Manuel Tagle posiblemente sea el empresario más conocido de Córdoba. Desde 1935 su padre les vendió autos a los cordobeses, desde 1978 él construyó la concesionaria más importante del centro del país y en los últimos años el Grupo Tagle sumó emprendimientos inmobiliarios y desarrollos digitales. Además, es un activista a tiempo completo de las ideas liberales, uno de los pocos empresarios que habla de política sin complejos, uno de los críticos más agudos del kirchnerismo y un abierto impulsor de Juntos por el Cambio por “comunión de ideas”. Sostiene que la pobreza que azota a medio país es resultado de décadas de políticas económicas equivocadas.
Desde la presidencia de la Bolsa de Comercio de Córdoba, impulsó al Grupo de los Seis (G6) -las cámaras empresarias más importantes de la provincia- a incorporar al campo: con la Mesa de Enlace y la Bolsa de Cereales de Córdoba conformaron la Mesa de la Producción, el más elocuente intento de los sectores productivos por incidir en las decisiones políticas. Desde el año pasado, además, esa iniciativa se extendió a las provincias de Mendoza, San Juan y Entre Ríos con el nombre de Movimiento Empresario. Hoy esa entidad reúne a más de 350 entidades vinculadas a la producción.
“Lo fundamental es la consistencia de las ideas. Defendemos la libertad, el libre mercado, la competencia, la integración al mundo, los equilibrios macroeconómicos y el respeto a las instituciones de la República”, sostiene Tagle, quien anticipa que en breve se unirá la Bolsa de Cereales de Rosario y que podrían integrarse también “entidades que defienden ideas”, como la Fundación Libertad.
Con Tagle en la presidencia, la Bolsa de Comercio de Córdoba acaba de poner frente a su instituto de investigaciones a Guido Sandleris, quien presidió el Banco Central durante el gobierno de Mauricio Macri. “El objetivo es aportar ideas consistentes para el plan económico del futuro gobierno nacional”, explica Tagle, con una lógica similar a la que exhibió la Fundación Mediterránea con la contratación de Carlos Melconian con el mismo objetivo. Sostiene, además, que la clase política argentina comulgó por décadas con las ideas económicas equivocadas y entiende que el kirchnerismo es la máxima expresión de esas ideas.
-Los planteos que realizan tanto la Mesa de la Producción como el Movimiento Empresario son especialmente críticos con el Gobierno del Frente de Todos. ¿Es un movimiento opositor?
-El punto de partida de la Mesa de la Producción de Córdoba fue el caso Vicentín. Nos opusimos rotundamente a lo que intentaba hacer el Gobierno, entendimos que era un atropello a la propiedad privada, a la libre iniciativa de las empresas, y sobre todo, consideramos que el Estado involucrado en la administración de una compañía tan compleja como Vicentín no podía hacer más que incrementar los desequilibrios, el desorden y el déficit. El Estado no está para eso. Luego el Movimiento Empresario se extendió a cuatro provincias, sobre una coincidencia en las ideas básicas: libre mercado, equilibrio macroeconómico e integración al mundo. Este Gobierno profundizó el intervencionismo, amordazó la economía e incrementó todos los desequilibrios macroeconómicos.
-¿Cuáles son las diferencias más irreconciliables entre el pensamiento empresario que usted representa y el kirchnerismo en el gobierno?
-La mayor diferencia está en los resultados que este Gobierno está logrando, que son pésimos. El país está en una situación extremadamente complicada debido a la concepción del kirchnerismo de no realizar las correcciones, de intensificar todos los desequilibrios. Recibieron del gobierno de Mauricio Macri una situación más ordenada, no lo suficiente, pero más ordenada en varios frentes. Ellos volvieron a agravar todos los desequilibrios. Es cierto que tuvieron la pandemia que requirió más recursos y la paralización de la economía que el propio Gobierno determinó con sus cierres exagerados. Lo cierto es que luego no hicieron nada para contrarrestar esa situación, para poner orden. Cualquier Gobierno serio y preocupado por evitar daños mayores para el conjunto de la sociedad, hubiera actuado de forma consistente contra la inflación, en cambio están seducidos por una fantasía de que los precios se controlan con intervenciones y prohibiciones, y las aplican cada vez con mayor intensidad, porque cada vez necesitan dosis mayores, que impactan en resultados cada vez peores. Terminamos con una economía absolutamente amordazada. Tenemos cepo cambiario, una diferencia entre dólar libre y dólar oficial de casi 100%, eso genera una demanda excesiva de exportaciones y un cierre casi total de importaciones por falta de dólares. No solo faltan bienes terminados, faltan insumos básicos para la producción. Estos son los desequilibrios que genera la intervención del Estado, que se empeña en torcer el brazo del funcionamiento del libre mercado y sólo genera tensiones cada vez más importantes, falta de confianza, falta de previsibilidad, disminución de la inversión, y eso siempre significa falta de empleo y aumento de la pobreza. Esa es la consecuencia final de todo ese proceso: casi la mitad del país es pobre, una situación absolutamente inaceptable.
