Desde marzo de 2020 el avance del coronavirus en el mundo puso a los adultos mayores en un lugar de particular vulnerabilidad: el Sars-Cov-2 se había ensañado con ellos, y despertó la necesidad de ubicarlos en el primer lugar de protección y prevención.
Fueron (y son) la población que requería mayor cuidado porque integran el rango etario con mayor índice de mortalidad por Covid-19. Desde el inicio de la pandemia, el 80 por ciento de los fallecidos tenía más de 60 años, porcentaje que ha empezado a disminuir en los últimos meses por efecto de la vacunación. Según un relevamiento de El Cronista, entre el 23 de mayo y el 22 de junio, los mayores de 60 representaron un 68% de las muertes por coronavirus.
“En este tiempo se invirtió el orden, se puso a los adultos mayores primero, por delante de mujeres y de niños. Pero ellos no protagonizaron esa situación como personas frágiles, sino por el contrario, siguieron siendo contención para sus familias. Y aún en el aislamiento preparaban los fideos del domingo y los pasaban por encima de la reja. La conducta de cuidado de los adultos autoválidos fue muy importante”, destaca el médico Carlos Presman, especialista en Medicina Interna y Terapia Intensiva, y profesor de Medicina en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
“Yo creo que la pandemia sirvió para poner en valor a los adultos mayores”, sentencia en diálogo con Redacción Mayo el también autor de libro Vivir 100 años.
-¿Cómo ha impactado el aislamiento en los adultos mayores?
-A las consecuencias del aislamiento las estamos peleando en este momento. Lo más duro fueron las medidas restrictivas del año pasado, que se repitieron este año. Y el mayor impacto fue emocional: mucha depresión, trastornos neurológicos como la enfermedad de parkinson y el alzheimer. Pero también, y aunque en menor medida, tuvo consecuencias la falta de control de enfermedades crónicas como diabetes o afecciones cardíacas.
También hubo consecuencias en sus hábitos alimenticios al quedarse quietos y con un alto nivel de angustia. Sin embargo, según la bibliografía más actualizada fue menor el impacto entre los adultos mayores que entre los adultos. Hay que tomar en cuenta que nuestros adultos mayores son sobrevivientes, tienen una gran resiliencia a situaciones de adversidad. Atravesaron una dictadura, crisis económicas, algunos incluso son pre-antibióticos.
-¿Cómo ves que viven hoy la pandemia?
-Lo que estoy viendo es que los adultos mayores son los primeros que entraron en la pos pandemia. La gran mayoría -en el caso de mis pacientes, la totalidad- tiene las dos dosis de la vacuna, y ansían los encuentros en el centro de jubilados, en el club, retomar las actividades sociales. Y también veo que entre los adultos +65 no existen los antivacunas. Cuidarse y vacunarse, eso nos heredan.
-¿Cómo es la situación de los que viven en residencias?
-En las residencias en particular hubo un salto cualitativo en la asistencia a los adultos mayores. Se mejoró el recurso humano, la capacitación, se optimizaron los circuitos de gestión. Pasaron a ser clínicas de segundo nivel. Y cambió el concepto de calidad asistencial, así como en las terapias intensivas: dejaron de ser vistos como lugares en los que uno se va a morir, para ser considerados lugares de mucho cuidado y atención. En la cultura popular también mejoró esa consideración.
-¿Qué factores conspiran contra un envejecimiento saludable?
-La clínica del miedo y la clínica de la soledad son los mecanismos fisiopatogénicos que disparan las enfermedades crónicas tanto cardiovasculares, como la diabetes, los trastornos de sueño, la depresión o la ansiedad. Vemos que el aumento del consumo de alcohol y psicofármacos ha sido monstruoso.
Uno en su vida, en su familia, puede haber tenido una o dos personas muertas, y algunas más contagiadas. Pero cuando la tele te pasa todos los días el número de contagiados y de muertos, todo el tiempo, uno percibe que han sido muchos más. Algo similar pasa con la inseguridad, a uno le pueden haber robado una o dos veces, pero al verlo constantemente uno percibe que ese peligro es mayor. Hay que repensar las estrategias de comunicación y de los medios, porque eso ha jugado, a veces, a favor del miedo.
Y sobre la clínica de la soledad creo que deberíamos haber dicho desde el principio que el aislamiento era físico, no social. Aislamiento físico preventivo y obligatorio, o aislamiento corporal preventivo y obligatorio, pero no social. No olvidemos que una cosa es soledad y otra solitud, la segunda es sana, cuando uno lee un libro, pero la primera es abandono. Creo que si hubiéramos comunicado que el aislamiento era físico, pero no social, entendiendo que se podía -y debía- seguir en contacto a través de las redes, de la web, manteniendo los dos metros de distancia, hubiéramos marcado esa diferencia y minimizado el daño de la soledad.
Para Presman es fundamental trabajar en mejorar las condiciones de vida de las personas para que lleguen a los 65 años en buen estado de salud y sin discapacidad. Esas condiciones de vida a las que hace referencia el médico abarcan, no sólo hábitos saludables -como alimentación, actividad física-, sino también condiciones externas como políticas que los incluyan en la vida de la sociedad.