Según datos del informe 2020 de The Power of TikTok, el 32% de los usuarios globales de la plataforma tienen entre 25 y 34 años y el 35% más de 35 años. Estas marcas que la compañía busca difundir para ampliar su horizonte no se corresponden con las audiencias argentinas, que son mucho más jóvenes. Sin embargo, es cierto que la masividad alcanzada por TikTok en los últimos meses provocó una migración de usuarios de otras redes, que se vieron alcanzados por los irresistibles microvideos generados en la plataforma del momento.
Ese corrimiento tentó a los políticos y a sus asesores de campaña. Por más que la mayoría de los usuarios argentinos de TikTok sean personas que no tienen la obligación de votar, la de las elecciones legislativas 2021 tendrán la particularidad de ser las primeras de la historia en que el lenguaje de la red china esté inserto.
El 26 de julio pasado, la precandidata a diputada nacional María Eugenia Vidal subió su primer video a la red. Como ya ha hecho, recurrió a la relación con sus hijos como disparador: “Me dijeron, ya hace tiempo, que me tengo que hacer TikTok”, dice la exgobernadora bonaerense frente a cámara, antes de pedir consejos para “ser una buena tiktokera”. La prueba no salió bien. En los comentarios no se leen preguntas ni consejos, sino 3439 respuestas que oscilan entre las recriminaciones y la chicana política, con no pocas invitaciones a que abandone TikTok.
Solo le da la bienvenida su aliado, el Jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, uno de los primeros políticos de alcance nacional en tener su perfil en la red. El líder de PRO tiene 346 mil seguidores y un uso aceitado, con frecuentes sesiones de preguntas y respuestas y un timing que combina su imagen de gestión con una más cotidiana, incluyendo sus gustos personales y el “detrás de cámara” de sus responsabilidades. Esto último aparece en otro político relativamente exitoso en TikTok, el economista José Luis Espert, que combina teoría del Estado básica, entrenamiento físico y propuestas para la juventud. A pesar de su baja representatividad electoral, Espert tiene 40 mil seguidores, el cuádruple que el Presidente Alberto Fernández.
De la diversión al complot
TikTok se convirtió en un tema de políticos entre las elecciones indias de 2019 y las estadounidenses de 2020. En las primeras, el contenido sobre las elecciones legislativas creció inesperadamente entre los 60 millones de usuarios del país, que sin intervención de los partidos ni los candidatos convirtieron al evento democrático en una tendencia y una tema divertido sobre el que opinar a través de microvideos. También las elecciones celebradas en España y Chile fueron tema en TikTok.
Más impactante y menos inocente fue, en cambio, el complot contra Donald Trump. En junio, cuando el covid ya había matado a 120 mil estadounidenses, el entonces presidente Trump volvía a la campaña presencial con un acto en el Bank of Oklahoma Center, para el que se entregarían entradas anticipadas. "¡Casi un millón de personas solicitaron entradas para el Rally de la noche del sábado en Tulsa, Oklahoma!", celebró el mandatario en Twitter, pese a la delicada situación sanitaria. Ante la masiva demanda de entradas, los partidarios de Trump decidieron armar un escenario afuera del estadio que pronto fue desmantelado en silencio: las decenas de miles de supuestos simpatizantes digitales nunca llegaron, y de los 19.000 asientos del Bank of Oklahoma Center apenas se ocuparon 6 mil.
Ante la incredulidad general, pronto se supo que la inasistencia tenía explicación en TikTok. En los días previos, uno de los desafíos constaba en adquirir un ticket para el acto de Trump para después no ir. Lo admitió incluso el político republicano Steve Schmidt, quien contó que su hija de 16 años y sus amigos habían pedido cientos de entradas. Sin embargo, hay quienes indican que quien lanzó el desafío con absoluta conciencia política no fue un adolescente, sino una mujer de 51 años de Iowa, llamada Mary Jo Laupp, que invitó a su audiencia a boicotear el acto con un video en el que decía "vayan a reservar boletos ahora para que lo dejemos solo allí en el escenario".
Cinco claves para hacer política
En TikTok, la línea que separa el activismo político del mero divertimento todavía es difusa. Quienes trabajan en política, aspiran a que el segundo sea el preámbulo del primero, y por eso intentan posicionar a sus figuras como personas accesibles, hombres y mujeres corrientes que tienen un trabajo importante y a las que podemos demostrar nuestra simpatía a través de un video en su apoyo o incluso el voto.
El asesor Antoni Gutiérrez-Rubí afirma que hay cinco pilares para la comunicación política en TikTok, donde se destacan el activismo lúdico (“una experiencia festiva y divertida”) y la creatividad popular (“liberar las campañas del rigor mortis de la uniformidad publicitaria, abrirse al desborde creativo de las multitudes”). Algo de eso parece haber ocurrido a inicios de agosto con el video de la usuaria Sol Guillot, aunque tal vez con una orientación demasiado negativa para los estándares de TikTok.
La herramienta creada en 2016 por Byte Dance (propietaria de Toutiao, una de las plataformas de noticias más grandes de China), requiere de un lenguaje que la mayoría de los políticos aún no logra descifrar, y que reserva el poder al estado de ánimo de los usuarios, que han mostrado la capacidad casi instantánea de demoler una aparición pública e incluso influir mediante pequeños actos de humillación. Librar la palabra a una comunidad con una nueva cultura política, donde la autoridad del mundo real se ve diluida en el poder descentralizado e hiperconectado de la virtualidad, es un riesgo que no muchos políticos desean correr. Y que los mismos creadores de la plataforma están dispuestos a eliminar, como lo hicieron durante el conflicto entre China e India por Cachemira un año atrás.
En clave de meme
Queda por explorar por qué son las derechas las que mejor aprovechan estos nuevos espacios de socialización y tematización política. Como ha señalado el ensayista alemana Hito Steyerl, el consumo vertiginoso de contenido visual al que nos sometemos está dentro de un giro informacional más general, donde las imágenes son descontextualizadas y desterritorializadas. Es un remolino fértil para la confusión, las fake news y “la imagen pobre” (de baja resolución, de producción austera, como la de TikTok) que prospera “en lapsos de atención comprimidos, que se basa en la impresión antes que en la inmersión, en la intensidad antes que en la contemplación”.
El de TikTok es el discurso público de una época donde lo único que se fija son los memes, esas unidades de significación fácilmente replicables y memorizables que “expresan tensiones que no pueden ser articuladas en el vocabulario políticamente correcto de los medios”, como señalaron Geert Lovink y Mark Tuters, y que florecen en el territorio digital. Para el filósofo italiano Franco Berardi, es otro signo de la retracción del pensamiento crítico en pos del mitológico, donde no hay lugar para discernir: solo queda surfear olas de estimulación nerviosa y reaccionar emotivamente, sea desde derecha o izquierda. “Por eso, en el discurso público contemporáneo, la crítica de la ideología ha sido reemplazada por el contagio de memes”.