La directora del Banco Nación, Julia Strada, es doctora en Desarrollo Económico, analista económica y directora del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), además de docente en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). En diálogo con Redacción Mayo, analizó en profundidad los temas que más preocupan de la economía argentina.
-¿Cuál pensás que es el mayor problema económico del país?
-Hay un nivel estructural de problemas difíciles de resolver. Son capas subterráneas de problemas que requieren de políticas sostenidas durante décadas. Luego, están en la coyuntura los efectos de no resolver esto: la falta de dólares es el fenómeno estructural. No es solo una cuestión de restricción externa clásica, a lo Marcelo Diamand (empresario, ingeniero, con mucha influencia en la teoría económica argentina post 2001); es decir, déficit comercial de falta de dólares por razones comerciales -de hecho, hemos visto lapsos con superávit comercial en este Gobierno-. Lo que sí vemos son comportamientos que, en el marco de una puja distributiva por los dólares, agudizan la tensión en el frente comercial. Y tenés el fenómeno de retención de cosecha o adelanto de importaciones (este año vimos ambos) que terminan teniendo un impacto en términos comerciales; es decir, el superávit comercial que tenés finalmente no lo ves en el minuto a minuto, sino que se debe apelar a intervenciones regulatorias de manera constante para que aparezca.
A ese frente comercial, le agregamos un abordaje financiero que desde la última dictadura militar para acá es indispensable y que el kirchnerismo logró despejar como variable: desde el 76 al 2001, la restricción externa agravada (porque ya no es solo comercial sino también financiera) comenzó a tener un punto más acentuado en lo relativo a la fuga de capitales. Tenemos un problema de endeudamiento que no resuelve el problema estructural y que además termina siendo formación de activos externos. Y no me refiero solo a la fuga hacia otros países; también incluyo a la dolarización del ahorro, que saca al dólar del circuito de reinversión. Esa dolarización del ahorro (afuera o adentro) se convalida como estrategia porque es efectiva para el ahorrista. Pero si uno lo mira desde una óptica más “conspirativa”, la dolarización del ahorro le quita recursos y excedentes a la economía argentina, lo cual deriva en devaluaciones para resolver la falta de dólares, lo cual hace que esos dólares que tenés ahorrados valgan más.
En el caso del macrismo, fue muy evidente lo que ocurrió. La variación estructural más importante del kirchnerismo fue el desendeudamiento, que permitió concentrarnos en la restricción externa pura y dura, que es la falta de dólares histórica. Con el endeudamiento de Macri, volvimos para atrás varios casilleros. Esto hace que hoy el escenario sea de una crisis financiera a la vuelta de la esquina todos los santos trimestres, con el cumplimiento de las metas del FMI. Todo el tiempo hay una situación de reservas netas muy bajas, de corridas devaluatorias. A su vez, cada devaluación deriva en saltos inflacionarios. Es difícil salir de procesos inflacionarios, si no se resuelve la falta de dólares.
-¿La inflación es solo un problema de falta de dólares o hay otras variables en la ecuación?
-No. Hay formadores de precios que aprovechan la incertidumbre y suben los precios porque pueden. En un escenario de incertidumbre macro, con una brecha grande, con los problemas para acumular reservas, con el FMI y sus permanentes dudas con el cumplimiento argentino; todo eso, más la desconfianza que los sectores empresarios suelen tener con los gobiernos peronistas, hicieron un caldo de cultivo para que buscaran cubrirse con aumentos desmedidos. Eso impacta en el bolsillo de la gente y es necesario un control más férreo de los precios, que no es fácil, sobre todo con una inercia inflacionaria general como la que se ha generado.
-¿Qué opinión te merece la medida del “dólar soja”?
