Esta columna es un adelanto de un adelanto. Un adelanto de los resultados de la Medición de Calidad de Vida en Pueblos y Ciudades de Argentina que realiza todos los años la Fundación Colsecor a lo largo y ancho del país, y un adelanto a ciertos movimientos tectónicos que, parecieran, empiezan a sacudir la cultura política del país.
Grandes mitos de la modernidad. Pomposo y elocuente. Sugerente. Así, José Luis León definía -hace años- los conceptos más usados en publicidad y que nutrieron argumentalmente a las grandes campañas que se vieron en el mundo. El récord de uso se lo llevaron el mito del cambio y el mito del héroe o salvador.
Cuando en política pensamos en el cambio, solemos asociarlo a un cambio bastante coyuntural. Muchas veces es sólo cambio de personas -héroes o heroínas-, o cambio de partidos, o cambio de alguna política que no gusta. Un cambio bastante modesto más allá de sus impactos que muchas veces suelen ser nada discretos.
Esos cambios corresponden a un clima de opinión. Este, considerado de manera general, es un marco de referencia algo débil o no del todo determinante a través del cual, los líderes políticos toman sus decisiones.
A mitad del siglo XVII en Inglaterra, Joseph Glanvill utilizó la expresión “climas de opiniones” por primera vez. Escribió: “Así que ellos [los dogmáticos], que nunca se han asomado más allá de la creencia en la que sus cómodos entendimientos fueron adoctrinados inicialmente, están indudablemente seguros de la verdad, y de la excelencia comparativa de lo que han heredado, mientras que las almas más grandes, que han trabajado los diversos climas de opinión, son más cautas en sus decisiones y más parcas al sentenciar”.
De acuerdo con esta definición, el clima de opinión puede o no influir las actitudes, opiniones o decisiones de un líder político y hasta alerta del error que sería abrazar a un clima de opinión y transformarlo en dogma. De hecho, puede haber un clima de opinión con varios ejes importantes en la agenda pública. Y puede ser cambiante y además no compartido por todos y todas. No necesariamente efímero, pero sí cambiante. Los climas de opinión pueden variar en tiempos breves incluso, por la aparición de nuevos elementos, hechos conmocionantes o de alto impacto.
“Clima de opinión” se refiere a las corrientes de opinion predominantes en una sociedad. Dice Noëlle-Neumann: “… rodea totalmente al individuo desde el exterior. El individuo no puede escapar de él. Pero simultáneamente está dentro de nosotros, ejerciendo la mayor influencia sobre nuestra sensación de bienestar. El término “clima”, además, trae a la mente la imagen del espacio y el tiempo, también incluye el sentido más completo de lo “público”.
Sin embargo, los procesos de construcción de la realidad, donde entran a tallar los lenguajes simbólicos por los cuales la gente adquiere el sentido del mundo político como ambiente cultural más amplio, donde se gestan universos simbólicos dotados de legitimidad con pretensión de largo plazo, son otra cosa. Aunque un espacio político gane adentro de un “clima de opinión” dado, generar un relato legitimado en la sociedad es una tarea con resultados inciertos, más allá de la voluntad.
Ahí es donde conviene adentrarse al concepto de Zeitgeist, expresión del idioma alemán que significa “el espíritu (Geist) del tiempo (Zeit)”. Zeitgeist es la experiencia de un clima cultural dominante que define una era en el mundo; el alma o sentido de un periodo particular en la historia, como reflejo de las ideas y creencias del momento. Podría decirse que se refiere a la ética y moral de una era y un lugar, como también al espíritu colectivo de un tiempo y espacio como reflejo de su cultura: “Cuando uno de los lados se yergue, se apodera de la muchedumbre y se despliega hasta el punto de los que se oponen a él tienen que retirarse a un rincón y, por el momento al menos, refugiarse en el silencio, a este predominio se le llama el espíritu de los tiempos (Zeitgeist), que, durante un período se sale con la suya”, escribe Johann Wolfgang von Goethe.
Esto es el “clima de época”, lo que condiciona mucho más la toma de decisiones porque define una porción de la historia en la que la sociedad está inmersa. Determina muchas veces. Y si tiene cambios, los tendrá en el largo plazo. Las variaciones de los climas de época son bastante imperceptibles en lo cotidiano y necesitan de décadas para ser comprendidas. No olviden: décadas.
