Cada vez más familias toman deuda para sostener el consumo
A partir de los cimbronazos devaluatorios de 2018 y 2019, las familias argentinas comenzaron a tomar deuda para sostener consumo. A partir de 2020, con la llegada de la pandemia, la crisis económica se acentuó y el endeudamiento se volvió un mecanismo casi rutinario. La tormenta perfecta sobre el bolsillo se complementa con niveles de inflación altos y persistentes, además de ingresos que no logran seguir el ritmo de las subas. Todo sumado, se disparó la morosidad en los bancos, se acentuó el uso de tarjetas de crédito para consumos corrientes como el supermercado y se espiralizó el crecimiento de la pobreza.
El impacto en la clase media
El Centro de Educación, Servicios y Asesoramiento al Consumidor (CESyAC) realiza todos los meses un informe inflacionario focalizado en los sectores medios de la economía. A diferencia del relevamiento oficial del Instituto Nacional de Estadísicas y Censos (INDEC), este informe contiene ítems como la medicina prepaga, el mantenimiento de un auto de diez años de antigüedad, un alquiler de vivienda bajo, la cuota de un colegio privado y algunos productos de primeras marcas.
Según la CESyAC, una familia porteña necesitó en enero un presupuesto total de $ 185.330 para afrontar todos sus gastos. El director del Centro, Fernando Barrera, contó sus impresiones a este medio: El proceso inflacionario de los últimos 7 u 8 años genera un mayor endeudamiento de las familias para el pago de las cuentas corrientes.
Ha crecido mucho el consumo con tarjetas de crédito y, por sobre todas las cosas, la financiación de las tarjetas. A pesar de ser muy cara esta financiación, la pérdida del poder adquisitivo obligó a endeudarse para gastos corrientes como el supermercado, advirtió el especialista.
Barrera indicó también que es importante el atraso en el pago de las expensas; hay un 40% de mora en la liquidación de expensas.
En los últimos años, se incrementó el costo de los productos de consumo masivo. Años atrás, el problema eran las subas en las tarifas y en los servicios públicos. En los últimos años, se vio un fuerte impacto en carnes, frutas, verduras. Muchos sectores de la clase media modificaron los consumos y se volcaron al pollo y las harinas. Pero han crecido mucho los precios de productos que no se pueden dejar de consumir. Eso impacta en el bolsillo y obliga a elegir otro tipo de consumo o endeudarse, apuntó.
La Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín (Idaes-Unsam) realizaron entre marzo y junio de 2021 una encuesta sobre 5.200 casos en todo el país, con el fin de observar las dinámicas de endeudamiento familiar durante la pandemia.
El 70% de los hogares encuestados manifestó que tomó deuda para pagar gastos cotidianos como alimentos y medicamentos. El 50% dijo haber tomado deuda para pagar impuestos, servicios y expensas, así como también para pagar deudas anteriores. Asimismo, el 45% de los hogares se endeudó para saldar tarjetas de crédito; el 32% tomó deuda para pagar el alquiler y el 28%, para pagar cuotas de colegio y prepagas.
Los hogares argentinos amortiguaron a través de las deudas el impacto socioeconómico de la pandemia, al mismo tiempo que se evidenciaron desigualdades de género (recayeron en las mujeres gestionar las deudas del hogar), de vivienda (quienes alquilan estuvieron más expuestos al endeudamiento), de inserción laboral (trabajadores sin ingresos regulares y quienes sí los tienen pero se ven más afectados por la inflación se endeudaron más) y de inserción y trayectoria financiera (los hogares con menos ingresos se endeudaron con instrumentos de crédito más costos y con todo tipo de riesgo), apuntó el informe.
Las dinámicas de endeudamientos nos muestran empobrecimiento de sectores medios, uso de ahorro para pagar o evitar deudas y pérdida de estatus social por reducción de consumo y por otro régimen de endeudamiento; las deudas para llegar a fin de mes o deudas de 'empobrecimiento' son experimentadas como desclasamientos por los sectores medios, concluyó el documento.