-En este momento se observa una conflictividad extrema en la cúpula del Gobierno. ¿Ve alguna perspectiva de que el ala más moderada que parecen encabezar el presidente y el ministro Martín Guzmán se imponga al kirchnerismo más radicalizado? ¿Puede surgir algo superador de ese enfrentamiento?
-Yo creo que la situación se va a agravar. Creo que el presidente no está demostrando la firmeza que hace falta para resolver esta grave crisis. Hace falta claridad conceptual, saber hacia adonde querés ir, si querés sojuzgar todo con controles o querés ir liberalizando la economía para que se reordene el proceso productivo de una forma natural y espontánea. El presidente no parece tener en claro esto, no tiene las convicciones y no va a tener la determinación para hacerlo, porque para hacer los cambios que demanda la economía hace falta determinación, poder político y respaldo. Podría tener respaldo de algún sector de la oposición si tomara decisiones del tipo opuesto a las que está tomando, pero yo no creo que el partido en el cual participa se lo permita. Y aparte, creo que no tiene las agallas suficientes para encarar el cambio de rumbo que el país necesita.
-¿Tampoco considera que exista en el presidente la convicción de aplicar los cambios acordados con el FMI?
-Creo que el presidente entiende que necesita aplicar algún orden macroeconómico para, por lo menos, evitar un desorden todavía mayor, para evitar el desmadre total. El problema es que el kirchnerismo cree que este acuerdo light y de reforma mínimas que exigió el FMI es un ajuste feroz, y está dispuesto a impedirlo. El presidente se encuentra entre esa postura extrema y la certeza de que lo acordado con el FMI va a generar algún enfriamiento de la economía, va a tener una cierta dificultad para generar confianza y un malhumor social que lo va a llevar a perder las elecciones en 2023, por lo que es muy dificultoso el cumplimiento. Yo creo que a las elecciones las va a perder lo mismo, porque la economía seguirá empeorando. Ellos creen que perderían si aplicaran recetas mínimamente ortodoxas y prefieren mantener un déficit inaceptable y regalarle 700 millones de dólares al año a Aerolíneas Argentinas, cuando hay empresas privadas dispuestas a cumplir ese rol. En 2001 el Gobierno asistía a 400 mil personas, ahora asiste a casi 12 millones de personas, eso es completamente inviable.
-La situación es inviable, pero la salida de ese esquema es de enorme complejidad política, porque lo que faltan son puestos de trabajo. ¿Cómo se sale?
-Hay que buscar una salida ordenada. Hay que ir a un seguro de desempleo que aglutine a toda la gente que no tiene empleo, porque todos esos planes sólo ocultan el problema real, que efectivamente es la falta de empleo: si todos fueran a buscar trabajo no lo encontrarían. Sobre eso hay otras realidades, la pérdida de la cultura del trabajo, los que no buscan trabajo porque tienen el subsidio. También está la situación de quien rechaza un trabajo temporario porque el plan social es permanente. Hay que erradicar esa especulación con un seguro de desempleo por un año. Debe ser transitorio. Por supuesto que luego de ese plazo no se puede desamparar a la población más vulnerable porque nadie quiere una implosión social, pero luego de un año tampoco se puede seguir manteniendo a todos. Hay que cambiar el criterio de la asistencia eterna, que la gente sepa que tiene un plazo para buscar la salida.
-También es cierto que los planes sociales implican un problema menor frente al déficit estructural del sistema previsional, donde la mitad de los jubilados no hicieron aportes. Son macro desajustes de esta economía, en todos los frentes...
-Por eso creo que el país está ante una encrucijada. No se sale sin decisiones fuertes y sin cambios estructurales. Para eso hace falta mucho respaldo, el próximo Gobierno debe tener mayoría en el Congreso, de otro modo no es posible la transformación que hace falta. Y creo que va a tener que explicar con mucha claridad a la sociedad dónde estamos, cuál es la gravedad real de la situación.
