¿A cuánto cotizará el cerebro de Milei?
No sé en qué planeta se inspira el diputado libertario Javier Milei ni conozco ningún país del mundo donde funcionen las ideas que presenta como verdades absolutas y amplifican los medios, a veces horrorizados, a veces regodeándose con el título que levanta los números de la audiencia.
En una Argentina que parece un manicomio, donde el Gobierno se destrata a sí mismo todos los días y la oposición pide cordura a los gritos (seguimos con 50% de pobres, ojalá la inflación anual sea sólo del 70%, pero el proyecto del día es llevar la Corte Suprema a 25 miembros), la prédica de Milei no sólo no desentona, sino que descolla. De hecho, conecta con el desencanto general y las encuestas le asignan un 20% de intención de voto.
Muy temprano todavía para saber si es un cometa que brilla con luz propia o un ?fenómeno porteño?, o las dos cosas, pero ya dividió el mapa político entre los que quieren parecerse o alejarse de él. Mientras, es imposible verificar sus parrafadas y, en nombre de la libertad de expresión, las personas democráticas estamos condenadas a escuchar a este señor desbordado y grosero, despotricando en todas las pantallas sobre sus modos de respetar la vida, la libertad y la propiedad.
?Mi primer (sic) propiedad es mi cuerpo. ¿Por qué no voy a poder disponer de mi cuerpo? ¿Acaso no dispone de mi cuerpo el Estado, cuando en realidad me roba más del 50% de lo que genero??, fue su último hit libertario, tras considerar la venta de órganos como ?un mercado más? que debería regirse, como todo según su concepción, por un sistema de precios ordenador y sin regulaciones.
Lo dijo en diálogo con Jorge Lanata, aunque, a decir verdad, ya había insinuado esa hipótesis días atras en el debate televisivo con Juan Grabois (referente de la economía popular), convocado por el periodista Jorge Fontevecchia. En ese intercambio de ideas, Grabois llevó a Milei a razonar su ultraliberalismo hasta el absurdo, graficando que muchas personas pobres y sin futuro estarían dispuestas a cortarse un brazo a cambio de una casa para sus hijos, algo que al economista libertario le pareció muy razonable ?si hay un mercado para eso?. Azorado, el director de Perfil le repreguntó varias veces por su singular versión de las ideas liberales (aquí se puede ver el debate de Periodismo Puro) y recibió la misma contestación.
El Incucai ya respondió la aberración con datos científicos y sensibilidad social, pero en ese hipotético mercado de órganos me quedé pensando en el cerebro de Milei. ¿Cotizará más caro que su corazón? ¿Cuál será el precio de su lengua? ¿Cuánto se habrán depreciado nuestros oídos en estos días? ¿Alguien comprará mi estómago revuelto?