“Los subsidios deberían concentrarse en los sectores de bajos recursos “
Eggers es actualmente profesor de la UNLP y la UCALP, y asesor legislativo. Fue director de Crédito Público de la provincia de Buenos Aires (1996-2003) y se desempeñó como vicepresidente del Banco de la provincia de Buenos Aires (2003-2005) y como director de la Oficina Nacional de Crédito Público (2010-2013). Además, es autor de libros de economía para el nivel secundario y escribe artículos en medios periodísticos.
El economista aborda los principales problemas económicos que preocupan al país: la inflación, el ingreso de dólares, las retenciones al campo, la segmentación de tarifas, el Salario Básico Universal, el acuerdo con el FMI y las medidas anunciadas por Sergio Massa como ministro de Economía y Finanzas Públicas.
-¿Es la inflación el principal problema de la economía argentina? ¿Cuál sería la mejor forma de encararlo?
-La inflación es, sin duda, un gran problema en la actualidad. Y lo mismo podría decirse de la pobreza y de la falta de crecimiento económico. A corto plazo, la inflación reconoce múltiples causas; la aceleración que hubo en los últimos meses se vincula, en gran medida, con expectativas negativas: si la gente cree que la inflación se va a acelerar, esto efectivamente ocurre; los empresarios, buscando hacer máximas sus ganancias, aumentarán los precios, y los compradores terminarán convalidando esos aumentos, especialmente si es lo que esperan que ocurra.
Las acciones contra la inflación a corto plazo dependen de cuáles son las causales en cada momento. Pero, con una perspectiva de más largo plazo, la inflación es consecuencia de los desequilibrios macroeconómicos; fundamentalmente, el déficit fiscal y el déficit externo. Entonces, lo que hay que hacer es evitarlos. El déficit fiscal puede temporariamente financiarse con deuda externa, como ha pasado en la época de Martínez de Hoz, en la Convertibilidad y en la presidencia de Macri, pero llega un momento en que el endeudamiento no sólo no puede sostenerse; además, agrava el problema del desequilibrio, por los vencimientos de intereses y capital de la deuda. Entonces, se recurre a la emisión monetaria para financiar el déficit; que, cuando está totalmente divorciada de las necesidades de dinero que tienen los agentes económicos, termina degradando la moneda, y alimentando la inflación. El déficit externo lleva a la necesidad de devaluar la moneda y/o poner restricciones a las importaciones; ambas vías conducen a la inflación.
Los equilibrios macroeconómicos, al tiempo que permitirían (no inmediatamente, pero sí luego de un tiempo) domar la inflación, también son condición necesaria para el crecimiento económico, que a su vez es condición para la baja sostenida de la pobreza. No por casualidad, el período de mayor crecimiento económico -acompañado de baja de la pobreza- de las últimas décadas (desde mediados de 2002 a mediados de 2008) fue también el único período de los últimos tiempos donde hubo superávit fiscal y externo.
-¿Qué se puede hacer para mejorar el ingreso de dólares?
-Los dólares pueden provenir de dos fuentes: comercial y financiera. La financiera implica endeudamiento, inversión extranjera o repatriación de capitales; no parece que vayamos a lograr muchos dólares frescos, en lo inmediato, por esos lados. La fuente comercial es fundamental. Para eso, hay varias medidas que pueden servir: incentivos y apoyo a las exportaciones de manufacturas y de servicios, negociaciones comerciales para apertura de mercados, acciones para aumentar la productividad interna, etc. Pero lo que es decisivo es el tipo de cambio: el que se emplea para exportar manufacturas y servicios y para importar bienes que pueden producirse aquí debe ser competitivo. Estamos en un sistema capitalista, son los empresarios privados los que exportan e importan, y ellos van a mirar al mercado externo o al interno según lo que más les convenga. Si el dólar está barato, preferirán importar; si tiene el nivel suficiente como para que sea negocio exportar, y hay perspectivas de que va a mantenerse en un nivel adecuadamente competitivo, entonces invertirán para exportar, y eso traerá los dólares que necesitamos. Se necesita un tipo de cambio razonable, que pueda mantenerse en el tiempo, para proporcionar un horizonte estable en el cual proyectar las inversiones.
