¿Viste todos los partidos con las mismas personas? ¿Sentado en el mismo sillón? ¿Usaste alguna prenda de la suerte? Tal vez la suerte estaba en lo lavarla… O en hacer un mismo recorrido en la previa del partido. Promesas varias como tatuarse, visitar a algún santo, afeitarse o dejar de comer alguna cosa figuran entre la lista más frecuente de cábalas.
Hace algunos años, un estudio de P&G junto al Instituto Ipsos reveló que en Argentina, el país más cabulero de América Latina, una de cada cuatro personas repetía determinadas prácticas para “ayudar” a su equipo.
Para Matías Dreizik, licenciado en psicología y doctor en Estudios Sociales de América Latina, hay dos niveles de análisis para entender el por qué de creer que algo que una persona haga o deja de hacer va a condicionar el resultado de un partido que se juega a miles de kilómetros.
“Por un lado se trata de una especie de pensamiento mágico que hace que uno crea que la repetición de una rutina puede traer mayor o menor suerte a un equipo. Y esto es algo que sucede en la vida cotidiana: algunas de estas creencias están asentadas en algún tipo de experiencia y otras son míticas”, detalla.
Y considera que es, también, una forma de sentir que hubo participación en ese evento, sea social, cultural o deportivo: “Se rompe el límite entre protagonista y espectador, y todos pasamos a ser así un poco protagonistas”.
Por otra parte, asegura, “es algo que permea a todos los sectores”, y apunta que lo que sucede durante un Mundial es que todos los hacen al mismo tiempo y en procura de un mismo resultado, “poniéndolo en mayor evidencia”.
Enrique Liberati, doctor en Derecho, escribió poco después del triunfo una interpretación de las cábalas como una reversión de la cultura primitiva que establecía una estrecha vinculación entre la conducta y los acontecimientos externos.
En un artículo de opinión consideró que se trata del principio de retribución aplicado a los comportamientos humanos, y reafirmó que no hay manera de vincular el uso de una determinada prenda o la repetición de una determinada acción con un determinado resultado, más allá del efecto psicológico positivo que puede tener aferrarse a esa creencia.
Y reflexionó: “Es necesario que nuestros niños y jóvenes distingan con claridad los alcances de un juego, frente a la esclavitud que genera aferrarse, en forma irracional, a los mitos y las fantasías populares”.
#Elijocreer
En la misma línea aparecen aquellas personas que se aferran a las coincidencias para vaticinar un determinado final, popularizado bajo el hashtag #elijocreer.
En un país altamente futbolero y -lo dicen las encuestas- altamente cabulero, cuesta pensar que la racionalidad fáctica pueda en algún momento acabar con todos aquellos ritos que se despliegan para sentir que ayudamos a algún equipo a conseguir un determinado resultado.