Frenar la violencia de género desde el origen
En 2015, en la localidad de Rufino de la provincia de Santa Fe, el femicidio de Chiara Páez, una adolescente de 14 años que estaba embarazada, impulsó el surgimiento del movimiento #NiUnaMenos, un reclamo masivo que juntó a miles de mujeres de Argentina a manifestarse en contra de la violencia machista. Este hecho constituyó un hito para la historia de nuestro país. Desde entonces, frente a cada femicidio o mujer desaparecida, un importante sector de la sociedad sale a marchar a las calles para pedir igualdad y justicia.
Recientemente, la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN) publicó el Registro Nacional de Femicidios de la Justicia Argentina de 2021, que expone un total de 251 femicidios, un crimen por motivos de género cada 35 horas. A raíz de los femicidios, 245 personas quedaron huérfanas, 182 son niños, niñas o adolescentes. Además, el 62% de los femicidios fueron ejecutados por parejas o ex parejas. Básicamente, se trata de mujeres que padecieron la violencia en su vida cotidiana literalmente hasta la muerte.
Si bien en términos generales, en 2021 se destaca una baja en los femicidios respecto a 2020, cuando fueron 287, los números siguen siendo altos e indican que la violencia patriarcal es un problema estructural de la sociedad argentina.
Según el Observatorio Nacional Mumalá (Mujeres de la Matria Latinoamericana), desde 2015 hasta mayo de 2022 se registraron 1.956 femicidios en Argentina, lo que da un promedio de 1 femicidio cada 33 horas. Del total, 1.685 fueron femicidios directos, y hubo 48 trans/travesticidios. Si bien la violencia dejó de ser un tema del espacio privado para pasar al espacio público, los crímenes no cesaron. Por el contrario, se mantuvieron presentes después de cada marcha.
Paralelamente a las consignas de igualdad de derechos para todos los géneros postuladas en las movilizaciones, emergieron ideologías que intentaron contraponerse difundiendo argumentos llenos de odio. Incluso un sector de la sociedad se animó a hablar del "ni uno menos", haciendo alusión a estadísticas de muertes de varones por accidentes de tránsito, por participación en las guerras y otros incidentes. Lo cierto es que, con este discurso machista. lejos de hacer mea culpa, muchos varones se escudaron en la negación y también muchas mujeres los justificaron enceguecidas, sin advertir que las desigualdades por motivos de género lamentablemente son un hecho.
Matar es poder
Los años pasan y seguimos llorando muertes y desapariciones de mujeres en manos de varones que quedan impunes. Según el informe del Observatorio Mumalá, de los 1.632 femicidas, 176 no fueron identificados, 177 están prófugos, 151 son integrantes de las Fuerzas de Seguridad, 79 cometieron femicidios múltiples. Hablamos de varones que en promedio tienen 39 años de edad, son jóvenes adultos y laboralmente activos. Son hijos, hermanos, padres, tíos? Todos resultan culpables a la luz de los valores de justicia de la sociedad, pero pocos fueron juzgados por la ley.
Matan, básicamente, porque pueden, porque las instituciones que nos rigen los habilitan, porque están más allá de las reglas y en algunos casos las escriben con la mano y las borran con el codo a conveniencia. Ser varón en este mundo es gozar de privilegios que deberían ser derechos para la totalidad de las identidades de género; ser varón es tener poder y abusar de él.
El hogar, zona de riesgo
El Observatorio Mumalá también señala en porcentajes las modalidades de los femicidios de los últimos siete años. El 30% de las mujeres fueron atacadas con armas blancas, el 25% de las víctimas fueron disparadas con armas de fuego, el 17 % de las mujeres murieron a golpes, el 15% de las mujeres fueron asfixiadas, el 7% de ellas fueron quemadas, el 5% de los femicidios corresponden a otros modos de opresión hasta la muerte y sobre el 1% restante no hay datos, pero los números son contundentes.
El hogar, lugar en donde cualquier persona debería sentirse protegida, constituye la principal escena del crimen. El 64% de los femicidios efectuados entre 2015 y mayo de 2022 ocurrieron en la vivienda de la víctima. Al profundizar en el vínculo de cada víctima con el femicida, encontramos que el 67% fue pareja o ex pareja, el 15% era familiar, el 12% era conocido, el 4% desconocido y sobre el 2% restante no hay datos.
Muchas de esas parejas o ex parejas son padres que ejercen violencia en el espacio intrafamiliar donde las infancias también son víctimas. Los datos del Observatorio Mumalá señalan que 132 niños de hasta 12 años fueron víctimas de femicidio, 2.156 niños, niñas y adolescentes se quedaron sin madre. 959 mujeres madres fueron víctimas de femicidio, lo que significa un 51% del total de víctimas; además 59 embarazadas fueron asesinadas en los últimos cinco años.
De 2015 a mayo de 2022 nunca superaron el 25% las víctimas de femicidio que habían realizado denuncias de violencia de género. Ese porcentaje se mantuvo estable durante los últimos siete años. Es decir, un gran porcentaje de las mujeres que fueron asesinadas no llegó siquiera a pedir auxilio a la Justicia.
Cuestión de ley
Desde su sanción en 2009, en Argentina tiene vigencia la Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales, pero -como suele suceder- lo que establece la norma no siempre se corresponde con lo que la sociedad interpreta y, menos aún, aplica.
En su artículo 5, la Ley 26.485 reconoce como tipos de violencia: física, psicológica, sexual, económica y patrimonial, simbólica y política. A esto se suma la violencia digital, a través de herramientas tecnológicas - como teléfonos celulares, redes sociales, plataformas e internet - que se ejerce a través de acciones directas o indirectas contra mujeres, lesbianas, travestis y trans por su condición. Una de las formas de esta violencia es la difusión de imágenes íntimas, pero también las agresiones verbales en las plataformas y el acoso virtual.
En su artículo 6, la Ley 26.485 señala las modalidades en las que se manifiestan los distintos tipos de violencia contra las mujeres en los diferentes ámbitos, estos son el espacio público, doméstico, institucional, laboral, mediático, político y la violencia obstétrica. Modalidades que en la cotidianidad se superponen y que conforman un sistema de discriminación y exclusión, donde la voz de la mujer no es escuchada.
Si bien la norma constituye una referencia y modelo en América Latina, la letra es necesaria pero aún insuficiente. Es por eso que a siete años del primer grito ?Ni Una Menos?, "Vivas, Libres y Desendeudadas nos queremos. El Estado es responsable", será la consigna de una nueva movilización en el día de la fecha. La jornada de lucha tiene por propósito exigir la declaración de Emergencia Nacional en Violencia contra las Mujeres junto a políticas públicas integrales y la inversión de recursos estatales para la erradicación de la violencia por razones de género.
Bajo el lema: ?Ni Una Menos, Ni Uno Más?, desde Redacción Mayo y junto a la Fundación COLSECOR impulsamos una agenda periodística con perspectiva de género. Para que haya Ni Una Menos muerta, es necesario que Ni Uno Más se sienta con la impunidad de creer que porque es varón puede maltratar, abusar, violar y/o matar a una mujer.
Con esta agenda extendemos la propuesta a defender los derechos de las mujeres y de las infancias; a criticar los estereotipos y a construir nuevas feminidades y masculinidades; a establecer relaciones sociales justas y equitativas para fortalecer el desarrollo de las personas en todos los ámbitos de la vida. Nos unimos al grito de Ni Una Menos, pidiendo que la violencia no sea ejercida por Ni Uno Más.