felicidad se encuentran el nivel educativo, el nivel socioeconómico y el vivir con o sin compañía.
“En los últimos años, el 15% de las personas mayores expresa sentimientos de infelicidad. La proporción luce baja, pero luce distinta y más preocupante cuando permite estimar que en la Argentina, alrededor de un millón de personas mayores se sienten infelices”, destaca la encuesta, cuya muestra puntual de hogares alcanzó los 5760 casos por año, en diferentes aglomerados urbanos del país.
Sin que el estudio demuestre una especificidad de la infelicidad, lo cierto es que los datos señalan que entre adultos mayores es un estado un poco más considerable que entre quienes aún no alcanzan la llamada vejez. Por otro lado, la investigación diferencia entre quienes tienen entre 60 y 74 años y quienes tienen más de 75 y, a contramano de lo que se podría suponer, la franja más joven resultó menos feliz. “La diferencia es pequeña, pero permite decir que la infelicidad no aumenta en la edad avanzada”, explica el reporte.
Fuente: Agenda para la Equidad (2017-2025), EDSA - Observatorio de la Deuda Social UCA.
Mientras que el sentirse poco o nada feliz aparece en una de cada diez personas mayores que tuvieron más oportunidades educativas, para quienes se encuentran en la vereda opuesta el porcentaje se duplica. “Entre las personas mayores, el menor nivel educativo es un claro factor de riesgo”, resume el informe. Respecto al género, aunque no hay brechas significativas, el estudio encontró que son las mujeres las más expuestas a la sensación de infelicidad, análisis que coincide con la Medición de Calidad de Vida en Pueblos y Ciudades de la Fundación COLSECOR.
Por otro lado, el estudio señala que vivir solos también aumenta la sensación de insatisfacción y tristeza. Por el contrario, vivir acompañados protege, especialmente entre quienes viven con otros adultos, que superan los 60 años. El trabajo agrega: “Las relaciones y vínculos afectivos constituyen un caudal de soportes que favorecen a las personas a alcanzar el bienestar. Sin embargo, las relaciones cambian en la vejez y especialmente en un contexto de pandemia, en el que pudo haberse resentido la disponibilidad y la recepción del apoyo social”.
La encuesta incorporó el indicador de “sentimiento de soledad”, que “no es lo mismo que estar solo. Aún rodeado de otros que le den afecto, la persona se siente sola”, aclara el informe. En ese caso, el estudio arrojó que, durante el periodo de pandemia, el 18% de los adultos mayores “se sintió solo”.
Otras deudas sociales
El envejecimiento poblacional requiere un abordaje multidimensional ante los problemas habituales de los adultos mayores: problemas de salud, desempleo, baja cobertura en pensiones y en protección social. En Argentina se estima que hay siete millones de adultos mayores; de esa población, el 26% tiene pobreza estructural (dos o más carencias), según el informe de la UCA y la Fundación Navarro. Dentro de ese porcentaje, quienes cuentan entre 60 y 74 años serían los más comprometidos. En el caso de personas mayores de 75 años se da en una de cada cinco. Aunque hay una tendencia creciente a seguir formando parte de los mercados laborales, la gran mayoría obtiene sus ingresos del sistema previsional, que en nuestro país es prácticamente universal y para todos y todas. Sus otras fuentes de ingresos son los ahorros propios y la ayuda de terceros.
El estudio contempló otras dimensiones para medir la pobreza estructural (multidimensional), sin acotarse sólo a los ingresos, teniendo en cuenta la ausencia de una canasta básica de necesidades para los adultos mayores. Así, también se contempló el acceso a una vivienda digna (en las personas mayores ese déficit es del 12% y al igual que el factor felicidad su carencia se asocia directamente con el nivel educativo y socioeconómico); el acceso a servicios domiciliarios básicos (el déficit es del 23%) y el estado, atención y necesidades en salud. Sobre este último punto, el dato más relevante es que el 19% de la población no realiza consulta médica anual y el 73% no hace ninguna actividad física. “Casi 5 millones de personas mayores deberían incorporar ejercicios físicos en su rutina semanal”, sostiene el reporte. A su vez, 6 de cada 10 mayores que viven solos tienen problemas de salud, comparado con quienes viven con otros.
Fuente: Agenda para la Equidad (2017-2025), EDSA - Observatorio de la Deuda Social UCA.
Hay que diferenciar el envejecimiento poblacional del envejecimiento individual. Se considera que una población está envejecida cuando el porcentaje de mayores de 60 años se ubica entre 10 y 19% (Uruguay, Chile, Argentina), muy envejecida si está entre 20 y 29% (Europa Occidental), e híper envejecida si supera el 30% (Japón). Este proceso sostenido tiene sus raíces en una menor natalidad, con una menor mortalidad y mayor esperanza de vida: en 1950 la media de esperanza de vida en América Latina era de 55,7 años, actualmente ya es de casi 75). Este cambio demográfico es más rápido e intenso en los países de ingresos bajos y medianos. La Argentina se encuentra transitando una fase intermedia.
“En la vejez en Argentina pesa mucho el nivel educativo alcanzado, especialmente el haber finalizado o no el secundario. Esto es mejor predictor de una buena vejez que la edad cronológica. Especialmente pesa el nivel socioeconómico, y un hallazgo de nuestro estudio, es que pesa mucho el tipo de hogar. No es lo mismo vivir solo que vivir acompañado”, concluye el trabajo.