DIÁLOGOS

“Lo que falta en Argentina es laburo digno”

Martín Kalos es economista de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y director de EPyCA Consultores. En esta entrevista con Redacción Mayo, analizó las principales variables de la economía de nuestro país. Por Jonathan Raed
martin kalos -dialogos web Redaccion Mayo
05-12-2022
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-¿Cuál considerás que es el mayor problema económico de la Argentina?

-Hay muchos para elegir. Solo para ir por un lado distinto, voy a decir que es la imposibilidad de coordinar una mirada de largo plazo, respecto de hacia dónde tiene que ir la economía Argentina. Se necesita una coordinación por parte de los distintos actores económicos, tanto del sector público como del sector privado, para salir de las urgencias de las crisis continuas en las que estamos inmersos e inmersas. Tenemos una necesidad urgente de discutir cómo salimos de esta crisis, pero el horizonte es cada vez más corto. Eso lleva incluso a comportamientos defensivos frente a la crisis que terminan jugando en contra de cualquier crecimiento o desarrollo. Eso es un problema enorme que se traduce en falta de inversiones, de acumulación de capital, de pérdida de productividad relativa frente a otros países, que te abren luego problemas de competitividad, con soluciones de corto plazo. Todo ese problema también después se traduce en cómo abordamos las crisis.

-¿Tiene que ver también con que no hay un norte claro en algunas cuestiones básicas, que pueda ser seguido por distintos partidos, más allá de quién gobierne?

-Efectivamente, el péndulo político, que es una característica histórica de Argentina, se agrava cuando además no hay un horizonte y no hay expectativas de que al país le vaya bien. La sucesión de crisis hace que haya todavía una demanda mayor por parte de la sociedad de que alguien lo solucione y entonces proliferan las propuestas de soluciones mágicas. Desde Mauricio Macri diciendo que la inflación era lo más simple para resolver porque con él llegaba la lluvia de inversiones, hasta Alberto Fernández planteando que había que ponerle plata en el bolsillo a las familias y a los jubilados para que pudieran consumir y encender la economía. Cosas que son promesas de campaña, que después la realidad económica las impide.

-Con respecto a la inflación, parece que ningún Gobierno le encuentra la vuelta. ¿No hay manera de bajar la inflación?

-Es que nunca hubo intentos serios de bajar la inflación. Cuando digo serio me refiero a poner la estabilización macroeconómica como un objetivo realmente primordial. Hasta acá, cada intento de bajar la inflación era una solución mágica, como Macri que sostenía que bajando la emisión monetaria bajaba la inflación. Y en otros casos ha habido intentos de hacer un ajuste fiscal paulatino, gradual, pero eran cortados porque hacía falta más gasto porque había una presión política para gastar más en ciertos lados. El mejor ejemplo son las tarifas de servicios públicos, que por la acumulación de subsidios, a partir de una premisa política de que no se podían subir las tarifas, se generaron distorsiones demasiado grandes para poder organizarlas. Y, como todas las variables se relacionan entre sí, no se puede tocar una sin que no afecta a las demás. Esto lleva a una necesidad de financiar con deuda o con emisión monetaria, lo cual repercute en la sustentabilidad del propio proceso.

No hay que enamorarse de herramientas porque las herramientas no son las mismas en todos los contextos. Se trata de ver qué herramienta sirve para un determinado contexto. Hoy, Argentina necesita hacer un ajuste gradual, bien hecho, de sus cuentas públicas. Sostener un nivel de gasto razonable, mejorar la forma de financiamiento de ese déficit y con la perspectiva de eventualmente reducirlo lo suficiente para que no haya una necesidad de financiamiento que genere condicionamientos. Se necesita una política de competitividad y de productividad, lo que obviamente implica una coordinación con el sector privado. Todo esto debe estar coordinado porque si se intenta resolver de manera no coordinada, el problema se agrava, no se resuelve.

-El nuevo lanzamiento de Precios Justos, que sale con mucha fuerza y apunta más que nada a los alimentos, ¿sirve o es otro intento aislado?

-Es una herramienta y, por sí sola, no soluciona nada. Los acuerdos de precios no son la solución a la inflación. Si son parte de una política multicausal que incluye una perspectiva fiscal razonable, puede ayudar. Pero no podemos estar condicionados como país a grandes emisiones o a una deuda que se vuelve carísima y con alta tasa de interés. Las consecuencias de un déficit tan grande durante tantos años son peores que la alternativa, que es hacer una reducción gradual. También se necesita atacar las expectativas y la inercia inflacionaria, cada vez más alta.

Para bajar esa inercia hace falta coordinar también la puja distributiva porque el salario viene perdiendo hace 6 años, desde 2016, y eso hay que apuntalarlo con políticas de ingresos, a la par que eso no puede significar descartar el proceso de desinflación que hay que iniciar. Hay que coordinar un montón de herramientas.

-La inflación golpea directamente en los ingresos y al mismo tiempo se genera un círculo vicioso porque si hablamos de bajar déficit, eso significa también ajustar, y ¿cómo hacen esos salarios que ya están perdiendo para estirarse aún más?

-Es que ante una inflación tan alta, los salarios sólo pueden adoptar una estrategia defensiva. Mientras haya una inflación que se acelere, las condiciones para negociar salarios son muy difíciles. Entonces, empezar a estabilizar la inflación y, eventualmente a desinflarla, es una condición también para facilitar que los salarios empiecen a recuperar el terreno que perdieron en estos años. Si no, estamos siempre a la defensiva. Y acá estamos mirando solamente las paritarias, que son una porción minoritaria de la población trabajadora en Argentina. Tenés a toda la gente que no está en convenios colectivos, que no está formalizada en su puesto de trabajo y la gente desempleada o con ingresos ocasionales.

