Ilustración Daniel Pito Campos
“Estamos ante el mayor éxodo de argentinos de la historia. Hay miles de jóvenes, hombres y mujeres, que parten solos rumbo a otros países, familias que se van con sus hijos desafiando todas las dificultades que eso significa, parejas recién formadas que se aventuran juntas (...) Se van del país. Muchos de ellos publican sus fotos en las redes sociales cuando están en Ezeiza a punto de partir. A veces acompañan las fotos con textos llenos de esperanza por lo que los aguarda, pero siempre hay pena o bronca por lo que dejan atrás”.
El relato, publicado el pasado 20 de febrero por el expresidente de Argentina Mauricio Macri en sus redes sociales, sacudió la política nacional. A través de una durísima carta abierta trazó un diagnóstico pésimo en relación al rumbo económico y social del actual Gobierno que encabeza Alberto Fernández.
El texto tuvo su efecto. Horas después, y a través de Twitter, la directora Nacional de Migraciones, Florencia Carignano, informó que durante el actual Gobierno había bajado a más de la mitad la cantidad de personas que se fueron del país, en comparación con la etapa de la administración de Macri entre 2015 y 2019.
"El promedio diario de personas que salieron y no volvieron por 1 año durante el macrismo es de 164 x día. Mientras, al tomar los datos de la declaración jurada migratoria (desde 2020), el promedio diario de personas que consignaron mudanza es de 78 por día. Menos de la mitad", explicó Carignano en la red del canario azul, adjuntando cuadros estadísticos.
"Esta es la información oficial. Dato mata relato", sentenció la funcionaria.
Inmigración fronteriza
Dato. Realidad. Información. Relato. Hace tiempo que en Argentina estos términos terminan por tener un valor volátil, difícil de dimensionar.
“Es una discusión difícil de zanjar por fuera de la grieta por falta de datos”, empieza diciendo Leandro González, demógrafo e investigador del Centro de Investigaciones y Estudios de la Cultura y la Sociedad que depende de Conicet y la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
“La impresión que tengo es que la tendencia era a un incremento de la inmigración fronteriza, ciudadanos de países vecinos que llegan a Argentina por motivos laborales y que buscan ubicarse en las grandes ciudades; y, por otra parte, un éxodo de personas jóvenes que emigran de Argentina en busca de mejores posibilidades laborales, o por experiencias vinculadas al empleo o al idioma. Hay un movimiento compensatorio”, apunta González, aunque aclara que la falta de datos y el parate del movimiento internacional por la pandemia del coronavirus hacen difícil una estimación certera.
“Lo que se ve es una tendencia de la gente de entre 20 y 35 años de tratar de buscar una oportunidad fuera del país, sobre todo en las clases medias y más acomodadas, porque no ven horizontes cercanos en lo económico”, explica a Redacción Mayo.
Y advierte que aunque Argentina no logra estabilizar su macroeconomía, ni controlar la inflación, aún sigue siendo un destino de referencia para los países vecinos: “Sigue habiendo una tendencia receptora de inmigrantes de países cercanos que intentan suerte acá”.
“Superada la crisis sanitaria, la previsión es que se reanuden esos movimientos”, apunta.
¿Te irías del país?
En ese sentido, es revelador el resultado que arrojó la encuesta de medición de calidad de vida que en 2021 llevó adelante Fundación Colsecor en pueblos y ciudades de Argentina. Ante la consulta sobre cuán probable era que emigrara al exterior en caso de tener una chance concreta, el 52% respondió de manera afirmativa. Comparado con la misma encuesta de 2020, el dato termina por confirmar esa tendencia ascendente: un año antes, había sido el 46% el que respondió de manera positiva.
Si se desagregan las respuestas por edad, el porcentaje asciende al 60% entre los jóvenes de 15 y 24 años y alcanza el 59% en aquellos comprendidos en el rango etario de 25 a 39 años. En esta línea, si se analizan las respuestas de las personas entre 40 y más de 59 años de edad, la chance migratoria desciende al 46%, mientras que en el caso de quienes tienen más de 60 años, el porcentaje es del 48%.
Al disociar los datos por tamaño de localidad, el porcentaje es mayor en los núcleos poblacionales más grandes, de más de 35.000 habitantes y más de 100.000 habitantes.