-Muchas veces lo escuché hacer referencia a la necesidad de comunicar, de explicar las reformas que hacen falta. ¿Esa es la batalla cultural del liberalismo?
-Creo que el hecho de que la sociedad no comprenda realmente lo que implica a nivel de postergación y de atraso el modo en que Argentina maneja su economía es efecto del populismo, que ha contribuído a tergiversar los valores y el funcionamiento de la economía en sus bases más ortodoxas. El populismo ha inculcado en la sociedad la falacia de que hay derechos pero que no hay obligaciones. Argentina tiene que entender que hoy sobre todo hay obligaciones, que no hay otro modo de sostener los derechos. Hay que explicarle a la sociedad que la situación que está viviendo el país es fruto de decisiones equivocadas. Ahora es más fácil; cuando Macri lo intentó en 2015 había una situación de bienestar ficticio, la gente tenía cierto poder adquisitivo y los desequilibrios del sector público no afloraban con la virulencia con que lo hacen ahora. Pero en este contexto actual, la mayor parte de la sociedad está tomando conciencia de que esto es inviable y que hay que cambiar para comenzar un proceso serio de recuperación económica. Están dadas las condiciones para que la sociedad comprenda las medidas que deberán tomarse.
-Usted no oculta su acompañamiento a Juntos por el Cambio. ¿Cree que la actual conformación de la coalición opositora puede concretar esos cambios? ¿Es necesario ampliarla?
-Es bueno incorporar a otros sectores, pero siempre que sea sobre la base de valores y principios más o menos homogéneos, si no, después es muy difícil gobernar. Es lo que hoy le está pasando al Gobierno de Alberto Fernández frente al kirchnerismo duro, que es el gran responsable de este desastre y que no quiere cambiar nada. En la oposición se ha dado una situación muy importante: la inmensa mayoría de sus dirigentes coinciden en que son imprescindibles las reformas estructurales que el país viene postergando. Eso es muy valioso.
-Usted habla como si el cambio político en 2023 fuese inexorable. ¿Cree realmente que viene un cambio de ciclo? ¿Considera que el futuro Gobierno tendrá la fortaleza política necesaria para encarar reformas estructurales?
-Ojalá. Creo que sí, porque percibo que este Gobierno no va a hacer cambios y por lo tanto la situación va a seguir empeorando. Espero que de ningún modo lleguemos a una situación de implosión económica, eso nunca es deseable porque supone costos sociales muy altos, pero creo que el deterioro será mayor, que la sociedad buscará un cambio y que le dará un voto de confianza a la futura gestión. El acompañamiento social es la condición necesaria para cualquier cambio, y por eso es tan importante que llegue al Gobierno un equipo preparado, con las ideas claras y con capacidad para comunicar las virtudes a mediano plazo de un cambio. Si no, siempre nos quedamos en el cortísimo plazo, en si me sacan o no me sacan el subsidio. La sociedad ya ha comprendido que esto no es sostenible y creo que estamos en condición de dar vuelta la página. Tiene que ser con la verdad, con argumentos que expliquen que estos cambios de shock generan un malestar inicial por la menor protección, algunos tendrán más dificultades que otros y habrá que cuidar esas situaciones, pero cuando estos cambios se aplican con convicción y determinación el resultado es la estabilidad monetaria, la reducción de los desequilibrios y el control de la inflación. Se comienza a generar de inmediato una situación de confianza que alienta al consumidor por la previsibilidad en el futuro. Empieza a haber alternativas para la protección del ahorro, y comienza a prosperar no ya el consumo desesperado para proteger los pesos, sino la inversión en la casa, en el terreno, en el auto, porque reaparece el crédito. Será crédito indexado al principio, después a tasa fija, pero no hay otro camino.
-El campo es el sector más estratégico de la economía, se ha constituído como actor social y político en las últimas dos décadas y al mismo tiempo es el más atacado por el Gobierno. ¿Hay prejuicio, hay desconocimiento?
-Es muy fuerte el campo como sector productivo, y es el que mejor hizo entender a la sociedad que el Gobierno debe tener un límite. Que sus desajustes y su atropello sobre la actividad privada son inviables. El campo es el más afectado por el populismo, de ahí se extraen los recursos que solventan el desorden macroeconómico. Ven la suba de commodities en el mundo y ¿cuál es la conclusión del Gobierno? Que el campo está ganando demasiado, que hay que sacarle una parte todavía mayor de esa ganancia y transferirla al sector público. La realidad es que hay que dejar que el campo gane dinero porque esa ganancia en manos del sector privado se multiplica, genera riqueza, genera empleo y es mucho más productiva que si va al pozo sin fondo del sector público.