El alquiler debajo de la alfombra
El ítem 'alquiler' es poco frecuente en las estadísticas; sobre todo, en las oficiales, que directamente se desligan de la cuestión o la ponderan con valores irrisorios. Sin embargo, el ítem tiene cada vez mayor peso en el bolsillo de las familias, que en muchos casos debe destinar la mitad de los ingresos al pago del alquiler, según la ONG Inquilinos Agrupados.
En septiembre último, la Federación de Inquilinos Nacional publicó una encuesta en la que inquilinos e inquilinas de diversos puntos del país respondieron sobre su situación económica. El 48,8% reconoció estar endeudado.
De ese total, el 30,1% está endeudado con la tarjeta de crédito; el 16,5% adeudaba servicios como luz, gas o agua; el 15,2% dijo tener deudas con un familiar; el 14,8%, con bancos; el 6,8%, con financieras; y el 5,8% tenía deudas de alquileres. El último porcentaje es bajo porque lo último que se deja de pagar es el alquiler y cuando no se puede pagar son desalojados legalmente o por la fuerza, consideró el reporte.
La Federación apunta que hay en Argentina más de 9 millones de personas que viven en una vivienda alquilada, de los cuales el 60% se encuentra en Buenos Aires; principalmente, en la Ciudad.
Créditos que ahogan más de lo que alivian
Un estudio de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires indicó que en septiembre último el Costo Financiero Total (CFT) promedio de los préstamos personales fue del 71% en los bancos públicos y del 122% en los bancos privados (algunos llegan al 148% anual). Para las tarjetas de crédito, los bancos públicos promediaron un CFT del 51%, mientras que los privados, un 60%. Se espera que esos porcentajes tengan otro salto, a partir del alza de tasas establecido por el Banco Central en los últimos días.
Así las cosas, una persona que toma un préstamo por $ 100, al cabo de 12 meses termina por devolver entre $ 171 mil y $ 248 mil, dependiendo del banco en cuestión.
Uno de los bancos con tasas más bajas es el Banco Nación. Desde la entidad, confiaron a Redacción MAYO: En enero y lo que va de febrero, hubo unos 45 mil préstamos personales, por algo más de $ 8.100 millones. Como dato comparativo, en 2020, la cifra llegó a $ 33 mil millones y en 2021 a $ 62 mil millones.
De esta forma, se proyectan para este año préstamos por más de $ 65 mil millones, con lo cual se duplicaría en dos años la cantidad prestada. En otras palabras, se disparó la toma de deuda. Este fenómeno responde no solo a los beneficios que otorga la entidad, sino también a la necesidad de mucha gente de acceder a fondos frescos.
Adicionalmente, en enero, el 26% de los préstamos se solicitaron de manera presencial y el 74%, por medios digitales. En tanto, Comodoro Rivadavia, Catamarca y Mendoza fueron las tres provincias donde se registró mayor interés/demanda de préstamos personales.
Otro tipo de préstamo que pone de relieve el crecimiento de la toma de deuda familiar es la refinanciación de deuda de las tarjetas de crédito. Según publicó el sitio iProfesional, consiste en una oferta para refinanciar la deuda. El plan más promocionado se basa en un nuevo crédito a 36 meses de plazo. De esa manera, una deuda de $ 100 mil se refinancia a una tasa del 43% anual (costo financiero total del 52,5%), lo que da una cuota mensual de $ 5.510. Es decir, el cliente termina devolviendo casi el doble de lo que pidió ($ 198.430).
Es una posible solución, ya que el cliente que debe con la tarjeta de crédito o que no viene pudiendo pagar la cuota y la posterga hasta el final de la vida del préstamo, logra consolidar esa deuda y congela la deuda en cuotas fijas, comentó el director de un banco líder en el sistema financiero.
El ascenso de la pobreza
El endeudamiento familiar es primo hermano de la pobreza. Entre el primer semestre de 2017 (último año de cierto alivio económico) y el mismo período de 2021 (último dato disponible), la pobreza creció en 12 puntos porcentuales, lo que implica unos 6 millones de personas, si se toman las proyecciones poblacionales del INDEC. Se trata de 1.700.000 hogares que ya no tuvieron forma de cubrir sus deudas o de tomar más crédito.
