Foto de Åsa Tolgraven.
La falta de tiempo libre de las mujeres es uno de los primeros datos que llaman la atención de Florencia Enghel, docente e investigadora argentina, actualmente trabajando en un proyecto de investigación llamado “Mujeres y microtecnopolíticas de la participación: prácticas comunicacionales cotidianas, ciudadanía digital y democracia en Argentina”. Desde 2010 Enghel vive y trabaja en Suecia, en donde se especializa en investigar la relación entre comunicación, medios y derechos de la ciudadanía.
“Las mujeres no tienen tiempo libre, todo su tiempo está ocupado en sostener sus vidas cotidianas y las de sus seres queridos. Se pasan los días haciendo cosas. Es una situación de precariedad tal la de la Argentina de hoy, que la falta de tiempo es independiente de las clases sociales. Y el tiempo que debería ser para descansar se usa para estudiar algo que permita mejorar sus posibilidades de inserción laboral, o cuidar a algún familiar que el sistema no acompaña”, asegura Enghel. “Es interesante porque yo no preguntaba sobre el uso del tiempo en particular, pero es un tema que surge”, apunta.
-¿Qué otro dato te llama la atención de esta investigación todavía en curso?
-Cuando les pregunté por su situación de vida, en muchos casos surgió el tema de qué vidas quisieran, diferentes y mejores de las que tienen. Y me llamó la atención la sensatez en todos los casos. Ninguna de mis 36 entrevistadas quería cosas lujosas o disparatadas, sino que quieren vivir vidas tranquilas, no tener que enfrentar violencias e inseguridades, y quieren tener vidas felices con algo de tiempo para descansar y disfrutar. Eso es algo que también me llamó mucho la atención.
Yo estoy todavía en proceso de análisis de las entrevistas, pero sí me llamó que en la amplia mayoría de las entrevistas surge la cuestión de las violencias, sea como experiencia directa o de alguien muy cercana -hermana, madre, amiga, compañera de trabajo- haya experimentado situaciones de violencia. Hay un montón de violencia laboral, pero también violencia que tiene que ver con la cuestión de género. Es algo que sabemos, de ahí surgió Ni Una Menos como reacción a eso, pero me sorprendió porque no hago la pregunta específica y sin embargo es una temática que pesa tanto que aparece por todos lados.
-¿Por qué surgió la idea de investigar las prácticas comunicacionales de las mujeres argentinas movilizadas por la justicia de género?
-Yo soy argentina y hace 12 años que vivo y trabajo en Suecia como docente e investigadora en la universidad. Hacia 2019 tenía ganas de volver a Argentina un tiempo para trabajar, y decidí que quería situarme en estos últimos años de mucha agitación feminista, con el surgimiento de Ni Una Menos en 2015 y una especie de renovación de los feminismos de los ´90. Siempre que sucede algo tan movilizador, la investigación pone el foco en eso, y lo que estaba faltando era poner la atención a lo que yo llamaría, entre comillas, “mujeres comunes”, aquellas que no se dedican al activismo, no de tiempo completo.
Trabajé con dos metodologías diferentes, en dos etapas, porque conseguí la beca justo antes de que empezara la pandemia, así que hubo unos cuantos meses en los que estuve “varada” en Estocolmo, sin poder viajar a Argentina. Entonces hice una encuesta en línea a 158 mujeres de diferentes edades y con distintas historias de vida, pero por ser una encuesta en línea fueron todas de clase media trabajadora y de ahí para arriba. Finalmente pude volver a Buenos Aires a fines de agosto del 2021 y empecé a trabajar en entrevistas, llevo hechas 36 entrevistas en cinco puntos del país. Son entrevistas abiertas en las que conversamos sobre sus situaciones de vida; los problemas que afectan a la Argentina y las soluciones que querrían; cómo se informan y comunican en sus vidas cotidianas; y cómo se informan y comunican sobre problemas de mujeres en particular.
-¿Cuáles son las principales dificultades a las que se enfrentan las mujeres?
-Hay obstáculos que tienen que ver con un sistema que dice estar preparado para asistirlas pero luego no asiste de manera amable, hay relatos de interacción con el sistema judicial, ejemplos de interacciones con las comisarías incluso si son comisarías de la mujer. Hay referencias a que es difícil denunciar, o que son maltratadas en la situación de denuncia, o que la denuncia no resulta en protección. Casi todas coinciden en que necesitan independencia económica, porque una de las maneras fundamentales para salir de la violencia es no tener que depender de ciertas relaciones o estructuras familiares.
-¿Cuál considerás que es el rol de los medios en este proceso de cambio social?
-Por supuesto que los medios tienen un rol muy importante que jugar. Yo empecé a acercarme a los feminismos alrededor de 95, en la época de la Conferencia Internacional de Pekín que fue fundante en términos de dar pelea por la presencia de mujeres en los medios, como gestoras, como periodistas, y también en cómo las mujeres somos representadas en los medios. Hay cosas, como que medios como La Nación o Clarín son misóginos, que lo son en cómo cubren las noticias y en cómo tratan a sus periodistas feministas, ya lo sabemos. Estoy pensando mucho en hacia dónde debiéramos ir las investigadoras para que realmente ayude a las periodistas y a las mujeres comunes para que tengan acceso a la información que necesitan para vivir vidas mejores, no necesariamente la información típica como la entendíamos antes.
A la par de Ni Una Menos surgió o se fortaleció una nueva camada de periodistas preocupadas por estos temas, pero que también trabajan en condiciones de mucha precariedad… porque es un momento económicamente muy malo para el país, y para la profesión en particular. Tal vez estrategias más cooperativas, más colectivas en términos de tejer redes, estarían haciendo falta para potenciar toda esa energía. Es un gran tema para seguir conversando.
En el marco de la crisis de los medios de comunicación tradicionales, Enghel resalta también una tendencia creciente a informarse a través de periodistas independientemente del medio en el cual trabajan y lo vincula con la precarización de la tarea periodística. “Algunas de mis entrevistadas precisan que se informan siguiendo a determinadas periodistas y no a los medios, pero cuando ahondas sobre esas periodistas de referencia encontrás también que tienen un montón de trabajos. Y eso tiene que ver con la precariedad. Yo vengo reflexionando bastante sobre estas figuras que entienden de cuestiones de género, que defienden luchas feministas, que tratan de hablar de esto, pero que al mismo tiempo para poder sostener un salario tienen que correr de un lado a otro. Es muy difícil la tarea así”, concluye.