Las economías regionales pueden motorizar la recuperación
Ilustración Juan Pablo Dellacha
Argentina enfrentará este año la mayor caída en el nivel de actividad económica de su historia. Las proyecciones realizadas por los distintos economistas no dejan de empeorar el panorama cada vez. Una de las últimas, la que realiza a través de una encuesta mensual a especialistas en la materia el Banco Central de la República Argentina (BCRA) -denominada Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM)- prevé que el Producto Bruto Interno (PBI) se contraerá 12,5%, una retracción bastante más profunda que la ocurrida durante la salida de la convertibilidad, cuando el producto cayó 10,9% en 2002.
Sobre llovido mojado reza una expresión popular que describe que algo que no venía bien, acaba de ponerse peor. La frase pretende graficar lo que aún sucede en el país que, montado al corcel de una recesión, empezó a sufrir desde fines de marzo pasado los efectos de la pandemia mundial de Covid-19, que derivó en una cuarentena bastante estricta en algunos momentos o jurisdicciones, y prolongada.
En ese contexto, las caídas en el nivel de las distintas actividades económicas, incluidas las consideradas esenciales desde el principio del aislamiento y que por esa razón no dejaron de funcionar, fueron sucediéndose en cascada, a punto tal que en abril mostraron en conjunto un desplome interanual de 26,4%, de acuerdo con las cifras del Estimador Mensual de la Actividad
(EMA) que elabora el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec).
Las economías regionales no son ajenas a ello y, si bien en su mayoría están vinculadas a la producción de alimentos y bebidas (rubros esenciales en el marco de la emergencia sanitaria por la pandemia), alcanzaron una situación que, al decir de sus representantes, es terminal.
Estamos produciendo a pérdidas. Si bien hay dos o tres rubros a los que les está yendo bien, la mayoría están pasando por un momento de crisis letal, con muchas unidades productivas que han cerrado, describe Eduardo Rodríguez, presidente de la Comisión de Economías Regionales de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), integrante de la Cámara Regional de la Producción Tabacalera de Salta, productor tabacalero y tambero.
Vale aclarar que el término economías regionales es utilizado para referirse a aquellas actividades agropecuarias y agroindustriales de Argentina que, dispersas en el territorio nacional aprovechan la diversidad geográfica y climática que éste ofrece, en pos de producciones -en su mayoría agroalimentarias- con la impronta propia de cada zona.
Así, se pueden distinguir las producciones de yerba en el NEA; de tabaco, papa y azúcar en el Norte; de olivos en el NOA; de vinos y ajo en la región de Cuyo; de peras y manzanas en el Alto Valle del Río Negro; de maní, leche y distintos tipos de carne en la Región Centro; o más al sur la cría de ovinos, entre muchas otras actividades.
También se consideran economías regionales a aquellas que, por estar impulsadas por pequeños productores agropecuarios, pueden contraponerse a las grandes producciones de commodities tales como soja, girasol, trigo o maíz.
Pero más allá de que, en términos económicos, se agrupen bajo la misma categoría, cada producción exhibe sus propias características. En efecto, Iván Ordóñez, especialista en agronegocios, explica que las economías regionales no comparten estructuras financieras de costos, o formatos de comercialización, ni mercados de destino, y a veces ni siquiera distancia a
centros de consumo o procesamiento. Sólo las une la forma en la que se producen, esto es de forma localizada, y en su gran mayoría por pequeños y medianos productores.
Ahora bien, el especialista describe que los problemas económicos que enfrentan las economías regionales sí son un punto en común. Ellas no son formadoras de precios, sino por el contrario, son las perjudicadas por los abusos que imponen los grandes jugadores de la cadena que las separa del consumidor final de los grandes centros urbanos.
Aumentan los costos, cae la rentabilidad
Entre los principales problemas económicos que comparten las economías regionales, se pueden mencionar: el aumento de costos, la presión impositiva, la logística y el transporte, los precios internacionales y la falta de financiamiento.
El gran problema es la falta de rentabilidad que es algo que venimos arrastrando desde antes que llegara la pandemia, y que ahora se agravó debido al corte en la cadena de pagos y a los problemas logísticos derivados de las barreras que se han impuesto en cada una de las provincias con motivo del coronavirus, lo que trae aparejado problemas de abastecimiento en localidades alejadas, relató Rodríguez.
Las retenciones también son un problema y, aquellas que están orientadas al consumo interno, deben lidiar con los costos de los insumos que están en dólares, lo que produce un desfase tremendo ya que compramos en dólares, vendemos en pesos y así perdemos rentabilidad debido a la brecha del tipo de cambio, agregó.
Otro problema del sector es la falta de financiamiento, agravado con el corte o alargamiento en la cadena de pagos al que se ha enfrentado casi la totalidad de los rubros, lo que dificulta el acceso al capital de trabajo.
