“Mi hijo agonizaba y ellos miraban adentro del auto como si allí hubiera un premio”, le dijo Soledad Laciar a Redacción Mayo, a la salida de la sala de audiencias, después de haber visto con sus propios ojos lo que hasta ese momento habían sido relatos, declaraciones, testimonios. Nada que no supiera. Nada que no imaginara. Pero nada como mirar en una pantalla la secuencia en tiempo real de esa noche funesta. “Pasan los días y uno ve que en la fuerza policial hay mucha gente deshumanizada, y duele. La verdad que duele mucho”, señaló la mamá de Blas.
Las imágenes captadas la madrugada del 6 de agosto de 2020 por la cámara frontal de un patrullero que arribó a la esquina de Chacabuco y Corrientes de la ciudad de Córdoba, donde terminó su frenética carrera el auto baleado por la Policía y en cuyo asiento de atrás agonizaba por un disparo en la espalda Valentino Blas Correas, de 17 años, son imágenes mudas, pero a la vez elocuentes. Muestran a un enjambre de policías dando vueltas alrededor del vehículo, abriendo y cerrando puertas, revisando el baúl, yendo y viniendo, comunicándose por handy, pero no se ve a ninguno que atine a asistir al joven, a practicarle primeros auxilios, ni siquiera a tomarle el pulso para verificar si estaba o no con vida.
Exactamente eso habían declarado en el juicio los dos jóvenes que iban con él en el auto y que fueron interceptados por la Policía y obligados a descender cuando, ante la negativa de atención de la Clínica Aconcagua, pretendían llegar al Hospital de Urgencias.
A preguntas del tribunal, tanto Juan Cruz Camerano Echavarría, el conductor del Fiat Argo, como su novia, Camila Toci, declararon que su amigo agonizaba y que aunque ellos lo podían con insistencia ningún policía se ocupó de prestarle ayuda. Cuando a los 20 minutos llegó al lugar la ambulancia, certificó que Blas ya había fallecido.
Hay una controversia en cuanto a la hora de la muerte, pero ver en los televisores que nadie había intentado socorrer a su hijo fue demoledor para Soledad Laciar, y fue ilustrativo para todos en la sala. Casi no hubo preguntas de las partes después de las imágenes.
Videos en acción
La tecnología asociada a dispositivos de seguridad en la vía pública es una fuente más de prueba en el juicio por la muerte de Blas Correas, pero aporta un carácter dirimente por la propia naturaleza del lenguaje visual. Frente a un testimonio atribulado o un recuerdo parcial que el paso del tiempo desvaneció, las imágenes grabadas en tiempo real en la calle se convierten en testigos implacables. Son las nuevas evidencias probatorias que trae esta era mediatizada.
En el debate que se ventila en la Cámara 8° del Crimen de la ciudad de Córdoba que tiene a 13 policías en el banquillo, acusados de supuesto “gatillo fácil” o de distintas variantes de encubrimiento del hecho, se dispusieron pantallas para exhibir los videos de las cámaras de seguridad. Y los televisores se han prendido varias veces.
Las casi 100 personas que asisten al juicio, camaristas, jurados populares, imputados, defensores, fiscales, funcionarios, querellantes, abogados, familiares y público, compartieron un tramo de la alocada carrera del Fiat Argo baleado por las calles de barrio Nueva Córdoba, caos que ya podía presumirse a partir de los testimonios de las víctimas, pero que terminó de graficar la imagen. “Me agaché y sentí el vientito de los disparos arriba de la cabeza, como un zumbido. Y ahí Blas me dijo: Kito, me dieron un tiro”, había declarado Cristóbal Bocco Cámara, que también venía sentado atrás y esa noche volvió a su casa sin su amigo y con la capucha del buzo perforada por un proyectil. La escena de la corrida del auto fue captada por la cámara de un domo de la ciudad.
Más que relevantes resultaron las secuencias filmadas por los móviles que intervinieron en el control vehicular que evitaron los jóvenes en la Ciudad Universitaria y donde se originó la tragedia. Con un video de 22 minutos de duración, el Ministerio Público Fiscal ofreció en la sala una reconstrucción virtual del hecho elaborada por la sección Desarrollo Interdisciplinario de la Policía Judicial que se basó, en lo medular, en los registros fílmicos captados por los propios patrulleros.
Violencia institucional
Desde distintos ángulos (los móviles están equipados con cámaras frontales y laterales) en los videos se ve disparar con determinación a los policías Lucas Damián Gómez y Javier Catriel Alarcón, quienes comparecen en el juicio como coautores del homicidio de Blas, y en grado de tentativa, también de los otros cuatro jóvenes que iban en el auto, ya que estuvieron en riesgo de muerte y asisten al debate en carácter de querellantes/víctimas.
En tanto, Sergio Alejandro González, Wanda Micaela Esquivel, Yamila Florencia Martínez, Walter Eduardo Soria, Enzo Gustavo Quiroga, Jorge Ariel Galleguillo, Leonardo Alejandro Martínez, Rodrigo Emanuel Toloza, Ezequiel Agustín Vélez, Leandro Alexis Quevedo y Juan Antonio Gatica, todos policías también, están acusados de haber intentado encubrir el suceso con distintas maniobras, entre ellas, plantando supuestamente un arma cerca de la escena del crimen.
Por tratarse de un caso de violencia institucional que pone en crisis la legalidad de la actuación de las fuerzas policiales, el juicio es seguido por un observador de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. En declaraciones al programa Crímenes de Córdoba, el abogado Claudio Orosz explicó que irá elevando informes periódicos sobre la marcha del debate. Se estima que habrá veredicto antes de fin de año.