Álvaro Bretal es sociólogo por la UNLP y director editorial de Taipei | Crítica de cine. También está involucrado en Editorial Rutemberg, por medio de la cual coordinó la publicación de Giallo. Crimen, sexualidad y estilo en el cine de género italiano. Durante esta charla, Bretal reflexiona sobre la forma en que la repentina transformación del paisaje cinematográfico que trajeron consigo las plataformas de streaming ha impactado en el modo en que nos relacionamos con los contenidos y con nuestra curiosidad.
-A lo largo de la historia, las películas se fueron adaptando a las tecnologías y las formas en que serían vistas. No se producía igual una película que fuera a proyectarse en salas que una que fuera a distribuirse solo en VHS, por ejemplo. ¿Estará pasando algo similar hoy, cuando buena parte de la vida de las películas se desarrolla en plataformas digitales y nunca llegarán a salas?
-Si bien no soy el principal espectador de plataformas, veo sin dudas que cierto formato de serie -con episodios estrenados en bloque, en lugar de seriados, como era normal hasta hace muy poco- sí se ha adaptado a la lógica de las plataformas. En cuanto a las películas, no estoy seguro de que haya una forma cinematográfica "específica" del cine de plataformas. Sí es posible que se acentúen ciertas tendencias que en verdad vienen desde hace ya varios años, y no representan en sí mismas una novedad. En un libro llamado Los monstruos más fríos, Silvia Schwarzböck plantea que hay una necesidad creciente de ciertas películas de impactar en el espectador. El espectador contemporáneo, dice, es cada vez más difícil de conmover, de emocionar, y en consecuencia hay una tendencia a correr los límites de lo "mostrable", porque el espectador contemporáneo ya "vio todo", por decirlo de alguna manera. Esto, sumado a otras tendencias del cine mainstream más trillado (no es que no haya cine independiente trillado, que también lo hay), como cierto uso muy estandarizado del digital, determinados clichés de puesta en escena y trabajo de cámara, y una tendencia a dejar de lado una construcción narrativa más clásica y la creación de personajes densos y detallados en pos de una artillería de efectismos y golpes bajos funcionan bien en el universo de las plataformas de streaming que apuntan más al mainstream, aunque no nacieron allí en lo más mínimo.
-¿Cuáles son los principales cambios que trajo este viraje en el consumo del cine que estamos experimentado?
-Lo fundamental, entiendo, es tener en claro que, a diferencia de otros sistemas de distribución no-legales a los que estábamos acostumbrados en el mundo virtual, las plataformas son empresas, y su relación con el cine está atravesada por la necesidad de obtener ganancia. Esto no fue siempre así, o al menos no en todos los casos. A mediados de la década de '00 Netflix, hoy un gigante cinematográfico, distribuía películas independientes norteamericanas, como The Puffy Chair, primer largo de los hermanos Duplass y película central del mumblecore. Ahí, creo, pueden atisbarse otros modelos posibles para el mundo de las plataformas de streaming, que con el tiempo fueron dejados de lado en pos del crecimiento desmedido. Lo que me resulta interesante, sobre todo, es cómo las plataformas de streaming son un paso fundamental en todo un proceso de legalización del visionado online que arrancó con el cierre de incontables sitios web y culminó con la consolidación de estas plataformas. En su formato no-legal, el visionado on-line era una versión bastante disminuida de la lógica de compartir archivos, porque no permite guardar/resguardar los archivos, algo clave para el mantenimiento de un acervo audiovisual colectivo. Ahora, las plataformas marcan una agenda en diálogo con las majors (o las productoras y distribuidoras independientes) y muy rápidamente comenzaron a tener un impacto descomunal en términos no solo de qué vemos y de cómo lo vemos, sino también de qué queremos ver. Esta es, creo, una de las grandes derrotas culturales del siglo XXI. Muy poca gente ha alzado la voz al respecto, y justamente por eso son grandes derrotas culturales.
-En cuanto a las obras en sí, ¿pueden observarse características que sean propias de esta era, como fueron las amplias panorámicas en la época del Cinemascope o los relatos clásicos del policial de los '40?
-Para dar una respuesta adecuada en términos de si hay, por ejemplo, un modelo narrativo propio de cierta plataforma (o algo que se esté construyendo en esa dirección) habría que distinguir películas "distribuidas por" de películas "producidas por", y buscar similitudes y diferencias. Pero no he visto tanto, ni soy un usuario tan frecuente, como para hacerlo. Sí me parece que hay una construcción de un usuario "propio" y una serie de decisiones que se toman en pos de consolidar ese modelo. O construir uno nuevo, en caso de desearlo. Por eso hay plataformas con personalidades y catálogos muy marcados y particulares, y los usuarios más frecuentes pueden notar movimientos y alteraciones en ese sentido. Me comentaban hace poco de cómo Flow pasó a poner el foco en cierto tipo de drama o comedia de corte más clásico a películas abiertamente mainstream y con personalidad menos definida; es decir, una curaduría menos criteriosa, en busca a abrirse a espectadores de distintas edades y gustos. Lo que sí es interesante es cómo se construye todo un sistema de recomendaciones y sugerencias, en base a algoritmos, que guían al espectador de una película a otra. Me parece que ahí sí hay algo que hoy en día es palpable, distinto y específico. Porque, a diferencia de los canales de TV con una grilla predefinida, acá se genera la sensación de que el espectador está eligiendo qué ver cuando en verdad está siendo arrastrado de una película a la otra, y hay una búsqueda muy consciente de darle la menor cantidad de tiempo posible para pensar qué quiere ver.
