“En la post pandemia, los servicios de salud públicos y privados nos encontramos con un aumento de la depresión, la ansiedad y las fobias”, afirma Alejandra Vercellone, licenciada en Psicología (MP 2515) y psicoterapeuta Gestáltica.
Vercellone considera que estos cuadros impactan de manera directa en la vida social de las personas: “Hace que la personas se aíslen, que pierdan sus vínculos, que se sientan desmotivadas por estar con otras personas, como efecto del encierro, del miedo, del sufrimiento y los duelos por pérdidas durante la pandemia”.
Según Vercellone, entre los factores que más afectaron a niñas, niños y adolescentes estuvo el cierre de las escuelas y el corte de los vínculos con sus pares; mientras que en las poblaciones adultas, la pérdida del trabajo o la disminución de los ingresos económicos. “Estos síntomas persisten en millones de personas en el mundo”, apunta.
La otra cara de esta intensa demanda es la situación que afecta a los profesionales de la salud, sobrecargados por la intensa demanda y sin haber podido correrse de la escena durante el confinamiento. “A estos efectos de la post pandemia los sufrimos también los profesionales de la salud mental, que no pudimos resguardarnos en nuestras casas y que salimos a trabajar con la preocupación de contagiarnos o contagiar a nuestras familias, sumado a la grave situación económica que afecta a nuestro rubro”, agrega la profesional, ex integrante de la Junta ejecutiva del Colegio de Psicólogas y Psicólogos de la provincia de Córdoba.
-¿Qué consecuencias tiene en la calidad de vida un alto índice de preocupación?
-Atendemos a niños, jóvenes y adultos que se sienten desmotivados, deprimidos, con vínculos afectivos conflictivos, relaciones rotas, dificultades económicas, problemas laborales. Hay que tener en cuenta que la desesperanza y descreimiento de que algo pueda mejorar limita la capacidad de sentirse feliz y de establecer vínculos sanos porque dañan la autoconfianza, anulan la creatividad e impiden asumir las responsabilidades diarias. Estas situaciones dificultan disfrutar y planificar a futuro, por el propio descreimiento de qué habrá en el futuro.
Por otra parte, Vercellone destaca que que los trastornos emocionales, la depresión, la ansiedad o las fobias pueden derivar, en algunos casos, en el consumo de drogas tanto legales como ilegales. Aunque en otros casos también pueden generar enfermedades psicosomáticas: “Todo este estrés redunda en patologías y malestares, y también en enfermedades psicosomáticas. Depende del perfil de la persona y de su organismo”.
En la encuesta de Medición de Calidad de Vida en Pueblos y Ciudades de la Argentina de la Fundación Colsecor un 16 por ciento de las personas encuestadas dijo sentirse deprimida todo o la mayor parte del tiempo, y el porcentaje fue mayor en ciudades más grandes y en mujeres.
“Se habla también de que el mayor porcentaje de depresión es en el mujeres, y otro tema que se está estudiando mucho es el suicidio: cómo abordar y prestar atención a personas que en el discurso mencionan pensar en la muerte en contexto de una depresión más grave”, indica la profesional.
La importancia de la prevención
Vercellone apunta la importancia del diálogo en la familia, de dar lugar a que niños y niñas desde muy temprana edad puedan expresar lo que sienten, sus miedos o sus malestares emocionales. “Los niños no siempre muestran su trastorno como tristeza, sino a veces aparece como enojo, o como violencia, porque son formas que encuentran para exteriorizar aquello que no pueden poner en palabras”, detalla.
Ante síntomas o signos que llamen la atención, lo indicado es consultar con profesionales de la salud mental: “Los Estados deberían invertir más en prevención, y ahorrarían así en tratamientos e internaciones más complicadas”.
Vercellone también destaca la importancia de constatar la seriedad y profesionalismo de las personas que ofrecen terapias: “Hay que consultar con personas con título habilitante”.
Esta nota se enmarca en la Agenda Pública “Razones que constituyen la Calidad de Vida”.