Ilustración Juan Pablo Dellacha
Las ferias del libro se reproducen en diferentes localidades del país y el mundo con el fin de visibilizar la agenda de la producción editorial para atraer nuevos públicos, acercar autores a las audiencias y, sobre todo, vender libros.
Para quienes trabajan en la industria del libro, las ferias son la oportunidad, lugar de mercado por excelencia donde oferta y demanda se cruzan sólo con una excusa, los libros. Las relaciones sociales, las mesas de escritores, los talleres gratuitos, son estímulos para el destino final: vender.
Para quienes trabajan en esa industria y no necesariamente escriben, las ferias son, también, “una picadora de carne”: se trabaja a toda hora, el ritmo es de rally y, sobre todo, descansa en la habilidad, inteligencia y poder de gestión de la producción, tarea que, la mayoría de las veces, encaran mujeres. Es una figura invisibilizada aunque logran el sí de autores, agendan horarios, cruzan mesas, gestionan honorarios y proponen nombres para completar la grilla. Tienen un poder real, si bien casi no salen en las fotos.
En Córdoba, entre el 1º y el 11 de octubre se realizará la edición número 35 de la Feria del Libro y tendrá como curadora a Graciela Bialet y a Lisa Daveloza en la producción.
Lisa Daveloza es editora independiente. Participó en distintos espacios de organización editorial colectiva y en ferias internacionales (Bologna, Salon du Livre o Buenos Aires). Su mirada sobre el ámbito editorial es cruda, pero está segura que algo está cambiando.
“Hay un montón de mujeres que vienen trabajando en desarticular las prácticas competitivas del sector editorial para dar lugar a las prácticas del hacer. No hace falta ser dueña de una super editorial o ser la agente número uno, o la editora del diario más vendido de Argentina; sino abrir ciertas discusiones, catálogos y promover la circulación del libro y la lectura. Al fin y al cabo, la circulación de ideas es nuestra materia prima”, analiza.
Además, se anima en desarticular algunos lugares comunes: “Que haya mujeres en la escritura, en la dirección editorial, en la política cultural, en las actividades y curaduría de una feria no siempre garantiza una perspectiva de género y menos, una visibilidad hacia las mujeres y sus escrituras. Eso es una decisión política y tiene que estar enunciada”.
Tensiones y disputas en la librería
El Volcán Azul es una librería que tiene más de cinco años en Córdoba. Este año fue destacada entre las diez librerías más importantes del país por la 10° Feria de Editores. En sus estantes existe una sección de Género y Diversidades donde se ubican títulos para pensar las tensiones y emergentes de la época.
En la vidriera se percibe un norte: no importa el género de la autora o autor, la editorial o su geografía. Los títulos rotan y la regla es la dispersión. Pero, cuando una persona llega a la librería en busca de una sugerencia, la posición es clara: “Primero, recomendamos mujeres”, asegura Luli Mora, librera de la tienda y, además, editora y productora.
“Es una posición política. Lo hacemos para disputar lo que pasa, sobre todo, en Narrativa. Los más vendidos siempre fueron hombres, excluyendo la novela histórica, que siempre fue la más vendida. La idea es despertar interés, mostrarle al lector que existen otras voces, otras historias. Muchas personas llegan preguntando por Mariana Enríquez o Schweblin. Le ofrecemos lo que buscan pero después, promovemos ir hacia otras autoras, no tan conocidas, de editoriales independientes o de otras regiones”, afirma.
Según la librera, los prejuicios de género a la hora de qué autor leer están naturalizados. La ruptura se produce cuando sucede la recomendación. El lector registra que tiene un filtro; que para elegir un libro siempre se orienta a la masculinidad. Desde esa posición de mundo y trayectos de lectura, lo que sucede en la actualidad con las autoras de América Latina (más visibilidad, presencia en premios y listas destacadas, y una prensa enfocada en seguirlas) tracciona para que la búsqueda de un título sea una actividad guiada por la curiosidad, el descubrimiento, la apertura.
Andrés Nieva es editor y dueño de una librería que lleva el mismo nombre que el sello que dirige, Postales Japonesas. Ha participado en la mayoría de las ferias del libro que suceden en el país. Pisa el territorio. Su perfil es bajo pero persistente. Su stand de libros ofrece títulos a veces “inconseguibles” y siempre está abierto a la novedad.
Al consultarle sobre el impacto en ventas de la literatura escrita por mujeres apunta a la distribución: “Hay mayor difusión con respecto a otros años, eso suma interés. Se buscan los libros de Dolores Reyes, María Fernanda Ampuero, Mónica Ojeda, Guadalupe Nettel y de escritoras clásicas como Katherine Anne Porter, Willa Cather, Virginia Woolf, por citar algunas. Creo que los premios y nominaciones impulsaron a que haya más ediciones que llegan a las librerías con las novedades, antes existía pero de forma muy acotada”.