-En ese sentido, ¿cómo ve las relaciones con el sector agrario?
-La distribución de la riqueza en Argentina es inequitativa; y, en particular, la posesión de la tierra no responde a criterios que la mayor parte de la sociedad identifique con merecimientos. Es necesario que el Estado realice una política de redistribución de ingresos. Probablemente, los impuestos a las exportaciones no son el instrumento ideal, pero sirven como instrumento para diversificar la estructura productiva: no es conveniente depender en exceso de un solo producto, porque cuando tiene una crisis (por ejemplo, por caída de precios internacionales), el impacto sobre la economía es muy grande (esto se ha llamado enfermedad holandesa; típicamente ha ocurrido con el petróleo, pero en Argentina podría ocurrir con la soja).
-¿Las retenciones deben aumentar, bajar, eliminarse?
-Lo conveniente es graduar las retenciones de modo de permitir una rentabilidad moderada, que estimule la producción; y limite la rentabilidad muy alta, que no lleva a mayor inversión productiva (en las estadísticas no se advierte que en los períodos de mayor rentabilidad agrícola la producción aumente) y sí a mayores precios de los alimentos, y a generar excedentes de ganancias que en buena medida se dolarizan. Para eso, podrían implementarse retenciones móviles, que varíen en el mismo sentido que el precio internacional, en un contexto de tipo de cambio real estable; y que el sistema incluya un seguro contra adversidades climáticas, que vendrían a ser una especie de retenciones negativas: que se forme un fondo, con el cual se construya infraestructura rural y de transporte que les sirva a los productores agrícolas y se compense a los que tienen pérdidas por sequías o inundaciones.
-¿Hay manera de garantizar la liquidación de las cosechas?
-Los productores siembran y cosechan para vender los granos; y no los pueden retener eternamente. A lo sumo, en momentos en que se especula con una devaluación o con una disminución de retenciones, pueden demorar un tiempo las ventas. Eso hicieron en los últimos meses de 2020, pero terminaron vendiendo, sin mayor daño para la economía. Lo que hay que hacer es tratar de proveer un ambiente económico estable, evitando los atrasos cambiarios, que contribuyen a la sensación de que va a haber una devaluación.
-Sobre la matriz energética, ¿qué opinión tiene sobre la segmentación de tarifas?
-La segmentación de tarifas tiene como base la noción de que los subsidios deben ir hacia quien los necesita, y que no es equitativo (además del daño macroeconómico que produce) subsidiar el consumo de sectores con capacidad de pago. Dado que la clase media está acostumbrada a los subsidios, lo que se estableció es que se retirarían los subsidios a la clase media alta y alta, pero manteniéndolos a la clase media y, en mayor medida, a los sectores de menores recursos. Esto tiene especial sentido en las presentes circunstancias, cuando Argentina está importando energía por miles de millones de dólares en un contexto de precios internacionales muy altos. Pero en una situación normalizada, los subsidios deberían concentrarse en los sectores de bajos recursos; esta segmentación tarifaria, que fue muy resistida incluso por sectores del propio gobierno, contempla subsidios para familias con riqueza y/o ingresos superiores a la media, lo que puede ser discutible.
-¿Debería el Gobierno hilar más fino sobre los costos de producción del gas y de generación eléctrica o debe atarse a los precios internacionales?
-Si el país debe importar energía, no puede desentenderse de los precios internacionales, sencillamente porque los tiene que pagar. Los precios para la producción local deben ser suficientes como para incentivar la realización de inversiones; a menos que el Estado esté en condiciones de financiar esas inversiones (no es el caso). Los precios no deben dar lugar a ganancias extraordinarias, que terminan saliendo el país; pero deben ser suficientes como para que se realicen las inversiones necesarias. En caso contrario, termina saliendo más caro; las políticas que no tuvieron en cuenta eso llevaron a que en 2014 la producción de gas fuera 20% inferior a la de 2004, en el contexto de un fuerte aumento de la demanda. Y eso todavía lo estamos pagando, al tener que importar gas que tenemos en nuestro subsuelo.
-¿Cómo ve el debate sobre el Salario Básico Universal?
