POBREZA

La pandemia agravó la salud mental en las poblaciones más vulnerables

Ana Cámpoli coordina desde hace seis años un centro barrial de la pastoral villera Familia Grande Hogar de Cristo y analiza que, en contextos de pobreza y marginalidad, la adicción es sólo la expresión visible de múltiples complejidades. Por Cris Aizpeolea

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24-12-2022

“Como otras organizaciones que actuamos en el territorio, nosotros trabajamos con poblaciones atravesadas por la pobreza por lo que la situación del consumo y el problema con las adicciones es, en definitiva, la expresión más visible de una serie de complejidades. No es sólo la cuestión del consumo problemático. Abordarlo en contextos de altísima vulnerabilidad implica que las respuestas también tengan que ser complejas. A problemas complejos, respuestas complejas”.

La que habla es Ana Cámpoli, cordobesa de Calchín como el mundialista Julián Álvarez y se ríe orgullosa porque este pueblo de la pampa gringa que antes nadie registraba, ahora figura en todos los diarios del planeta. Ana realiza trabajo social desde que tiene memoria. De adolescente colaboraba con la parroquia en tareas barriales. En la juventud, cuando llegó a la ciudad de Córdoba a estudiar se involucró con la obra de Cáritas de la que fue vicedirectora, y tiempo después se involucró con la experiencia pastoral villera que iniciaba en Buenos Aires el padre José “Pepe” Di Paola y otros sacerdotes en 2008, como respuesta a los estragos que producía el consumo de paco entre los jóvenes de los barrios vulnerables. 

Desde hace seis años, Ana coordina el centro barrial Hogar de Cristo Madre de la Esquina de barrio Suárez, en el sur de la ciudad de Córdoba, un generoso galpón de puertas abiertas e intensa actividad que representa la estrategia territorial de la federación Hogar de Cristo Familia Grande para brindar respuesta a situaciones de vulnerabilidad social y problemas de adicción, al que acuden de manera regular más de 150 personas.

En otro contexto social, acompañar a una persona para salir del consumo problemático de sustancias haría pensar en una internación, la psicoterapia y demás herramientas. En poblaciones de alta vulnerabilidad, la pastoral villera se plantea un abordaje integral desde los centros barriales. “Tomamos la vida como viene, en su totalidad y complejidad”, dicen, y se proponen un acompañamiento cuerpo a cuerpo, situado en la comunidad.

“Tenemos una mirada que aborda la complejidad. El hecho de que nuestros dispositivos estén en el territorio favorece el acceso directo de la gente, lo que no quiere decir que apenas lleguen puedan expresar el problema del consumo. Aparecen un montón de realidades de dificultad y el abordaje supone lo legal, lo educativo, la salud, lo alimentario, lo laboral, lo deportivo, lo recreativo. Por eso decimos que en contextos de vulnerabilidad, el abordaje de las adicciones implica tener una mirada amplia”, destaca Cámpoli.

Centro abierto

También en la zona sur de la ciudad de Córdoba está el centro barrial Hogar de Cristo Espacio Puente Cura Brochero, y desde hace nueve años, el de barrio Maldonado, otro populoso barrio cordobés. Existen hogares en Cosquín, San Francisco, Alta Gracia, Río Cuarto. Son 10 en toda la provincia, que integran el mapa nacional de Familia Grande Hogar de Cristo, institución que en 2023 cumplirá 15 años de labor. 

“Estos dispositivos arrancaron en la Villa 21 y 24 de Zabaleta, de Capital Federal, junto al padre Pepe Di Paola y, en su momento también, Jorge Bergoglio, cuando era arzobispo de Buenos Aires, para abordar el acompañamiento de la problemática del paco en las villas desde la parroquia”, recuerda Ana Cámpoli. La propuesta después se expandió a todo el país y en la actualidad suman aproximadamente 150. 

Cámpoli refiere que la estrategia de trabajo tiene que ver con la cercanía y la familiaridad. “El Centro barrial es el espacio donde se accede y se comparte la vida”, expresa. Ofrecen desayuno, almuerzo, merienda y cena, pero también apuestan a la educación y la terminalidad del secundario. La mirada es integral porque propone acompañamiento legal y psicológico, talleres de oficio y actividades recreativas, escuelas de fútbol, actividades culturales, además de la articulación con centros de salud, hospitales e instituciones oficiales. 

“Desde el Centro barrial se empieza el acompañamiento y luego se va avanzando con otros dispositivos, como refugios para personas en situación de calle o las granjas de acompañamiento para quienes necesitan un cuidado específico y van allí por un tiempo. En el caso de nuestro Centro barrial, tenemos una granja que hemos abierto hace un mes. Se llama Refugio Libertad y está en Los Molinos, cerca de Alta Gracia”, apunta.

Cámpoli destaca que otra de las características de estos espacios es que están integrados tanto por profesionales (trabajadores sociales, abogados, psicólogos, docentes) como por miembros de la comunidad vinculada a la parroquia. “Hay una figura muy importante que son los Acompañantes Pares, personas que han atravesado la problemática y que en este momento pueden cumplir el rol de acompañar al otro”, destaca.

Tiempos difíciles

“Hay una realidad que no podemos dejar de ver y es que tuvimos dos años de pandemia. A nivel de salud mental eso impactó a toda la sociedad, afectando mucho más, claramente, a los sectores más vulnerables, agravando las situaciones”, señala Cámpoli.

Ellos no cerraron el Centro barrial durante la pandemia y vieron multiplicarse la demanda, ya que muchas redes externas dejaron de funcionar cuando más se necesitaban. Es un momento donde todo resulta poco.

“Estamos viendo lo que suponíamos, que la pandemia agravó las situaciones de salud mental. El hecho de abrir una granja para recibir varones con problemática de consumo es un claro ejemplo de la necesidad que hay de estos dispositivos, porque no alcanzan”, dice.

¿Cuánto del problema radica en las formas imposibles de vida que proponen los bordes de las grandes ciudades para un amplio sector de la población? ¿Marginalidad, pobreza y adicciones, serán el trípode de un fenómeno exclusivamente urbano? 

“Las grandes ciudades y sobre todo las situaciones de empobrecimiento lo expresa de una forma realmente exorbitante. De todos modos, esto no quiere decir que las pequeñas comunidades no lo tengan porque nos llega demanda de allí -aclara-. Pero sí voy a decir que nuestra respuesta de granja está radicada en una zona de campo”. 

“El hecho de que salir de la ciudad ya sea una respuesta, eso también indica otra calidad de vida que la ciudad no propone. Es algo muy, muy marcado. Una persona con problemática de consumo que en la ciudad estaba en situación de calle, a la semana siguiente de vivir en el campo, cambió. Cambió en una semana todo, desde su salud hasta su salud mental”, concluye Cámpoli.

Apoyo y sostén

Algunos de los 150 dispositivos de la federación tienen convenio con Sedronar (la Secretaría de Políticas Integrales de Drogas de la Nación). En el caso de Córdoba, la institución participa desde 2016 de la Mesa Territorial de Adicciones en Córdoba y del reciente Copipred (el Consejo Municipal de Políticas Integrales para la Prevención del Consumo Problemático de Drogas) que trabaja en articulación con la Secretaría de Prevención y Atención en Salud Comunitaria a través de la Dirección de Políticas Sociales en Adicciones. La población puede colaborar con aportes y también con tiempo para compartir. “Una hora suma, todo sirve”, dice Cámpoli.

Para despedir el año, en el hogar de barrio Suárez han organizado una serie de actividades en conjunto con la comunidad. “Navidad es recibir la vida como viene”, dice la convocatoria.

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Redacción Mayo

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