“Boom” de escritoras: ¿Fervor, estrategia del mercado o una nueva etiqueta?
Ilustración Juan Pablo Dellacha
Las mujeres escriben, publican, ganan premios en festivales internacionales de literatura, son traducidas, convocan público fanático, venden libros. No es novedad (lo hacen desde hace años) pero desde diferentes lugares y sujetos enunciadores se insiste en marcar la cuestión como una nueva tendencia. En todos lados se habla del boom de escritoras.
Isabel Allende, Ángeles Mastreta, Laura Restrepo, Laura Esquivel no suenan en los circuitos eruditos del campo de las letras y tampoco se las incluye en este supuesto boom de escritoras sobre el que pisamos hoy. Pertenecen a una generación que brilló en los '80 y '90 pero ocupan desde hace más de dos décadas las mesas de librerías en América Latina. Cuando estas autoras fueron novedad no se referían a ellas como fenómeno; se las incluía en la irrupción de un género que sí vino a revolucionarlo todo, el realismo mágico. Existían, existen y aún son millones los lectores y lectoras que devoran sus libros apenas se lanzan al mercado.
La lupa sobre el mapa literario en Argentina con foco en Córdoba arroja un resultado similar. Entre las listas de obras más vendidas en los últimos 10 años (por hacer un corte artificial) siempre figuran tres autoras: Cristina Bajo, Florencia Bonelli y Viviana Rivero. Son primeras en ventas y colapsan los auditorios de las Ferias de Libro cuando se presentan. La crítica especializada no las mira, pocos talleres literarios las leen y se sabe poco de sus premiaciones -o al menos, no con tanta fuerza como hoy se menciona el boom-. Escriben, publican y venden (muchísimo) bajo la faja de la novela histórica o romántica.
Lejos de esos nombres, sobre otro territorio y, en una época más reciente, la noticia en 2017 de que la escritora argentina radicada en Berlín, Samanta Schweblin, era una de las finalistas del Premio Booker Internacional con su novela Distancia de Rescate (Ed. Penguin Random House; llevada al cine por la directora Claudia Llosa, se estrena el 6 de octubre y desde el 13 estará disponible en Netflix), evidenció en América del Norte y en Europa lo que hace años venía sucediendo: la literatura de las mujeres en América Latina es potente, funciona, atrae y ¡existe!
Despierta corazón dormido
El acento en el género del autor o autora (asociado a la genitalidad) podría haberse escindido de este viento a favor para la literatura de América Latina. Podría haberse hablado de literatura, a secas. Sin embargo, se multiplicaron los títulos, conferencias, charlas y debates con los motes literatura femenina, literatura de y para mujeres, el boom de las escritoras mujeres, qué escriben las mujeres entre los organizadores de ferias, editores, libreros y publicistas, algo que también amplificó la prensa, acostumbrada a recibir pilas de libros promocionales de autores varones.
En 2018, la novela de Schweblin obtuvo el Premio Tournament of Books al mejor libro del año publicado en los Estados Unidos y el Premio Shirley Jackson en la categoría de novela corta. De ahí en adelante, los nombres de autoras de Argentina y América Latina empezaron a sonar en más listas, en más traducciones, en más titulares. Selva Almada, Gabriela Cabezón Cámara, María Gainza, Mariana Enríquez, Luisa Valenzuela, Ariana Harwicz, Camila Sosa Villada, María Moreno, Angela Pradelli, son algunas de entre tantas otras autoras nombradas, citadas, festejadas y, tal vez, ahora también, más leídas.
Saldando deudas
Gabriela Halac es poeta, editora y fundadora de DocumentA/Escénicas. Accede a dar su mirada aunque hablar de boom incomoda a cualquier mujer del mundo de las letras. Para muchas, responder a esto, es entrar en la trampa. En esa idea de que somos parte de un fenómeno como si la escritura que producimos fuera una excepción, una moda, una figura de época.
La sorpresa de nuestras escrituras no hace más que confirmar la deuda histórica de un campo literario profundamente machista. La agenda se actualizó en que las mujeres estaban produciendo muchísimo, pero en clara desventaja y en peores condiciones que los hombres, analiza Gabriela.
La autora es lúcida al responder y afina el lápiz: De todas maneras, las mujeres que logran esa supuesta visibilidad y equidad son las que cumplen con ciertos requisitos y el esfuerzo que ellas ponen en juego sigue siendo enorme y desigual.
