Carlos Ulanovsky (Buenos Aires, 1943) es tal vez el mayor entusiasta de la radio. Comenzó su recorrido en la prensa gráfica en 1963 y se mantiene perfectamente activo, ya que hace solo semanas retomó su clásico ciclo Reunión Cumbre en El Destape Radio.
Trabaja en radio desde 1972, y de sus 20 de sus 23 libros publicados se refieren a su pasión y objeto de estudio preferido: la historia de los medios en Argentina. Entre ellos se cuentan Días de Radio. Historia de la radio argentina (1995), Siempre los escucho. Retrato de la radio argentina en el siglo XXI (2007), Radio Nacional. Voces de las historia 1937-2011 (2011) y Radio Belgrano 1983-1989. El aire que la democracia nos legó (2014). Fue director de AM 1110 y la FM 2x4 de Buenos Aires entre 2003 y 2006 y docente en distintas escuelas de comunicación.
En esta charla, el periodista, escritor y radialista, siempre dispuesto a saber lo que sucede en los medios masivos, observa las constantes que siguen haciendo de la radio un formato atractivo y “siempre moderno”.
-¿Cuáles son las virtudes que hacen que el formato básico de la radio siga siendo importante?
-La radio tiene una promesa básica difícil de superar. El emisor, que transmite a distancia, tiene el propósito de llegar a la mayor cantidad de gente posible. Cuando el receptor recibe su mensaje, persiste en él la ilusión de que le fué dedicado en exclusividad. Esto no ocurre en ningún otro medio, desde el papel a las redes. La radio es un medio masivo que penetra en oídos y mentes de a uno. Este fenómeno es lo que algunos denominan "la magia de la radio".
-En el último tiempo, figuras del streaming han confluido en la radio. ¿Cómo observás este fenómeno?
-Desconozco quiénes son esas figuras del streaming. Pero cualquiera (figura o no) puede enamorarse de un medio que ya cumplió 101 años y, ahora cito a Lalo Mir, sigue siendo lo más moderno que hay.
-Nuevas redes sociales o aplicaciones, como las salas de Twitter o Clubhouse retoman de la radio la palabra hablada como forma de comunicación privilegiada y ponen en contacto directo a figuras populares con sus seguidores. ¿Puede ser una reminiscencia de la relación entre radialistas y audiencia?
-Sin dudas, esos prodigios tecnológicos que mencionás y de los que yo, como profesional, estoy muy lejos, serán importantes en la radio que viene. Yo sigo eligiendo la radio sin hashtags, sin exigirle a los oyentes que corran a bajar una aplicación, etc, etc. Otros secretos del medio son las palabras, administradas desde la arquitectura de la voz (no por nada las voces de los locutores son voces educadas) y lo que esas voces provocan en la mente del escucha. Alberto Migré, prócer de la edad analógica, decía que cuando en un guión (y en boca de una actriz o un actor) ponía la palabra rojo, ese rojo terminaba de completarse cuando llegaba a la cabeza del oyente que, de ese modo, podía elegir su rojo preferido.
-¿De qué manera creés que las redes sociales y la mensajería instantánea impactaron en la dinámica de la radio?
-La radio siempre sufrió embates contra su identidad. Durante años dependió de diarios, revistas y agencias de noticias. Hasta que llegaron los movileros, también entendidos como los ojos de la noticia en la calle. Luego llegó la televisión y con la televisión las señales de noticias. Los monitores instalados en el estudio y sintonizados en esas señales todavía hoy marcan agenda. Del mismo modo, desde hace tiempo, las redes sociales determinan contenidos. Sin duda, cualquiera de esas mediaciones- las más antiguas, las del papel o las más nuevas, provenientes del mundo de la virtualidad- originan pequeñas, medianas o grandes fugas de creatividad.
-Algunas radios comerciales como Futurock, Vorterix o La 100 han ido hacia una hibridación de la programación, donde los ciclos a la vez se pueden ver y el oyente puede elegir la música, por ejemplo. ¿Ese es el futuro de la radio o es solo una nueva vertiente del mismo lenguaje?
-Pequeño desacuerdo. De esas radios que mencionás la verdaderamente comercial es La 100. Vorterix quisiera llegar a serlo. Y Futurock es una emisora en internet principalmente sostenida por el aporte de sus oyentes. Es imposible compararlas o equipararlas. No me gusta nada la radio con imagen. No solo porque le quita identidad, sino porque abre la puerta a la precarización, que es uno de los peores males que aquejan a los medios de comunicación argentinos actuales. Deseo fervientemente que ese no sea el futuro porque, entonces, habrá (todavía) menos trabajos y más sueldos de lesa explotación. El lenguaje de la radio siempre será el mismo. Nuevamente cito a Lalo Mir: "Poné un micrófono de 2 pesos y un transmisor de 1 kilowatt, pero si frente al micrófono hay alguien con algo interesante (novedoso, original, diferente) para decir, esa persona será capaz de dejar insomne a media ciudad".