Siguiendo con el detalle de los avatares de las economías regionales, Rodríguez indicó que "la gran caga tributaria debe ser modificada de manera tal que nos posibilite tener alguna rentabilidad, porque 60% de nuestras ventas, de la facturación, van a parar a impuestos municipales, provinciales y nacionales, y si a eso le sumamos los costos, se hace imposible.
Hay veces que los empresarios deben decidir si pagan los jornales o pagan los impuestos. La presión impositiva es asfixiante, y nos deja fuera de competencia, sobre todo en materia de exportaciones porque los precios internacionales son uno sólo y no han tenido variaciones, mientras que aquí sí hemos tenido un encarecimiento de los costos en dólares, porque los insumos, desde las semillas en adelante, todo está en dólares, finalizó.
Al respecto, David Miazzo, economista jefe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), refirió que en junio pasado, en concepto de impuestos, el Estado se quedaba con 68,3% la renta agrícola, es decir, de cada 100 pesos de renta (ingresos menos costos) de una hectárea promedio, 68,30 pesos van al Estado en impuestos nacionales, provinciales y municipales.
El dato pertenece al Índice FADA que cada tres meses la entidad publica para monitorear la incidencia estatal en las producciones agrícolas. Si bien las economías regionales no están desagregadas en ese reporte, Miazzo explicó que varía positivamente en función de lo que aportan en concepto de Derechos de Exportación (tiene tasas inferiores a las de soja o trigo, por ejemplo), aunque aclaró que, debido a que las economías regionales son mano de obra intensivas, a ellas les impactan más todos los tributos que están relacionados con las cargas laborales.
Para muestra hay más de un botón
Por su parte, el Área de Economía de la Confederación Intercooperativa Agropecuaria Limitada (Coninagro) realiza de manera mensual un indicador denominado Semáforo de Economías Regionales, que busca simplificar la complejidad y heterogeneidad de la producción del campo a una herramienta visual de análisis.
Así, para esta herramienta, se analizan la microeconomía (los costos de producción y el precio pagado al productor, su evolución respecto del mes anterior y si los márgenes brutos permiten el crecimiento de la actividad o no); la producción (la superficie a sembrar o ya implantada, los volúmenes de producción en toneladas, o el rodeo a través de su stock), y el mercado (crecimiento
o reducción de las exportaciones y las importaciones, y el consumo interno). La combinación de estas variables nos ayuda a identificar la fase que caracteriza mejor a las producciones, acompañando la estadística con las perspectivas de nuestras federaciones y cooperativas en todo el país, explicó Silvina Campos Carlés, asesora económica de Coninagro.
El último informe, que refleja la situación de las economías regionales a junio pasado, mostró -entre otras cuestiones- crecimiento en el nivel de producción del maní (actividad regional propia de la provincia de Córdoba) y preocupación en la actividad lechera (más localizada en las cuencas de Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires).
Una de las actividades que muestra prosperidad es el maní. Al respecto, el consejero de Coninagro y productor de maní en Córdoba, Marco Giraudo, refirió: en la cosecha bajó el rinde, pero igualmente fue 15% ó 16% superior a los valores históricos de los últimos 10 años.
En efecto, la cosecha 2019/20 logró un volumen total en la provincia de Córdoba de 1.168.100 toneladas, lo que representa una disminución del 8% respecto a la campaña 18/19 pero supera al promedio histórico en 16%. En cuanto a la superficie, se sembraron un total de 260.000 hectáreas, el valor más bajo de la última década. Comparado al ciclo pasado la retracción es del 10%.
Sin embargo, Giraudo ponderó que la calidad es el argumento más grande que tiene el maní argentino. En cantidad de toneladas nos superan India, China y Estados Unidos, pero ninguno iguala la calidad del maní argentino. A lo que agregó: Este año superamos los parámetros normales de calidad, y es fundamental mantener esos niveles y los de manufacturación.
El proceso que se le hace al maní blancheado, al saborizado o al maní con chocolate y las distintas variables de manufacturación son muy requeridas en el mundo, y allí tenemos una ventana que nos permite alimentar esperanzas de que seguirá funcionando este mercado, sostuvo.
No corre la misma suerte la actividad lechera, de la que el secretario de Coninagro, Daniel Kindebaluc dijo: venimos bregando por una especie de reintegros o quita de retención a la exportación de lácteos para ponernos en carrera de vuelta. De cara a lo que se avizora en la primavera cuando, por una cuestión estacional, aumenta la producción y con el consumo interno alicaído, la salida ideal sería colocar ese excedente en el exterior, pero con el tipo de cambio que tenemos más las retenciones del 9% en el caso de leche en polvo, aparece un escenario complicado.
Otra actividad regional que se encuentra en un momento crucial es la producción de bananas en el norte del país. Allí, debido a la caída en la comercialización de la fruta y a la baja de los precios al consumidor que no da margen al productor ni para cubrir sus costos, el resultado de la cosecha terminó convirtiéndose en alimentos de chanchos, vacas y gallinas.