-Es una medida que finalmente se convirtió en necesaria. Se llegó a una situación de retención de cosecha y el incentivo del 11% que había planificado Miguel Pesce (NdeR: director del Banco Central) no había tenido éxito. Lo que hizo Sergio Massa fue avanzar con un beneficio mayor, en torno al 45%. Ingresaron ocho mil millones de dólares y se recaudaron retenciones por más de 400 mil millones de pesos. De cara a fin de año, se abre otra estrategia relativa a evitar perder dólares: la política de ampliar licencias no automáticas va en ese rumbo, igual que lo anunciado por Ariel Sujarchuk en cuanto a economía del conocimiento y, obviamente, una política de cuidar dólares en las rondas del Banco Central de acá a fin de año.
-¿Se necesita una modificación del sistema impositivo?
-Hemos incrementado mucho la progresividad tributaria en el Gobierno de Alberto Fernández. Hubo medidas estratégicas como la modificación de bienes personales o la segmentación del impuesto a las ganancias para empresas, donde se aplicaron tres alícuotas distintas. Por otro lado, hubo una política de suba del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias. También se logró aprobar el aporte extraordinario a las grandes fortunas, que no es una reforma tributaria porque finalmente no se introdujo como un impuesto más, pero vino a modificar una lógica de quién debe aportar en momentos de crisis. Creo que el principal fenómeno hoy en día tiene que ver con la evasión, con las empresas no declaradas, con los grupos económicos con un entramado empresarial de complejidad muy elevada, con holdings en el exterior, cuyos movimientos financieros y económicos no conocemos porque no están declaradas en Argentina. Todo eso genera una estructura de evasión que impacta como un costo de oportunidad para el fisco argentino. La evasión es una agenda en toda América Latina y requiere de una política de endurecimiento integral de toda la región.
-Se debate mucho sobre planes sociales y pobreza. ¿Se deben eliminar los planes? ¿Cuál es tu mirada al respecto?
-Mi mirada siempre ha estado muy asociada a la necesidad de mejorar y ampliar nuestro sistema de seguridad social, que es ejemplar en nuestro país. Tiene un aporte del mundo empresarial, de los trabajadores registrados y de rentas generales. El sistema previsional es el que logra abordar a aquellos sectores no registrados o desocupados con pocos o nulos ingresos en materia de protección social. Seguir intentando formalizar trabajadores y que el sistema de seguridad social siga oficiando de colchón es hacia donde hay que apuntar.
-¿Qué opinás de las corrientes libertarias que tienen a una dolarización de la economía?
-Me genera incredulidad la viabilidad de esas políticas. Eso supone que todas las transacciones deben ser en dólares, lo cual en principio es una limitación muy concreta que es la cantidad de dólares que tiene el país. Lo obvio también es que esto genera una pérdida de soberanía fenomenal. Hay muy pocos países en el mundo que no tienen una moneda propia; muchos de estos son islas que son ex colonias. En general, para quienes están interesados en el desarrollo del país, perder la moneda no forma parte del listado de cosas que se deben hacer para lograr un desarrollo. Todo lo contrario. Si la dolarización significa una destrucción del aparato productivo del país, habrá menos puestos de trabajo, menores salarios, lo cual deriva en mayor pobreza y peor calidad de vida.
-El salario y los ingresos han perdido mucho terreno en los últimos años. ¿Cómo se hace para recuperarlos?
-Desde CEPA tenemos una mirada que apunta hacia la fragmentación sociolaboral del mercado de trabajo. El empleo no es un problema particular hoy porque la tasa está en sus niveles más bajos. El principal problema es que hay sectores informales que han perdido diez puntos de salario con este Gobierno y sectores registrados que han empatado en promedio con la inflación. Incluso dentro de los registrados hay fragmentación porque algunos sectores ganaron y otros perdieron, no es que todos empataron. La fragmentación, los distintos escenarios en el mundo laboral, se impone como el diagnóstico más preocupante. La suma fija, la posibilidad de mejorar ingresos igualando con suba del mínimo de cada convenio, agrega igualación y justicia.