Cristina Fernández de Kirchner fue condenada a seis años de prisión por el delito de administración fraudulenta en perjuicio de la administración pública e inhabilitada de por vida para volver a ejercer cargos en el Estado. Primera vez en la historia que un vicepresidente en ejercicio es condenado. Primera sentencia en casi cuatro décadas ininterrumpidas de vida democrática que contradice la arraigada convicción de que en Argentina el poder es impunidad.
Aunque los argumentos se conocerán en marzo, el Tribunal Oral Federal 2 también ordenó que a los nueve condenados se les decomisen 84 mil millones de pesos por el “perjuicio descomunal y sin precedentes para las arcas públicas” que representó la contratación irregular de obras viales en la provincia de Santa Cruz que entre 2003 y 2015 benefició de manera sistemática al empresario Lázaro Báez.
Hasta aquí los hechos jurídicos. Las interpretaciones son libres:
para la oposición es un fallo histórico y definitivo; para el kirchnerismo es un “mamarracho jurídico” promovido por jueces, fiscales y camaristas de la oposición que juegan al fútbol en la quinta de Mauricio Macri. Para los gobernadores de Juntos por el Cambio es un renacer de la institucionalidad y para la liga de gobernadores del PJ es un agravio al sistema democrático.
El fallo no tiene consecuencias institucionales inmediatas. Las posibilidades de que Cristina Fernández sea detenida alguna vez son mínimas y la inhabilitación de por vida para el ejercicio de cargos públicos no impide que pueda presentarse en las próximas elecciones, porque la condena no está firme, ni lo estará por mucho tiempo.
Más política que Justicia
Las consecuencias políticas sí fueron inmediatas: Cristina Fernández anunció que “no será candidata a nada”. La vicepresidenta denuncia proscripción pero en simultáneo se autoexcluye. Asegura que la inhabilitación política es el verdadero objetivo de la causa judicial y afirma que Héctor Magnetto y el macrismo la quieren “presa o muerta”, pero asegura que no estará en ninguna lista y que volverá a su casa el 10 de diciembre de 2023. Demasiadas contradicciones para un razonamiento tan refinado y tan sagaz.
En la media hora posterior a la sentencia, Cristina Fernández apostó a un estrépito político tan determinante como el que logró el 18 de mayo de 2019, cuando anunció que Alberto Fernández sería el primero en la fórmula que la llevó a la Vicepresidencia. Lo que logró esta vez fue que todo el sistema político constate lo obvio: no es la sentencia judicial la que invalida su candidatura; es el elevadísimo nivel de rechazo que provoca su figura -sólo superado por el que genera Alberto Fernández- el que hace inviable una postulación.
El gobierno del Frente de Todos no logró impedir la condena judicial. Pero mucho menos logró construir un proyecto político viable: 100 por ciento de inflación anual, casi la mitad de la población en la pobreza, la producción frenada por falta de dólares y ninguna perspectiva de mejora en el horizonte son los determinantes de ese renunciamiento a nada que protagonizó Cristina Fernández tras la sentencia.
Bandera de largada
Con ese mensaje comenzó el camino al 2023. El peronismo está ante la posibilidad histórica de reconfigurarse sin Cristina. Sergio Massa, Wado de Pedro y Daniel Scioli forman parte de una lista que Alberto Fernández también pretende integrar.
La siempre voluble liga de gobernadores que capitanea Axel Kicillof (Buenos Aires) y que nuclea a Sergio Ziliotto (La Pampa); Gustavo Bordet (Entre Ríos); Ricardo Quintela (La Rioja); Raúl Jalil (Catamarca); Gerardo Zamora (Santiago del Estero); Sergio Uñac (San Juan); Osvaldo Jaldo (Tucumán); Oscar Herrera Aguad (Misiones); Alberto Rodríguez Saá (San Luis); Gildo Insfrán (Formosa); Jorge Capitanich (Chaco); Mariano Arcioni (Chubut); Gustavo Melella (Tierra del Fuego) y Alicia Kirchner (Santa Cruz) busca un candidato propio.
El mensaje de Cristina Fernández también es un punto de inflexión para Juntos por el Cambio.
Sin la vicepresidenta en escena, el liderazgo de Mauricio Macri también baja sus acciones: Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y el radicalismo de Facundo Manes y Gerardo Morales empiezan a mirar el futuro con otra perspectiva.
La instancia de las Paso adquiere sentido pleno con las dos fuerzas mayoritarias ante la necesidad de definir nuevos liderazgos, pero es Cristina quien vuelve a movilizar toda la constelación política. Aunque ya le pese una condena judicial, otras causas por corrupción sigan su curso en Tribunales y la absolución de la historia esté por verse.