-¿Y en cuánto a la propuesta estética de los contenidos que producen las plataformas?
-Se me ocurre un vínculo posible, aunque no estoy seguro de que las plataformas sean la causa y las películas la consecuencia. Y es cierta tendencia a la hiper-especialización. Me da la impresión de que cierto formato de película "catch-all" (pensadas para gustarle a un público muy diverso) que tiene muchas décadas en Hollywood, al menos desde la crisis de los géneros cinematográficos a comienzos de la década del 60, fue mutando hacia un cine-para-nichos: películas sobre temas o problemáticas específicos que pueden interesar fundamentalmente a un grupo poblacional determinado. Esto es muy útil para el formato de categorías y recomendaciones propio de las plataformas. A la vez, y ya pasando del tema plataformas al tema redes sociales, suelen funcionar muy bien las películas que tratan sobre un tema que puede generar un interés fuerte en el debate en redes sociales (generalmente un debate que dura pocos días; y el tiempo de vida de la película tampoco suele ser demasiado largo: se habla mucho de ella durante un par de semanas y luego listo). Es un concepto de "cine controversial" que ha ganado terreno tanto en Hollywood como en el circuito de festivales, y viene bien para sostener ese click-por-curiosidad del cual dependen en cierta medida las plataformas de streaming. Esto, en su vertiente más extrema y morbosa. También hay otras vertientes, como la de temas "de relevancia social", la de películas con preocupación LGBTQ+, etc. Incluso los tanques empiezan a pensar en términos de construir un universo cerrado, como el caso de los "cinematic universes" de las películas de superhéroes; todas conectadas y pensadas para un nicho (muy amplio, eso sí) de fanáticos.
-Sobre todo durante la pandemia, muchos estrenos se trasladaron a las plataformas. Pero ahora que vuelven a abrir los cines parece regresar un poco la experiencia de sala. ¿Qué ves a futuro? ¿Se mantendrán compartimentados los mundos del cine tradicional y el de las plataformas? ¿O creés, como propuso Stephen Galloway, que esos mundos van a ir hacia una confluencia?
-El problema principal con la experiencia de sala es que, entre la floja variedad de ofertas (fundamentalmente por fuera de CABA) y las pésimas condiciones de proyección digital, es comprensible que haya una suerte de desaliento general a la hora de salir de casa para ver películas. Y ahí las plataformas de streaming vienen a suplir a otros medios previos, ya en decadencia parcial o total (VHS, DVD, películas en televisión, etc). Sin embargo, como se vio recientemente con el caso de Madres paralelas, la última película de Pedro Almodóvar, por momentos hay una confluencia: una película estrenada por plataformas de streaming que antes tiene un paso puntual y limitado por salas cinematográficas. La decadencia de la experiencia cinematográfica, me parece, es anterior al crecimiento exorbitante de las plataformas de los últimos años. Viene al menos desde los 80. Y ahí confluyen factores diversos: poca variedad, malas condiciones de proyección, precios altos. La necesidad de las plataformas por construir lazos con la distribución en salas va a tener que ver fundamentalmente con una cuestión económica, imagino: si ven en eso un buen negocio, van a apuntar ahí. Otro problema que veo es que cada vez se tiende a asociar más la experiencia cinematográfica en sala con la noción de cine-espectáculo: los grandes tanques de acción o superhéroes nunca van directo a streaming sino que pasan sí o sí por sala. Esta idea es bastante reduccionista, porque el placer de ver una película en sala es múltiple, tiene infinitas derivaciones, más allá de la muy valiosa y por momentos muy lograda emoción del ritmo acelerado, los universos fantásticos grandilocuentes y las escenas de acción con sonido ensordecedor. Sería una pena que el cine se convierta en un reducto exclusivo para este tipo de cine, y el resto de las películas pasen a ser consideradas films para disfrutar en casa. El problema, en definitiva, es en gran medida un problema de diversidad.
-¿Qué plataformas te parecen interesantes y por qué?
-Es interesante el trabajo de curaduría de MUBI, no solamente porque efectivamente amplía el panorama y tiene películas que resultan un descubrimiento y una novedad para muchos espectadores, incluso para los más cinéfilos y "sofisticados" (perdón por el término horrendo), sino además porque tiene un trabajo de curaduría muy consciente, no solo con estrenos y secciones genéricas, sino también con retrospectivas por realizador o focos de festivales, entre otras.