Darío Gigena Parker: La pandemia naturalizó más aún el uso de ciertos psicofármacos
La última ola es la de la salud mental, y es la que va a durar más, explica el médico psiquiatra y magíster en Drogadependencia, Darío Gigena Parker, también secretario de Prevención y Asistencia de las Adicciones de la provincia de Córdoba. Desde su experiencia, analiza el consumo de psicofármacos en el país -en donde se encuentran entre los 10 medicamentos más vendidos- y el impacto de la pandemia del coronavirus.
-¿Es Argentina un país con alto índice de consumo de psicofármacos?
- Si nos comparamos con países de la región, notamos que con los más parecidos culturalmente como Uruguay e incluso Chile, estamos en una situación similar. En cambio, en Norteamérica tienen un problema mucho más grave, ya que está muy generalizado el consumo de opioides (con prescripción médica y sin ella) y eso trae aparejado muchas muertes como consecuencia de intoxicaciones agudas, puesto que son medicamentos extremadamente adictivos y de alto riesgo. Acerca del consumo de psicofármacos, la distinción que hay que hacer necesariamente es sobre el uso indebido de medicamentos como los tranquilizantes, que lamentablemente son los más utilizados, como el alprazolam o el clonazepam. Ese uso indebido tiene que ver con una sobreindicación por parte de los médicos que muchas veces no toman en cuenta las advertencias sobre los riesgos que tiene el consumo continuado de estos medicamentos, por un lado, y la automedicación por el otro. Al mismo tiempo no debemos olvidar que es fundamental que los pacientes con problemas de salud mental tengan mayor acceso a los medicamentos que necesitan, como antidepresivos, estabilizadores del estado de ánimo, antipsicóticos, medicamentos contra el alcoholismo y el tabaquismo.
-¿Qué consecuencias puede tener el consumo extendido de psicofármacos?
- Hay determinadas drogas que son muy útiles, por ejemplo, frente a un estrés excesivo, y que ayudan a que esa persona no se enferme a causa de esa situación traumática. Pero cuando el efecto del estrés cesa, y la persona sigue consumiendo un tranquilizante más tiempo de lo recomendado, puede desarrollar una ansiedad crónica relacionada con la tolerancia (necesita mayores cantidades para lograr el mismo efecto) y el síndrome de abstinencia de ese fármaco que se manifiesta con ansiedad e insomnio, y ahí viene el círculo adictivo. Vemos mucho en poblaciones de adultos mayores que utilizan algún medicamento para dormir, ese consumo se prolonga en el tiempo, y luego la persona ya no puede dormir sin tomar esa medicación.
-¿Qué impacto tuvo el aislamiento de los primeros meses de la pandemia?
- Aunque no tenemos indicadores definitivos, los estudios que se han realizado hablan de un aumento de los estados de ansiedad, y también un impacto en la interrupción de tratamientos por enfermedades psiquiátricas derivado de las restricciones. Se han visto descompensaciones como efecto de la pandemia. Por otro lado, vemos que hubo una suba en el consumo de medicamentos de fácil acceso que la población tiene muy naturalizados, con poca percepción del riesgo que conllevan.
-¿Cuál podría ser la incidencia en la salud mental?
-En relación con la salud mental, se dice que es la última ola y la que va a durar más tiempo, porque va a quedar arriba mucho tiempo con secuelas en el consumo de sustancias, en los desbordes, con un gran impacto cultural como un estrés post traumático: hay enfermedades que han ido emergiendo como resultado de la incertidumbre, de descreer de las recomendaciones de las autoridades sanitarias y los referentes científicos. La ciencia convive y se alimenta de la duda y de las preguntas, pero en poblaciones vulnerables (como las personas con bajo umbral para desarrollar problemas emocionales o mentales) la incertidumbre puede desencadenar cuadros mentales graves como paranoia y los episodios disruptivos asociados a esta situación. Son cuadros que hay que abordar y tratar, pero no es sencillo con el sistema sanitario enfocado en la patología del Covid-19.
-¿Se observa en otros tipos de consumo un incremento a partir del ASPO?
-Se han hecho investigaciones, sobre todo en los momentos de cuarentena más estrictos, sobre el consumo de la población adulta de sustancias como el alcohol, y sí resultó haber un cambio en las frecuencias y hábitos: se incrementó el consumo de bebidas alcohólicas, se corrió hacia la semana y se redujo los fines de semana. En cambio, en poblaciones jóvenes, cuando no había actividades de recreación nocturna se redujo el consumo de alcohol. En el caso de la marihuana, muchos chicos que consumían en contextos sociales cuando estuvieron en el entorno familiar redujeron el consumo, mientras que aquellos que estaban solos o con amigos lo incrementaron. Durante el aislamiento también disminuyó significativamente el consumo de cocaína. Hay que tener en cuenta que muchas de estas son mercancías que vienen de otros países, y cuando las barreras interjurisdiccionales fueron muy estrictas, se redujeron también las redes de distribución. No obstante, todo eso cambió cuando se fue retomando la normalidad.