-Hay otro desequilibrio que cada vez se percibe más asociado a este tema. Es el del interior productivo contra buena parte del Amba. ¿Cómo se supera esta dicotomía?
-Es una bandera de todas las entidades productivas del interior del país. Nosotros no podemos seguir entregando los derechos de exportación del sector agropecuario cordobés, que aporta 3.500 millones de dólares al año que se van de la provincia y de los cuales la Nación no coparticipa un centavo. Urge una reforma tributaria, que en 2017 comenzó a esbozarse y después se detuvo. Esa reforma fiscal debe apuntar a que las provincias tengan autonomía recaudatoria y fiscal y no dependan más de la Coparticipación. Salvo algún impuesto puntual como puede ser Ganancias, todos los demás tributos deberían federalizarse, que sean las provincias las responsables de sus desequilibrios y sus déficits y no tengan que ir a mendigar ATN para sostenerse. Esta situación actual genera una dependencia política muy peligrosa en la Cámara de Senadores por la vía de la presión económica permanente de los gobernadores.
-¿Cree que Mauricio Macri sigue siendo el dirigente que puede concretar esos cambios?
-Yo creo que Juntos por el Cambio es la opción para el futuro porque representa todos estos valores que acabo de expresar. Apoyamos al presidente Macri por identidad de ideas. Cometió un gran error con el gradualismo, aunque es cierto que la relación de fuerzas políticas no permitía en 2015 una política de shock y de cambios profundos. Igual se hicieron importantes transformaciones. Macri está volviendo a la escena política y está siendo revalorizado. Pero también hay otros precandidatos, Patricia Bullrich, (Horacio) Rodríguez Larreta, Alfredo Cornejo por el radicalismo. Lo importante es que de ese grupo surgirá una alternativa razonable.
-Ustedes desde la Bolsa de Comercio trabajan con Guido Sandleris en los lineamientos económicos para el próximo Gobierno, la Fundación Mediterránea lo hace con Carlos Melconian. ¿La clase política no es capaz de generar un plan económico?
-Creo que gran parte de la clase política argentina ha comulgado con ideas económicas equivocadas, ha convalidado errores que nos dejaron en esta situación terrible de tener casi 20 millones de pobres en el país. Es un espanto esta situación, no solo produce tristeza sino fastidio. Esta es la sensación del empresariado, por eso nos unimos las entidades productivas del interior del país para buscar caminos lógicos y sustentables. La Bolsa de Comercio de Córdoba intenta poner a disposición de las futuras autoridades un plan económico y entiendo que la Mediterránea también, para que sepan cuáles son los lineamientos que nosotros consideramos necesarios para salir de esta situación. Que se discuta, que se evalúe, no son planes partidarios sino planes integrales del sector productivo en su conjunto, que pueden ser la base para un gobierno serio y consistente. Es muy importante el rol del empresariado hablándole claramente a la sociedad, dando nuestro punto de vista y ayudando a que el país cambie.
-¿Todo el empresariado comparte esas ideas?
-Hay un sector del empresariado que siempre jugó en contra de una política sana en el país. Es el empresariado que va detrás de un exceso de proteccionismo. Nosotros los liberales pensamos realmente que el proteccionismo es nefasto para generar crecimiento. Las economías que crecen y se desarrollan son abiertas y competitivas y hay un sector empresario que no quiere competir porque no quiere invertir ni modernizar sus plantas industriales pretenden seguir ganando dinero con formas de producción obsoletas y exigen que el Gobierno cierre la economía; entonces el consumidor termina pagando la ineficiencia empresaria y a eso hay que corregirlo también. No podemos abrir la economía de golpe, estoy de acuerdo. Pero hay que hacerlo, hay que anunciarle al empresariado que la economía se abrirá en un lapso de dos a tres años para que se adecuen, para que inviertan; y el que no quiera invertir tendrá que vender su empresa a alguien que sí quiera invertir. No podemos ser rehenes de empresarios que ganan el dinero fácil, porque eso le hace un gran daño a la sociedad, que tiene peores productos y a precios más altos que en los países vecinos. Esto también es inexorable y lo entiende la mayor parte del empresariado, a excepción de algunos sectores de la UIA que siguen pensando que sin protección se mueren.