Si se toman las canastas de pobreza e indigencia que mide el INDEC para los hogares y las comparamos con la evolución del Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM) se observa el deterioro de los ingresos en hogares vulnerables y la frágil línea que los separa de la pobreza y la indigencia.
Tomando el caso de una familia compuesta por dos adultos y dos menores (Hogar 2, en las mediciones de INDEC), con ingresos de dos Salarios Mínimos (uno por cada adulto):
En enero de 2017, dos SMVM eran equivalentes a casi 3 canastas de indigencia y 1,2 canastas de pobreza. En otras palabras, alcanzaba para estar un 20% por encima de la pobreza y muy lejos de la indigencia. Desde allí, comenzó una curva descendente que perforó pisos preocupantes a mediados de 2018, para nunca más recuperarse.
Para enero de 2019, esos dos SMVM eran equivalentes a 2,1 canastas de indigencia y alcanzaba apenas para 0,85 canastas de pobreza. En apenas dos años, la caída fue mayor al 30%; es decir, que esa familia cayó en la pobreza y no quedó tan lejos de la indigencia.
Con este escenario, llegó la pandemia y la caída se agudizó durante todo 2020. Para enero de 2021, los dos SMVM apenas cubrían 1,7 canastas de indigencia y un alarmante 0,73 canastas de pobreza. La familia quedó casi un 30% por debajo de la pobreza.
Un año más tarde, en enero de 2022, dos Salarios Mínimos llegan a $ 63.876 y alcanzan a cubrir 1,8 canastas de indigencia y 0,8 canastas de pobreza, valuada por el Indec en $ 78.624.
Si esa familia cobra una Asignación Universal por Hijo por cada uno de los dos menores, los ingresos llegan a $ 72.960. Así las cosas, ni siquiera con la ayuda de la AUH esa familia puede alcanzar el umbral de la pobreza. La balanza recién se nivela cuando se suman los $ 9 mil que cobraría en concepto de Tarjeta Alimentar, con los cuales sus ingresos ascenderían a casi $ 82 mil y quedarían apenas por encima de la pobreza.
Un futuro sin perspectivas
Isaac Rudnik, director del Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (ISEPCi), evalúa que, en los últimos años, se ha profundizado la situación de las familias de menores ingresos, que no llegan a fin de mes y tienen necesidades de salir a endeudarse porque no cubren los gastos básicos o porque tienen situaciones muy ajustadas que no les permiten solventar situaciones como la de un familiar enfermo.
Cualquier gasto extra, por más que no sea muy oneroso, cae como un problema casi irresoluble y, en la medida que no se pueda postergar, requiere de salir a endeudarse. En los sectores muy vulnerables, no se puede acceder a un crédito bancario, por lo cual las familias salen a tomar deuda en casas que prestan dinero y que funcionan legalmente o también otras ilegales que hay en los barrios, contó Rudnik.
De esta forma, se genera una bola de nieve difícil de solventar. Esta situación se agravó a partir de la crisis de 2018, cuando hubo un golpe fuerte y de ahí en adelante no hubo un rencause: como los equilibrios son muy frágiles cualquier situación imprevista disloca todo.
Otra consecuencia del endeudamiento familiar es el hacinamiento. En los barrios, ya es clásico de hace muchos años que se extienden los hogares a medida que va creciendo la familia. La imposibilidad de salir a alquilar y mucho menos a comprar se resuelve construyendo dentro del propio terreno, apuntó Rudnik.
En las familias, hay una cabeza o dos. En muchos casos, está la madre con sus hijos. Generalmente, hay algún otro integrante de la familia que es un adulto o adulto mayor que contribuye con una jubilación mínima. Son familias que están en la pobreza y que tienen poca perspectiva de una espiral ascendente. La máxima aspiración es la de una subsistencia más tranquila. No se observa una acción oficial o producto de una ola de mejora económica que permita a estas familias ver una perspectiva mejor, concluyó.