Ilustración Daniel "Pito" Campos
“Es mi deber expresar que las personas jóvenes pobres que, insisto, además ingresan al sistema penal, no son 'delincuentes pobres' porque quieren, sino por un Estado que los excluye y que no reparte oportunidades equitativamente. Tales jóvenes en situación de pobreza necesitan de un Estado presente que les acerque educación, salud y, quizás, un trabajo digno que les permita superarse y no solo sobrevivir día a día en las calles hasta que las circunstancias de la vida los lleve a equivocarse a través del delito, pues la cárcel para esos jóvenes pobres con todas las necesidades antes expuestas y que, a su vez, cometen transgresiones a la ley penal lastimando a otros ciudadanos, no puede ser la única opción por parte de un Estado si lo que realmente quiere es disminuir el delito”.
De esta manera, el juez de Responsabilidad Penal Juvenil de Catamarca, Rodrigo Morabito, culminó una sentencia dictada en lenguaje claro en la que declaró penalmente responsable a un joven de 17 años por tres delitos: robo en calidad de autor, hurto calificado por escalamiento en grado de tentativa en calidad de autor, y robo doblemente calificado por el resultado de la lesión y por haber sido cometido con arma en calidad de autor.
Para el magistrado, quien tiene un largo historial en el que junto al Código Penal incluye al invisible libre de la (in)justicia social, no se trataba de un desconocido. El joven desde los 11 años era detenido de manera periódica por la Policía, trasladado a hogares e instituciones para menores “en riesgo” y pronto devuelto al mismo sistema, como si su vida girara de manera eterna en la misma calesita penal.
No se trata de pretender una justificación de las acciones delictivas desde el escudo de la marginalidad en cualquiera de sus formas. Pobreza nada tiene que ver con delincuencia, por si acaso hace falta aclararlo.
Pero las cárceles, donde se erigieron los muros para apartar de la sociedad a varones y mujeres que cometieron distintos delitos, hace tiempo que están siendo eco de resonancia de una problemática social profunda. Si se analiza el perfil socioeconómico de la mayoría de los detenidos, no quedan dudas de que en el país las penitenciarías se construyen con ladrillos de vergüenza social.
Ahora, en medio de la polémica nacional por el crimen del quiosquero de Ramos Mejía, Buenos Aires, asesinato que habría sido cometido por un joven que hacía poco que había salido de la cárcel, Morabito utilizó la red social Twitter para resaltar su punto de vista: “Los Estados deben tener propuestas concretas para minimizar los hechos ilícitos que generan inseguridad y esas propuestas no son otras que la generación de políticas públicas tendientes a mejorar la calidad de vida de las personas. Para prevenir el delito se debe trabajar sobre las causas que los generan y no sobre sus efectos, de lo contrario, siempre y casi siempre, existirán víctimas y victimarios”.
Aquella carta
“V. J. A., nos conocemos desde hace mucho tiempo, eso ya lo sabés porque nos vimos en reiteradas oportunidades desde que tenías 11 años, con la diferencia que en aquel entonces y hasta que cumpliste los 16 años en diciembre del año pasado, la misma ley penal no permitía que fueras responsabilizado pero luego de esa edad quiero contarte que sí podés serlo y lamento mucho que así haya sido”, escribió Morabito en el fallo que se publicó en marzo de 2020, justo antes de que el coronavirus y la pandemia dejaran para después varios de los debates que el país aún se debe.
“Sé muy bien de tu problema de adicción grave a las drogas y que estuviste en reiteradas ocasiones internado en el hospital por lo que tomaste (...) conozco muy bien a tu familia y por todo lo que pasaste y pasás con ella, tus enojos, tu rebeldía, tus tristezas, tus miedos y tus necesidades. Sé que te drogabas para soñar con los juguetes que no podías tener (...) Es muy difícil para nosotros desde el juzgado no conmoverse con tu historia de vida, como la de muchos otros chicos igual que vos”.
No obstante, aclaró que como juez, tenían la obligación de “darles una respuesta a las personas a quienes lastimaste porque terminaron muy asustadas y lastimadas. Por supuesto que ahora es otra etapa en la que tendremos que ser más estrictos contigo, pues a pesar de ello, aún creemos que no está todo perdido, que el Estado puede ayudarte a salir de esta difícil y triste situación por la que pasás desde hace muchos años, pero debés comprometerte vos mismo y dejarte ayudar”.
“Tendré nuevamente en cuenta tu petición de recuperarte de tu adicción a las drogas y te enviaré a un lugar a donde se ocuparán de vos y de tu salud y también haré que el Estado se ocupe de ayudar económicamente a tu familia para que pueda visitarte bastante seguido y no te sientas solo, porque también es tu derecho (...) Pero también quiero que sepas que vas a tener obligaciones y que la principal obligación será asumir la responsabilidad que aquí te voy a declarar y sus consecuencias”, concluyó el juez.