Ilustración: Juan Pablo Dellacha
El comercio electrónico viene creciendo a grandes pasos en Argentina y la pandemia global por coronavirus parece haber acelerado el proceso. En 2019, según datos de la Cámara Argentina de Comercio Electrónico (CACE), representó ventas por $403.278 millones, con un crecimiento del 76% en facturación respecto de 2018.
Durante el año pasado, se sumaron 828.000 nuevos compradores digitales, para llegar a un total de 18,77 millones de e-shoppers. Esa cifra representa el 42,2% de la población total de Argentina. En el período, se vendieron 146 millones de productos a través de 89 millones de órdenes de compra (12,6% más que en 2018, cuando se contabilizaron 79 millones de tickets, y 48,3% más que en 2017, cuando hubo 60 millones de órdenes).
Incluso teniendo en cuenta ese crecimiento exponencial, el comercio digital aún explica sólo una pequeña porción del comercio total. Según Mario Grinman, secretario de la Cámara Argentina de Comercio (CAC), "la venta online representa 5% en el flujo de caja de los comercios”. A su entender, para que en Argentina se desarrolle “una cultura de la compra a través de internet", hay que resolver falencias de logística y conectividad.
Esos déficits son los que llevaron a que Argentina se ubicara el año pasado por debajo de la mitad de la tabla (puesto 85 sobre 152 países) en el Índice de Comercio Electrónico mundial que elabora la Conferencia de la Organización de Naciones Unidas (ONU) sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).
Ese indicador, que situó por segundo año consecutivo a Holanda como el país con mejor implantación del comercio electrónico entre negocios y consumidores (y a Suiza y Singapur en segundo y tercer escaño), mide la preparación de una economía para respaldar las compras en línea, a partir de cuatro indicadores altamente relacionados:
- El porcentaje de población mayor de 15 años que posee una cuenta bancaria o un proveedor de servicios de dinero móvil
- La proporción de personas que usan Internet
- La confiabilidad postal
- El número de servidores seguros de Internet
Según la UNCTAD, en Argentina, el 75% de los habitantes tiene acceso a Internet, el 49% tiene una cuenta bancaria o proveedor de servicios de dinero móvil, el 67% accede a servidores seguros de Internet y la confiabilidad postal sólo es de 11 puntos (sobre 100 posibles).
En tanto, en Holanda el 95% de los habitantes usa Internet, el 100% de la población económicamente activa tiene una cuenta bancaria o proveedor de servicios de dinero móvil, el 98% accede a servidores seguros de Internet y la confiabilidad postal es de 96,4 puntos.
Martín Trubycz, secretario de Capacitación de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) coincide con Grinman en que la logística y la conectividad “son dos de los grandes desafíos del e-commerce en el país”, verdaderas “barreras” para la masificación del mercado virtual.
“La escasa o mala conectividad es un gran problema en muchas ciudades y pequeñas localidades del país. Hoy no hay señales estables que mantengan conectados los sistemas de pagos digitales, menos las hay para los sistemas de e-commerce”.
Según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), en diciembre pasado 39,5 millones de argentinos tenían acceso a Internet. Sin embargo, la distribución no es tan equitativa entre todas las provincias. Así, mientras en Córdoba parece haber más conexiones que habitantes (debido a la sumatoria de servicios fijos y móviles), en las provincias de Catamarca, San Juan o San Luis la situación es bastante diferente.
El detalle muestra que en Córdoba hay 3,37 millones de habitantes (proyección a 2020 del INDEC) mientras hay 3,44 millones de conexiones. En Catamarca, hay 337,6 mil habitantes y 290,3 mil conexiones. En San Juan, la proyección indica que hay 696 mil habitantes y 474,5 mil conexiones. Finalmente, en San Luis se estiman 443,9 mil habitantes y 320,4 mil conexiones.
“También hay problemas logísticos”, asegura Trubycz, “sobre todo en la última milla, es decir, las entregas de cercanía que, en el caso del comercio electrónico, es un limitante importante. Basta recordar lo que sucedió en la época del boom de las compras online a China: colapsaron los depósitos de los correos y ello obligó a que los paquetes contratados con entrega domiciliaria tuvieran que ser retirados en alguna sede postal”.