Por eso, muchas veces, la realidad posibilita que se asocie, que haya una buena química entre las promesas y los climas de opinión. Aún entre quienes confrontan con esos climas de opinión. Sin embargo, las promesas de un cambio de época, de cambio de valores, son sólo buenas intenciones que escapan al cortoplacismo de un gobierno y mucho más de una campaña. Claro está que todos contribuyen -contribuimos- a ser parte de un clima de época y a sus transformaciones a lo largo del tiempo.
Dos pistas
La Medición de Calidad de Vida en Pueblos y Ciudades que realiza la Fundación Colsecor ha dejado traslucir en el 2022 una serie de pistas para pensar si es que de verdad no estamos asistiendo un gran cambio, profundo, de época, más que de opinión.
Una pista de la que hablo: aunque los dos bajen, se rompe una tendencia histórica en Argentina; el mercado es mejor valorado que el Estado.
El Estado ha sufrido una baja en su valoración muy significativa por tercer año. Paralelamente la valoración con respecto al mercado permanece igual que en el 2021. Se consultó, “en una escala de 1 al 10, donde 1 es nada defensor/a del Estado y 10 es muy defensor/a del Estado, “¿cuán de acuerdo está usted con que el Estado tenga un rol importante en la vida en sociedad?”. Dentro del total de encuestados, la respuesta promedio fue del 5,2, por lo tanto, fue casi 1 punto menos que el 2021 y casi 2 menos que el 2020. Pero otro gran dato es que en la escala del 1 al 10, el 1 fue el valor más elegido por el 19,5% de las personas y el 5 fue el segundo valor seleccionado por el 14,9% de quienes respondieron.
Del mismo modo, frente al interrogante: “En una escala del 1 al 10, donde 1 es nada defensor/a del Mercado y 10 es muy defensor/a del Mercado, ¿cuán de acuerdo está usted con la libertad de Mercado como mecanismo de funcionamiento de la economía?”, la respuesta promedio fue del 5,7, levemente inferior al año anterior. Otros datos destacables es que en la escala del 1 al 10, el 5 fue el valor más elegido por el 14,5% de las personas y el 10 fue el segundo valor seleccionado por el 14,8% de quienes respondieron.
Es todo un dato que el mercado sea mejor valorado que el Estado y contrasta con percepciones históricas en Argentina ya que hace una década y media que el Estado siempre era mejor valorado que el mercado, especialmente desde el final del primer mandato de CFK y que ni el discurso de Mauricio Macri pudo torcer.
La otra pista: pasada la crisis pandémica, puntea el valor de la libertad, superando en aceptación a la solidaridad y al orden.
La libertad es el concepto mejor valorado cuando se lo compara con la solidaridad y el orden. Frente a la consulta, “Según la valoración que usted tiene de las palabras solidaridad, libertad y orden, ¿en qué lugar ubicaría la libertad?”, el 47% de los encuestados posicionó el concepto de “Libertad” en primer lugar. En cuanto a la solidaridad, el 35% de los entrevistados la ubicó en segundo lugar. Por último, el orden es el peor valorado de las 3, con el 45% de los ciudadanos que lo posiciona en tercer lugar. Esto representa un cambio respecto al 2021, cuando la solidaridad era el valor más elegido.
Estado de cambio
¿Son estos hallazgos un predictor del cambio político para el 2023? Ni idea. Eso parece ser una consecuencia del clima de opinión reinante. Y cuidado con quienes ofrecen un cambio total en el corto plazo. No es que no sea verdad. Es, según indica la historia, un imposible. Cuando esto no se comprende, la frustración de expectativas está agazapada esperando…
¿Son estos hallazgos un predictor de cambios más densos en la cultura política argentina? No lo sé, pero sí aparecen amenazantes y para nada chiquitos. Tienen una pretensión construccionista de forjar relaciones tan grandilocuentes que parecieran amenazar a los discursos “estado-céntricos”, parafraseando al gran Marcelo Cavarozzi. O, por otro lado, poniendo en jaque valores que se hicieron tan fuertes al inicio de la pandemia -como la solidaridad- e incluso transformarlos en discursos con alta pregnancia en el presente nacional más estricto, como los discursos políticos liberales.
Cuando el clima de opinión reinante corroe los discursos perennes que se arrastran inconmovibles por décadas, ahí es donde el clima de época deja verse en estado de cambio. Es lo que, creo, está cambiando verdaderamente.