Asado de mentirita o polenta verdadera: la difícil digestión de las opciones 2023
El asado es el símbolo político más potente de la actual experiencia del Frente de Todos. ¿Para qué laburamos si no podemos comer un asado?, decía en 2019 la propaganda más recordada de Alberto y Cristina Fernández, que prometía carne en la parrilla y que fue humo.
El precio del asado de tira había llegado a 290 pesos en diciembre de 2019, cuando Mauricio Macri dejó el poder. Según los datos del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina, la suba durante la gestión de Juntos por el Cambio superó el 230%.
Hoy el kilo de asado supera en las carnicerías a los 1.900 pesos. El incremento fue de más del 550% en lo que va de la gestión de Alberto y Cristina Fernández. La carne no paró de subir en 2023 y se esperan nuevos aumentos.
En el medio, hubo Precios Cuidados, +Precios Cuidados y Precios Justos, que se anunciaron para miles de productos que sólo existen en el Área Metropolitana de Buenos Aires. También se dispuso un polémico cierre de exportaciones para la carne vacuna y eso desató una larga pelea entre la industria cárnica y el Gobierno.
Ahora, además, Sergio Massa prepara un esquema de descuentos en las carnicerías en un intento por frenar la inflación de marzo y abril: de eso depende la postulación presidencial del ministro de Economía, que es quien más chances de sobrevida política parece ofrecer en el Frente de Todos, que vive una interna demoledora entre el Presidente y el kirchnerismo.
Mientras tanto, el consumo de carne sigue en caída libre: desde 2015 hasta la actualidad cayó de 58,8 kilos anuales per cápita a 47 kilos. La cantidad de asado que puede comprar un salario promedio se redujo todavía más, dado el proceso sistemático de pérdida del poder adquisitivo que no se interrumpe desde 2017 y que se agravó profundamente con la pandemia.
El asado imposible es el símbolo de esta gestión del Frente de Todos. Pero la carne también es el componente más importante de la canasta básica argentina, que aumentó más del 300 por ciento en los últimos tres años, la suba más alta y más sostenida en tres décadas. El supermercado entero conspira contra las chances electorales del oficialismo.
Alberto Fernández parece el único en el peronismo que piensa que su reelección es posible. Cristina de autoexcluyó, los gobernadores del PJ sólo se ocupan de separar las elecciones en un intento por preservar el poder en sus jurisdicciones.
Todo indica que Massa lo intentará. Pero el menú del Frente de Todos también incluye una persistente restricción de dólares que bloquea las importaciones y frena la producción, una desmesurada deuda en pesos, un corsé en materia de política económica impuesto por el Fondo Monetario Internacional y un clima social que demanda cada vez más recursos del Estado para mantener la calma y que a su vez alimentará la inflación. El combo completo no resulta recomendable para el estómago electoral.
La oposición y el largo de la mecha
Si la perspectiva económica que ofrece el oficialismo pone a millones de argentinos en la desesperanza absoluta, la construcción discursiva que empezó a exhibir la oposición apunta directamente al miedo: Juntos por el Cambio plantea un escenario de estallido inminente. Habla de bomba económica y sin rubor comienza a plantear que esta vez el artefacto debe explotar en manos del kirchnerismo.
La multitud de precandidatos presidenciales que componen Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, María Eugenia Vidal, Gerardo Morales, Facundo Manes, Elisa Carrió y Miguel Pichetto repite un libreto económico común a la espera de que Mauricio Macri decida si volverá a postularse a la Presidencia. Ese mensaje advierte sobre una situación terminal de la economía, sobre un escenario mucho más complejo que el de 2015 y sobre la nula posibilidad de medidas gradualistas: por primera vez una fuerza política que es opción de poder en Argentina está diciendo claramente que habrá un ajuste doloroso.
Nunca llegó el asado y lo que viene es polenta: lo están advirtiendo los precandidatos de Juntos por el Cambio.
Macri en 2015 llegó diciendo que frenar la inflación era sencillo y evitó las facturas por la herencia recibida hasta que se quedó sin financiamiento internacional y el Fondo Monetario Internacional lo rescató del naufragio con los casi 50 mil millones de dólares que ahora agravan al extremo la fragilidad económica. Es obvio que Juntos por el Cambio cambió de estrategia.
La oposición no repetirá los errores de 2015: esta vez está describiendo con extremo dramatismo la situación y hará campaña con el ajuste. En el pasado esa opción era inaceptable para los argentinos. Ahora esa aparece como la opción moderada.
Desde que el libertario Javier Milei empezó a crecer en las encuestas con su exaltada arenga para erradicar el Estado, Juntos por el Cambio perdió las inhibiciones: habla sin vueltas de reforma previsional, reforma laboral, reducción abrupta de subsidios, límite temporal a los planes sociales y corte abrupto del déficit fiscal, todos los temas tabú de la política argentina.
Hasta el momento, esas son las principales opciones en el menú electoral. Habrá otras.
La izquierda propone su opción tradicional. El peronismo no kirchnerista busca jugar otra carta, impulsada por el cordobés Juan Schiaretti, el salteño Juan Manuel Urtubey y el gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá, que se sumaron al Partido Socialista y tientan al movimiento Evita. Pero esa opción sólo tiene chances de ser mayoritaria si logra el respaldo de otros gobernadores peronistas, que de momento lo siguen pensando.