Reacios
La falta de conocimiento o reacción al comercio electrónico parece ser otra deficiencia argentina, sobre todo del lado de quienes configuran la oferta. Trubycz considera que hay “una especie de resistencia entre las pymes argentinas y, por ello, estamos abocados a la capacitación y a la sensibilización. El comercio digital es una realidad que no se puede negar y que, al no ser aprovechada, puede generar un drenaje de recursos fenomenal desde las provincias o localidades más pequeñas hacia aquellas que son parte de la centralidad económica”.
“Sólo para dar un ejemplo, la balanza del comercio digital de la provincia de Salta fue, en 2018, altamente deficitaria. Según datos de la CACE, los salteños compraron ese año en distintas empresas de todo el país, a través de la plataforma más conocida, productos por $600 millones. Sin embargo, las empresas de Salta vendieron en igual período, en la misma plataforma, sólo $60 millones”.
La centralidad económica a la que hace referencia Trubycz expone, también, la existencia de grandes plataformas globales de compra-venta que se han convertido en muy poco tiempo en las grandes ganadoras (y acaparadoras) del fenómeno e-commerce: las estadounidenses Ebay y Amazon, la china Alibabá, las argentinas Mercado Libre y Despegar.
A ellas intentan enfrentarse ahora las denominadas “plataformas regionales” que buscan, específicamente, favorecer el encuentro online del vendedor y el consumidor de la misma zona o localidad. Es el caso de Tienda Salta, impulsada por CAME con el apoyo del Gobierno y la Federación Comercial de esa provincia.
“Se trata de un marketplace que nació en octubre del año pasado y requirió de un fenomenal trabajo de sensibilización”, relata Trubycz haciendo referencia a la “docencia digital” a la que fue necesario recurrir para convencer a los comerciantes de esa provincia sobre la importancia de incursionar y mantenerse en el nuevo canal de venta. “Es un sitio que busca favorecer el comercio de cercanía y la producción local. Sólo pueden vender los comercios pyme provinciales que estén legalmente establecidos, porque así enfrentamos la competencia desleal”.
Con el mismo modelo de gestión, CAME avanza en proyectos similares en las provincias de San Juan, Mendoza, Chaco y Misiones.
¿Todo cambia?
Con la llegada del Covid-19 al país, los procesos de digitalización del consumo parecen haberse acelerado, producto de la urgencia sanitaria que dejó en cuarentena a gran parte de los actores del mercado que antes se encontraban cara a cara.
Un informe reciente de la consultora Scentia muestra cómo creció fuertemente el e-commerce en marzo pasado, en relación con el mes anterior. Según el reporte, la semana del 16 al 22 de marzo se registró un incremento de 52% en cantidad de unidades vendidas online en el rubro artículos de primera necesidad respecto a la semana anterior. También se verificó un alza en el número de transacciones y en la cantidad de unidades adquiridas en cada compra, quizás como un intento por cubrirse durante el confinamiento.
En simultáneo, la cuarentena ha puesto a pequeños y medianos comerciantes -privados de la posibilidad de abrir sus locales o reunir a sus clientes- a repensar sus canales de oferta y venta. Redes sociales que, hasta hace poco tiempo eran utilizadas sólo con fines recreativos o familiares, se están improvisando como herramientas para comunicar, vender, entregar y/o cobrar.
Facebook, Instagram y WhatsApp, a través de sus propias posibilidades o en asociación con plataformas de e-commerce o e-wallet, están inaugurando una modalidad de Comercio Electrónico mixturizado sobre cuyos beneficios y externalidades resulta todavía prematuro sacar conclusiones definitivas.
Factores impositivos, logísticos e inflacionarios hacen que las transacciones a través de la web, aunque impuestas por la emergencia y provisoriamente consideradas un paliativo, puedan no representar a mediano o largo plazo un círculo virtuoso para pequeñas y medianas empresas.