Mientras la Argentina atraviesa la segunda ola de contagios y en el Área Metropolitana de Buenos Aires (Amba), el Gobierno Nacional ya tomó la decisión de suspender la presencialidad en las escuelas. En el resto de las provincias las clases mantienen la bimodalidad. Los niños alternan la presencialidad en las aulas con las tareas remotas en sus hogares todas las semanas, burbujas mediante.
Más allá de esta escena coyuntural, que responde a situaciones epidemiológicas -al que se le agrega una dimensión política- lo cierto es que la escuela tradicional, tal como la conocíamos hasta ahora, sufrió tras la pandemia un quiebre sin precedentes.
Aún los especialistas no logran decir cómo se terminará de acomodar la comunidad educativa, pero lo cierto es que la nueva normalidad introdujo otras formas de relacionarse entre padres, alumnos y docentes y revalorizó a la institución como un espacio de socialización y organización de la vida cotidiana. ¿Qué se puede sacar en limpio de este proceso que empezó hace más de un año atrás y que todavía continúa?
Para la Vanesa D´Alessandre, especialista en educación del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), “las huellas que las respuestas educativas de emergencia están dejando en el funcionamiento global del sistema educativo son indelebles. No hay forma de “volver a lo anterior” porque la comunidad educativa en conjunto ya no es la misma”.
La primera de esas marcas es la conectividad y su ausencia. Mientras hubo experiencias novedosas y con cierto éxito como fue la ampliación de las plataformas y propuestas educativas digitales. A lo largo del 2020 diferentes estudios marcaron que la brecha digital acentuó las diferencias socioeconómicas y generó una deuda educativa de la que aún no se tiene una dimensión acabada. Al menos uno de cada 10 niños no tuvo contacto con la escuela durante el año pasado.
Punto de partida
Esta nueva realidad se asentó sobre un escenario que ya era complejo. En 2019, por ejemplo, si bien la gran mayoría de los adolescentes lograban ingresar al secundario, solamente la mitad lo terminaba.
Los resultados de las pruebas Aprender marcaron que, en el último año de secundaria, el 71% de los estudiantes tuvo desempeños básicos o por debajo del nivel básico en matemática. A finales de este año, recién se podrán medir las consecuencias en los procesos de aprendizaje.
“En el nuevo escenario incierto y adverso, el desafío es recuperar los aspectos positivos de esta transformación; y los aprendizajes adquiridos ponerlos al servicio del mejoramiento de las trayectorias escolares, los aprendizajes y la restitución del derecho a la educación de niños, niñas, adolescentes y jóvenes desvinculados del sistema”, remarcó D´Alessandre.
La especialista apunta a que el aislamiento sirvió para revalorizar la educación presencial, comprender el rol de la escuela y visibilizar el vínculo “indisoluble” entre familia y escuela en los procesos de escolarización. “Los hábitos y conductas que habilita la escuela presencial son clave en el sostenimiento de los procesos de escolarización y no pueden recrearse fácilmente en los hogares” apuntó.
Pacto educativo
Durante la apertura de sesiones el primero de marzo pasado, Alberto Fernández, convocó a los distintos sectores a un Acuerdo Federal por la Igualdad Educativa. Aunque todavía no hay precisiones sobre esta invitación, lo cierto es que algunos especialistas se ilusionan con esta posibilidad histórica de un nuevo acuerdo pedagógico. El último fue durante el gobierno de Raúl Alfonsín.
“Es clave que las políticas educativas digitales ocupen un lugar protagónico dentro del debate. La distribución masiva de equipamiento y la ampliación de la conectividad pueden reducir la brecha digital, pero no impactarán en el desarrollo de capacidades significativas si no es a través de su articulación, con modelos pedagógicos que integren el “saber enseñar” de los docentes, potencien las prácticas de enseñanza y aprendizaje, y las interacciones entre los diferentes actores de la comunidad educativa” describió D´Alessandre.
Por su parte, para Agustín Batto Carol, Director de Eidos Global, una ONG que trabaja generando experiencias de aprendizaje, un nuevo modelo educativo se debe trabajar sobre las habilidades blandas.
“Aprender a aprender, trabajar en equipo, desarrollar el pensamiento computacional y sobre todo la comunicación, la empatía y la resolución de problemas han sido protagonistas este 2020. Junto a las habilidades digitales deberán ser piedra fundacional de la educación que viene, si queremos que nuestro sistema educativo sobreviva a las transformaciones que están sucediendo y que derive en la creación de sociedades donde nadie quede por fuera, por no tener las habilidades para adaptarse a ellas” apuntó.
Crisis
La doctora en ciencias sociales e investigadora de Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) Argentina, Sandra Ziegler, apunta en un artículo especializado que los cambios que se produjeron en la institución escuela durante el siglo XX siempre estuvieron asociados a fenómenos externos a la comunidad educativa. Y que la adaptación a las situaciones políticas, económicas y en este caso sanitarias fueron las que determinaron los mayores cambios.
“La crisis está dando oportunidades de buscar soluciones alternativas, de juntar recursos dispersos, de conectar plataformas disponibles, de generar comunidades de práctica donde se adaptan ideas y se comparte con velocidad vertiginosa aquello que funciona y aquello que no”, describe Zeiger.
El sistema de prueba y el error caracterizan a muchas experiencias en la pandemia: desde las decisiones más generales sobre las restricciones, hasta los ensayos científicos.
“Hay un crecimiento acelerado de plataformas que usan inteligencia artificial y se han abierto para su uso gratuito en este contexto (cuestión que redundará en su desarrollo), así como organizaciones globales que están recopilando las mayores innovaciones en tiempo de pandemia para potenciarlas. Todas prácticas inexistentes cuando acudimos a los edificios escolares”, apunta en ese artículo Zeiger.
“Una incógnita a plantear es si este empujón forzado nos dará la chance de desarrollar opciones educativas que transformen la escuela moderna que insistía en seguir indemne en un mundo que ya era y es otro” se preguntó.
Por su parte, para Batto Carol el 2020 significó en cierta forma un salto hacia adelante para renovar la educación y señala que no se debe “volver a la normalidad” de la escuela tal como se la conocía.
“Esto implicaría perder aprendizajes valiosísimos que adquirimos al vernos forzados a repensar la educación sin la presencialidad. No necesitamos volver, necesitamos evolucionar”, dice Batto Carol y aclara que la presencialidad es vital en el proceso de aprendizaje.
“La mayor necesidad hoy es la de que los y las estudiantes vuelvan a estar conectados con la escuela, con sus docentes y con el aprendizaje de forma segura y regular” señaló.