También las jubilaciones y todos los programas sociales corren de atrás a la inflación porque la actualización es sobre un trimestre que ya pasó. Hoy por hoy, la estabilización económica es un objetivo primordial para defender las condiciones de vida y de trabajo y también de producción y de inversión en Argentina.

Se necesita una toma de conciencia por parte de la dirigencia política de que este problema no se puede seguir dejando en un nivel secundario. Hay que empezar a atender a los problemas desde la raíz, en todas las distorsiones que se están generando en la economía y empezar a corregirlas de manera paulatina y razonable.

-En esta ensalada de problemas que se alimentan unos a otros, ¿qué rol juega el dólar? ¿Es causa o consecuencia de estos problemas?

-El dólar es un síntoma de la crisis, no es la causa. El dólar, al final de cuentas, es un precio con el que nos vinculamos con el resto del mundo. El comercio, la deuda, todo lo que necesitemos pasar de pesos al resto del mundo lo hacemos a través del dólar. Esto pasa en todos los países. En Argentina, se suma una cultura aprendida por las familias y las empresas a lo largo de las décadas de crisis, que se basa en protegerse apelando a demandar dólares. Así, se configura un escenario en el cual el dólar pasa a ser protagonista. Pero es el síntoma de la crisis, no la genera. Por eso, cuando alguien dice que la cosa se soluciona con una devaluación es porque no entendió el problema.

El ejemplo más claro es la década del 90 con la convertibilidad, que nos dejó un nivel de inflación altísimo al año siguiente de la salida de la convertibilidad, que fue el 64% del año 2002.

-¿Qué rol juega en este "tren fantasma" que es la economía argentina el acuerdo con el FMI?

-Cuando Macri tomó esa deuda tan grande en nuestra consultora lo diagnosticamos como un chaleco de fuerza para garantizar la continuidad de las políticas económicas, más allá de quién ganará las elecciones de 2019. El FMI tenía un recetario muy similar al del Gobierno de Macri. Un acreedor tan grande te condiciona las políticas que puedas implementar. Esas condiciones son una pérdida de soberanía. Ahora, ese problema ya lo tenemos. Entonces, la pregunta hoy es cómo usamos eso en nuestro favor.

Es loco que no se haya usado el acuerdo con el FMI como una herramienta para alinear expectativas hacia adentro. El acuerdo habla de una reducción gradual del déficit fiscal, de la emisión monetaria, de una serie de cuestiones que se vienen haciendo de alguna manera. Pero como no hay ni siquiera consenso al interior de la coalición de Gobierno, nadie le dio credibilidad. El propio Gobierno no supo usar esa herramienta como estrategia comunicativa. Entonces, termina haciendo lo que pide el FMI, pero las dudas impidieron que tuviera un efecto benéfico para la macroeconomía. Lo terrible es que no se haya podido salir nunca de la crisis ni por un camino ni por el otro.

-Cuando se habla de déficit se menciona mucho el tema de los planes sociales. ¿Es tan relevante ese gasto?

-Las clases sociales atienden a situaciones de urgencia que en Argentina lamentablemente arrastramos desde hace décadas. O sea, que haya familias que viven en condiciones de pobreza desde hace décadas es algo que no podemos permitirnos. Si sobre eso se intenta atender con un paliativo, a mí me parece loable, me parece que está bien. Nos falta saber cómo hacemos para no necesitar esos planes sociales. Pero no son el problema. Los planes sociales también te permiten que un montón de chicos y chicas vayan a la escuela. El problema es que no lo podemos lograr de otra manera.

Desde algunos sectores, apuntan a que hay gente que no quiere trabajar porque cobra un plan. Eso habla más de la calidad de trabajo que se ofrece que del beneficio del plan. Obviamente, si me proponés trabajar un mes entero por un sueldo magro, te voy a decir que no, me voy a quedar con el plan y usaré el tiempo restante para tareas de hogar, de cuidado o changas. Si hubiese mejores salarios, los planes sociales empezarían a desaparecer. Lo que falta en Argentina es laburo digno, con condiciones decentes.

-¿Qué opinás de la propuesta exportadora en materia de energía como salida?

-Exportar es bueno y es necesario. Qué debemos exportar y hacia dónde es parte de esa coordinación en la que se está fallando. Ya no solo productos primarios, sino productos con valor agregado con contenido tecnológico; por supuesto, las manufacturas industriales y los servicios son importantísimos. Pero también tenemos productos primarios que se exportan sin valor agregado. Hay casos de lo más ridículos como el vino, que es un orgullo argentino y se sigue exportando a granel. Hay ejemplos de lo más diversos.

-Muchos hablan de que es necesaria una reforma impositiva. ¿Cómo ves ese punto?

-El sistema impositivo argentino es moderadamente regresivo porque tienen un gran peso impuestos internos directos a las transacciones y al consumo, con el IVA como principal ejemplo. También hay impuestos cuya progresividad se ha ido perdiendo como el Impuesto a las Ganancias. Para reformar, hay que entender que no se trata de reducir la recaudación. Se trata de simplificar la estructura tributaria, los trámites, la cantidad de impuestos que hay para garantizar la transparencia y concentrarse en pocos impuestos recaudatorios.

Yo apuntaría a una escala muy progresiva de impuesto a los ingresos como base de la recaudación. Y también con impuestos que no tengan un fin netamente recaudatorio, sino de incentivo o desincentivo para distintas actividades. Hay que empezar a revisar también todo el sistema tributario-previsional de una manera sustentable, que no reduzca derechos ni recaudación, pero que sí simplifique el sistema.