-Hace poco leía un artículo de Itaí Hagman, por el cual me quedó claro que lo que llaman Salario Básico Universal no es eso, sino una unificación de planes de asistencia social (si algo es universal está disponible para todo el mundo, sin importar características como la situación económica; por ejemplo, la escuela pública o el hospital público). Hagman también hizo cálculos para demostrar que instaurar el SBU no aumentaría el déficit fiscal; de leer sus argumentos, me quedó claro que sí lo aumentaría; y en este momento en que la prioridad es estabilizar la economía, un aumento del déficit fiscal sería contraproducente.
Un esquema en el cual se podría pensar es un ingreso mínimo garantizado, como el propuesto para España: se buscaría complementar ingresos a todas las familias que no alcanzan la canasta básica alimentaria. Pero hay que tener en cuenta: a) reemplazar planes existentes no será fácil, habrá muchas resistencias; cambiar de sistema tendrá ganadores y perdedores, y quienes pierdan van a resistirlo; b) es difícil que no implique un aumento del gasto (y el aumento del gasto no sería compensado por mayores ingresos), por lo cual sería mejor que el cambio se realice en una situación en la cual se pueda afrontar un mayor déficit fiscal.
-La cuestión impositiva es siempre materia de debate. ¿Debe haber una reforma impositiva? ¿Cuáles serían los ejes centrales de la misma?
La reforma tributaria debería tener como ejes: a) la equidad tributaria (tanto vertical: que la estructura tributaria tienda a ser progresiva; como horizontal: que se trate de igual manera a quienes están en situación similar); b) la eficiencia económica (hay que evitar, en lo posible, que los impuestos induzcan a una asignación de recursos ineficiente socialmente; y que los gastos de cumplimiento y fiscalización asociados sean muy altos); c) suficiencia recaudatoria (que la recaudación alcance para financiar el nivel del gasto que la sociedad desea tener).
-FMI: ¿Cómo ve al acuerdo logrado?
-Con el FMI se llegó al acuerdo necesario para no caer en default con ese organismo, con los otros organismos internacionales y con el Club de París (es decir, con los organismos en los que están representados los principales países del mundo). Este acuerdo incluye condicionalidades que, para el tipo de acuerdo al que llega generalmente el FMI, son inéditamente flexibles; esto, claro, porque no es que el FMI entregue fondos frescos, sino que se trata de evitar un incumplimiento de pagos que no es conveniente para Argentina ni para el FMI. Y se trata de refinanciar (en la práctica) un préstamo que nunca debió haber sido desembolsado, al menos en la proporción en que lo fue, ya que se utilizó para apuntalar al gobierno de Macri y para permitir que los fondos privados salieran del riesgo argentino, en lugar de servir para hacer sustentable la situación externa del país.
-¿Son viables las metas o exigencias del Fondo?
-No pondría el énfasis sobre las metas cuantitativas, ya que parece claro que serán modificadas; creo que para el FMI será suficiente que se vaya hacia la dirección indicada, la de mejorar la solvencia fiscal y externa del país, estabilizando la economía. Eso no sólo es viable, también es conveniente; hay que tener la decisión de hacerlo.
-¿Qué opina sobre las medidas anunciadas recientemente por Massa?
-El abordaje del nuevo equipo económico empieza por un buen diagnóstico: es mejor moverse dentro del programa acordado con el FMI que romper con él, hay que reducir el déficit fiscal y conseguir dólares para aliviar la situación externa. En ese sentido, ratifica el esquema de segmentación tarifaria, avisa que puede impactar en forma más amplia que el 10% de mayores ingresos de que hablaba Guzmán, y le suma un límite de consumo, lo cual parece justo y eficiente, para que aun los que reciben subsidios tengan incentivos para ahorrar energía. Massa dijo también que habrá una priorización de gastos, lo que debería implicar poner la lupa sobre aquellos que no están ya comprometidos ni son imprescindibles para la prestación de servicios. Al mismo tiempo, anunció un refuerzo de haberes para jubilados. En el conjunto, podría ser una reasignación equitativa de gastos. Entiendo que el anuncio relativo al control de los abusos de empresas que operan en comercio exterior tendrá algún efecto en las cuentas públicas, pero además tiene un efecto simbólico: avisar que se quiere dejar atrás al Estado bobo del que los vivos se aprovechan.