Paula Rodríguez es una periodista feminista de larga trayectoria en Buenos Aires. Es escritora, autora de Ni una Menos (Ed. Planeta, 2015) y en 2020 publicó su primera novela de ficción, Causas Urgentes (Ed. Sudamericana). En menos de un año, le ofrecieron editar en España con el sello Alfaguara y fue finalista del Premio Memorial Silverio Cañada a Mejor Primera Novela Negra 2020 en la Semana Negra de Gijón y al premio Espartaco a Mejor Novela Histórica Gabriela Saidón. Para la autora, la operación que implica hablar de esta visibilización como un fenómeno es confusa. A veces, la palabra boom sirve para desacreditar. Otras, para despertar nuevos lectores que no se habían enterado que las mujeres escribíamos hace mucho y bastante bien, reflexiona.
Para ella, esta supuesta novedad empuja a que muchas personas que no leían mujeres por prejuicio o simple reproducción del patriarcado, empiecen a elegir otras voces para disfrutar de la literatura. Siri Hustvedt dice que muchos hombres no quieren leer libros escritos por mujeres porque implica rendirse ante la autoridad de una mujer y eso se siente desmasculinizante. Desde hace muchos años, muchas personas -no sólo hombres- han accedido a rendirse, aunque sea por un rato, a la autoridad de una mujer en la literatura, opina.
Según Paula, el boom puede ser un invento, una estrategia, otra manifestación de corrección política, una forma de reivindicación a una actividad que hacíamos las mujeres que estaba invisibilizada, de buscar una paridad que no contábamos. En algunos casos, simplemente, se dieron cuenta que existimos. Y que podemos ser tan buenas o tan mediocres como cualquiera, define.
El riesgo de la etiqueta
Camila Sosa Villada es una de las autoras a las que se incluye cuando se habla de boom. Muchas notas periodísticas en las que intentan describir la potencia de esta artista y escritora de Córdoba caen en su condición de género o clase social. Camila
obtuvo el Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2020 por su novela Las malas (Ed. Tusquets Editores), otorgado por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Las malas era el tercer libro de una carrera larga, sostenida y persistente de una artista total a la que cualquier adjetivo le queda chico.
La carrera de Camila fue muy orgánica. Cuando la invité a escribir lo que después fue El viaje inútil (Ed.DocumentA/Escénicas); ella ya era un boom en el teatro. La gente venía a DocumentA, llenaba la sala, se desmayaba, le traía flores, la esperaban a la salida. Cuando presentó La novia de Sandro (editada por primera vez por Ed. Caballo Negro) llenó el Centro Cultural España Córdoba y vendió una cantidad de ejemplares inusual para ser un primer libro escrito en un blog. Ella siempre hizo una carrera ascendente fruto de su talento. El efecto que Camila tiene en el público excede lo literario. Quizás como ella decidió no radicarse en Buenos Aires, los porteños lo viven de otro modo, pero Camila viene haciendo una carrera imparable internacional hace mucho y Las malas es un momento de su trabajo, cuenta Gabriela Halac, editora del segundo libro de la autora.
Eugenia Almeida es escritora y periodista. En Inundación (Ed. Documenta/Escénicas) destina un capítulo para hacer una lista. Dice: Escribo sin pensar. Sin orden, sin método. Lo primero que viene a la mente. Y después nombra 110 escritoras. Al finalizar, agrega: Una pequeña lista, útil para las miles de ocasiones que van escuchar decir que las mujeres no se destacan en la literatura. Eugenia ganó en 2005 el premio Dos Orillas, del Salón de Libro Iberoamericano de Gijón por el manuscrito de El colectivo. Ese premio implicó la publicación en cinco editoriales europeas. El libro recién se editó en Argentina en 2009 por Edhasa.
En general las mujeres tenemos que demostrar más. ¿Más qué? Más capacidad de trabajo, más inteligencia, más compromiso, más todo. Parte de esa exigencia está también en una operación discursiva que convierte en 'excepción', 'genio' o 'boom', lo que es simplemente fruto del talento y el trabajo, afirma Almeida.
Eugenia es columnista en el programa periodístico Mirá quién habla. Tiene experiencia de habitar otros mundos más allá de la escritura, y asegura que lo que sucede con las escritoras pasa en todos los ámbitos y es riesgoso porque en esa operación se anula o reprime la historia.
Lo dice así: La categoría de boom remite a una explosión, algo que comienza y termina. Así, se borra una genealogía y, al mismo tiempo, se deja flotando la idea de brevedad y excepcionalidad. ¿Qué genealogía? Silvina Ocampo, Elvira Orphée, Sara Gallardo. Digo solo estos nombres pero podría dar muchos más. Para los más jóvenes y aquí en Córdoba: Tere Andruetto, Lilia Lardone, Perla Suez.
El mundo es demasiado complejo encerrar en un libro, en una generación, menos aún en un género, las voces, las producciones, registros, puntos de vistas, historias, universos y sentidos. La única solución es un gesto de apertura. Animarse a una sonoridad diferente a lo que se escucha en el bosque.