¿Qué niveles de violencia puede soportar una sociedad? O, planteado de otro modo: ¿hasta qué punto la sociedad es capaz de aceptar la violencia?
Cuando planteamos sobre quiénes controlan a quienes nos controlan, en realidad estamos buscando el primer capítulo de una reflexión mucho más profunda: qué impacto tiene en una sociedad ceder algunas garantías en nombre de un bien mayor.
La cuarentena en Argentina nos mostró ya varias etapas. Al principio, de manera masiva y casi acrítica, el país entendió que lo mejor ante la pandemia sin vacuna era un aislamiento generalizado.
Y se puso casi de moda utilizar palabras agraviantes de manera pública, en medios de prensa y en boca de funcionarios públicos, para señalar a aquellos que violaban la cuarentena impuesta. “Boludo” y “pelotudo” fueron dos palabras que se repitieron en varias pantallas y radios. Un joven que regresaba con su tabla de surf de Uruguay fue objeto de todo tipo de críticas, persecuciones y señalamientos por parte de periodistas.
De manera paralela, comenzaron a reproducirse escraches entre vecinos. Un poder de control que ya excedía a las fuerzas de seguridad apostadas en las calles y rutas y que de manera peligrosa comenzaba a perforar un tejido social ya bastante corroído por el discurso de la grieta sin solución.
“El miedo hace que me cubra individualmente y eche a perder un vecindario. Nos piden que denunciemos a los vecinos que rompen la cuarentena, pero el coronavirus pasa y el vecino queda. Así no se puede buscar unidad en ningún lado”, reflexionó el psicólogo social y especialista en violencia urbana, Sebastián Bertucelli.
Durante la cuarentena, Bertucelli, quien hace décadas recorre los diferentes rincones de la sociedad, se dedicó a repensar las palabras en el discurso público. Y se topó con contradicciones fuertes, de esas que hacen mella en la cohesión ciudadana. ¿Se puede hablar, acaso, de aislamiento social cuando siempre ha sido clave generar vínculos saludables? “Hay tantas personas del país infectadas, de las cuales murieron tantas. ¿Y los miles que no se contagiaron?, ¿Por qué hay tanta gente saludable en medio de tanta gente contagiada? Es porque buscamos las causas de la enfermedad, en vez de mirar las causas de la salud”, volvió a cuestionar Bertucelli, antes de concluir que de esta manera sólo se estaba logrando generar desánimo colectivo.
“Se dice transmisión comunitaria, pero la comunidad transmite soluciones no enfermedades”, fue otra de las críticas discursivas en las que se detuvo el especialista. Y enseñó: “Correr detrás del problema todo el tiempo no es la solución”.