Movimientos internos
En simultáneo se dan, también, movimientos poblacionales dentro del país, en gran medida influenciados por la pandemia del coronavirus y un corrimiento de las actividades económicas. “Ese corrimiento de las actividades económicas centralizadas, el cierre de negocios o el traslado hacia los barrios, refuerza también la salida de población de las grandes ciudades”, explica González, y refuerza la importancia del Censo 2022 que se realizará en mayo para poder evaluar con datos precisos la distribución poblacional.
“Durante la pandemia los centros de las grandes ciudades perdieron muchos locales comerciales, que de no reactivarse totalmente la actividad en estos lugares, podrían usarse para nuevas viviendas. De esta manera se podrían 'repoblar' los centros de las grandes ciudades, que estaban bastante despoblados antes de la pandemia por la gran cantidad de comercios y oficinas laborales”, describe.
“El movimiento hacia las ciudades más chicas se ha visto reforzado por quienes tienen la posibilidad de vivir en ciudades periféricas, con conectividad y medios para sostener el teletrabajo desde afuera. Y al mismo tiempo, se detuvo la migración desde las localidades del interior hacia las grandes ciudades para trabajar o estudiar, tendencia que seguirá mientras se pueda sostener el trabajo o el estudio a distancia”, describe el demógrafo e investigador.
En este sentido, valora que en términos ambientales, de servicios y de circulación, es una tendencia muy favorable.
El factor cultural
Otra cuestión que el investigador no quiere dejar de lado es el factor cultural de las generaciones más jóvenes, en donde prima una visión a corto y mediano plazo. “Son pautas culturales que están pesando mucho en las nuevas generaciones, y que se termina de cerrar con la falta de previsión en lo económico: no persiguen el ideal de afincarse, de echar raíces como lo hacíamos antes, sino que apuestan a probar, a no cerrarse a las posibilidades que ofrece el país”, valora.
Las mayores posibilidades de viajar, de establecer intercambios de estudio o de trabajo con otros países, facilita mucho esta tendencia. “Se trata de una vocación de probar, de conocer, de ver distintas opciones antes de elegir en dónde afincarse. Hay elementos culturales que abonan esta idea de irse y volver si surge, pero sin definición de largo plazo”, describe González.
Pensar (y cobrar) en dólares
En simultáneo, desde territorio argentino cada vez son más los jóvenes (y no tan jóvenes) que se abren a la posibilidad de seguir viviendo en el país pero trabajar para afuera, a distancia, y cobrando en moneda extranjera.
Renombradas empresas de las grandes urbes del país están comenzando advierten esta tendencia: jóvenes valores especializados sobre todo en la industria tecnológica que renuncian a sus empleos tentados de poder trabajar desde sus casas, con sus horarios, para empresas foráneas que pagan en dólares.
“Ya no tiene sentido pensar en salarios en pesos, porque la inflación te va comiendo, por más que hoy parezca un buen sueldo. A mis hijos les estoy inculcando que tienen que pensar sus sueldos en dólares, no queda otra”, cuenta José, abogado y fotógrafo profesional con más de 30 años de trabajo. Para él, la vida laboral que conoció ya no existe en el país.
Tras las últimas devaluaciones, se incrementó en forma notable la cantidad de freelancers que trabajan para compañías del exterior, muchas de las cuales están asentadas en Miami, informó el portal iProfesional: “Según la Universidad Católica Argentina (UCA), ya no alcanza con un empleo formal para salir de la pobreza. El 20% de los trabajadores con empleos estables estuvo por debajo de la línea de pobreza el año pasado y llegó a 27% para aquellos que tienen trabajos precarios. En ambos casos, la situación se agravó respecto del año anterior. Tal vez por eso también, cada vez más trabajadores especializados miran al exterior. Se estima que en la Argentina hay casi medio millón de personas trabajando para afuera, aunque la mayoría no lo hace en forma constante, sino por etapas”.
La devaluación hizo a los argentinos "baratos y sumamente competitivos, pero en forma individual. No es un fenómeno masivo ni a nivel empresas", apuntó en ese mismo informe el economista Aldo Abram.
En épocas de crisis, de cepos y obstáculos para acceder a monedas más estables, la posibilidad de proyectar en otros países o de hacerlo localmente pero cobrando en dólares, acaban siendo muy tentadoras para las nuevas generaciones que manejan patrones de comportamiento más anclados al presente que al largo plazo.