Ilustración Daniel "Pito" Campos
La proliferación de carpinchos en las urbanizaciones privadas de Nordelta -localidad del partido de Trigre, a unos 40 kilómetros al norte de CABA- reavivó la polémica que conlleva el avance de la actividad de los seres humanos sobre la naturaleza. En este caso, de los humedales, a partir de un formidable proyecto desarrollista de 16 kilómetros cuadrados, donde coexisten 29 barrios, asentados sobre ese ecosistema.
Aunque habituados a la presencia de carpinchos, en los últimos meses, ante la masiva presencia de estos roedores, los vecinos de Nordelta propusieron en un comunicado “retrotraer la cantidad de carpinchos a los que había hace 4 o 5 años atrás”, mediante el traslado de los animales a otros ecosistemas en los que tengan asegurada su subsistencia. El tema generó debate y se coló en las recientes elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (Paso) del 14 de septiembre pasado, donde un hombre fue a votar disfrazado de carpincho; mientras que en una escuela de San Fernando y en otra de Bahía Blanca hubo votos a boletas encabezadas por estos animales de las agrupaciones “Carpinchos para Todos” y “Juntos por Nordelta”.
Más allá de las bromas y los memes, lo cierto es que el hábitat de los carpinchos o capibaras en el Delta del Paraná está en riesgo, tal como viene siendo por otras actividades en el resto de los humedales del país, tanto en los Esteros del Iberá, como en la Puna, en salares y lagunas. “El carpincho es la visibilización de la destrucción de los humedales”, resumen los ambientalistas.
Diversidad en peligro
¿Qué son los humedales? Brevemente, ecosistemas en los que el agua es el principal factor de control del medio y de la vida animal y vegetal. Son áreas que permanecen en condición de inundación o con suelo saturado de agua durante períodos considerables, con características estructurales y funcionales particulares, que los diferencia de los sistemas acuáticos y terrestres. Y allí radica su riqueza y su importancia estratégica.
Fuentes oficiales estiman que la extensión de humedales ha disminuido un 35 por ciento, desde 1970: las principales causas de esta pérdida o degradación se relaciona con los cambios de uso del suelo -como urbanizaciones o deforestaciones-; también con alteraciones en la dinámica del agua; con extracciones -como la pesca o las pasturas-; la contaminación; la introducción de especies exóticas invasoras; y el cambio climático.
Argentina tiene 23 humedales declarados de Importancia Internacional o Sitios Ramsar, según la Convención sobre Humedales ratificada en el país 1991, con una extensión aproximada de 5,7 millones de hectáreas. Entre ellos figuran el Delta del Paraná (Entre Ríos y Santa Fe); los Esteros del Iberá (Corrientes); la Península Valdés (Chubut); los Bañados del Río Dulce y Laguna Mar Chiquita (Córdoba); el Parque Nacional Pilcomayo (Jujuy); la Laguna de Llancanelo (Mendoza); entre otros.
La Lista de Ramsar abarca sitios declarados de importancia en todo el mundo, y es la red más extensa de áreas protegidas: actualmente incluye más de 2.400 lugares que abarcan más de 2,5 millones de kilómetros cuadrados en 171 países.
La preservación y uso sostenible de los humedales es clave para mantener la diversidad biológica, controlar las inundaciones, mitigar los efectos del cambio climático, turismo y abastecimiento de agua, entre otros motivos. Y es justamente por eso que desde hace más de 20 años las organizaciones ambientalistas reclaman una Ley de Humedales que establezca presupuestos mínimos para ese fin.
En febrero pasado el Sistema de Naciones Unidas presentó un informe con aportes para la discusión legislativa de una norma que regule la conservación y uso sostenible de los humedales.
“La situación actual del Covid-19, los impactos del cambio climático, la pérdida de la biodiversidad y los incendios sucedidos durante el 2020, representan grandes desafíos para la concreción del marco de recuperación establecido, la protección del ambiente y el desarrollo sostenible”, destacaron en el documento. Pero en Argentina, todavía no hay una respuesta legislativa.
En kayak por el Paraná
El martes 17 de agosto, una singular caravana de más de 60 kayaks llegó hasta el Dique Luján, en el partido bonaerense de Tigre, luego de remar 350 kilómetros durante siete días desde Rosario, para reclamar que se acelere el tratamiento de la Ley de Humedales. Al día siguiente, en una concentración frente al Congreso, organizada por la Multisectorial de Humedales de Rosario, presentaron un petitorio para que las comisiones que aún no trataron el proyecto de ley unificado den prioridad al texto para evitar que, una vez más, pierda estado parlamentario.
La propuesta aglutina 15 iniciativas y ya fue tratada en la comisión de Recursos Naturales, luego pasó a la de Agricultura y Ganadería y todavía resta que sea analizada por las comisiones de Presupuesto y Hacienda e Intereses Portuarios, Marítimos, Fluviales y Pesqueros. Si los legisladores no aúnan esfuerzos y criterios antes de fin de año, todo podría quedar en la nada.
"Hace más de seis meses que está cajoneado el proyecto en esa comisión, y cuando le dé dictamen aún falta que pase por otras dos comisiones para después pasar a ser votado en el recinto", advirtió Ivo Peruggino, de la Multisectorial, ante todos los micrófonos que se pusieron enfrente. Y pidió que las tres comisiones restantes “trabajen en conjunto y saquen el dictamen antes de que pierda estado parlamentario como ha sucedido otros años".
La bajante histórica del río Paraná y los incendios que durante el año pasado afectaron alrededor de 350 mil hectáreas de ecosistema sólo en el Delta del Paraná, vuelven urgente el reclamo para la protección de los humedales.
Los intentos por regular y dotar de presupuesto a este asunto vienen naufragando desde hace años en los vaivenes legislativos del Congreso Nacional, sin llegar a ningún puerto. En 2013, con media sanción del Senado, la norma perdió estado parlamentario porque no fue llevada al recinto de Diputados, y lo mismo sucedió en 2016.
Armonizar es la tarea
Entre quienes plantean reparos están los productores de la Federación Agraria Argentina (FAA) y Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), quienes pidieron “armonizar” el ambiente con la producción. “El desafío en cuanto a los humedales es buscar armonizar el desarrollo económico, social y sustentabilidad ambiental. Los legisladores no se deben enceguecer ni por la ideología ni por el mercado”, manifestó a Agrofy Elvio Guía, vicepresidente de la FAA.
Uno de los aspectos que más preocupa a los productores es qué definición de humedales se tomará en cuenta y, por lo tanto, qué porcentaje del territorio nacional estará alcanzado por esta regulación; aunque también plantean reparos acerca de qué tipo de actividades se permitirán en ellos.
El propio sector ambientalista asume que es “utópico” pensar en una postura conservacionista que transforme a los humedales en Parques Nacionales, y destacan que el objetivo de legislar sobre el tema es, precisamente, regular las actividades que se pueden realizar y las que no, con planificación y control para evitar la destrucción de los ecosistemas. Si el Congreso logrará aprobar la ley antes de que venzan los plazos legislativos es la gran incógnita. Mientras tanto, la actividad sigue y ya nadie se ríe de los carpinchos.